jueves, 22 de octubre de 2015

La Isla Bonita

Tengo varios amigos homosexuales y al menos uno bisexual. La gente siempre les pregunta cuándo se dieron cuenta de que eran homosexuales y yo siempre contrapregunto: ¿cuándo se dio cuenta usted de que era heterosexual?
No sé exactamente cuándo me di cuenta yo de que las mujeres eran atractivas. Tengo algunas imágenes borrosas de una compañera de kínder llamada Sandra Catalina y de una vecina de mis primas en Ibagué llamada Milena de las cuales afirmaba yo (sin que Sandra Catalina lo supiera) que eran mis novias. También tengo imágenes vagas de Rudy Rodríguez en Las Ibáñez, dejándome sin aliento frente al televisor gracias a sus vestidos de corsé y escote pronunciado.
Pero tengo un recuerdo vívido, una imagen clarísima de la primera vez que me sentí completamente seguro de que en unos cuantos años iba a necesitar una mujer a mi lado, tocarla, oírla hablar, oler su pelo y sus manos. 
Yo estaba en segundo de primaria y mi papá nos llevó en una tarde de domingo a mi hermano y a mí a ver una función del Circo Montecarlo (es probable que el nombre haya sido una invención mía, un error en la memoria) porque Manuel ya tenía edad suficiente para ver animales y trapecistas. Mi papá siempre nos contaba historias de cómo habían sido sus meses como trapecista y payaso de un circo en Urabá y yo siempre le prestaba atención sin importarme que las historias fueran siempre iguales. Pero ese día, mientras mi papá repetía de nuevo su retahíla, yo me quedé callado observando una trapecista  de ese circo mientras sonaba La Isla Bonita de Madonna.
Caminó vestida en un enterizo brillante y medias veladas hacia el centro del anillo, movió sus manos con gracia y sonrió al público. Luego se prendió de una soga que venía del techo y se elevó hasta una plataforma que pendía de una columna lateral. Se prendió del trapecio y empezó a balancearse de un lado al otro. Tenía el pelo recogido con minucia sobre la coronilla, los ojos maquillados con colores brillantes y unas pestañas postizas que al abrir los ojos llegaban más arriba de sus cejas. De un momento al otro saltó de un trapecio al otro donde la recibió un tipo de espalda ancha. La rutina de saltos y piruetas se prolongó durante toda la canción. Yo estaba tan maravillado viendo su cuerpo flotar por el aire que por un momento olvidé el temor que me produce imaginar que uno de esos trapecistas se vaya contra el piso.
Nada me hizo dejar de pensar en ella a lo largo del día; ni el rugido de los tigres, ni las historias de mi papá, ni las tiras cómicas de la revista Los Monos que leí en la noche. Nada me hizo dejar de pensar en ella.
Ya pasaron 27 años. Cada vez que suena La Isla Bonita recuerdo ese circo. 

miércoles, 21 de octubre de 2015

Marcelo

"Plumbig", dijo Marcelo cuando le abrí la puerta del apartamento. Entró a mi casa y traté de explicarle (con las palabras que encontré) que había un olor molesto que salía de la tubería. Cuando me preguntó si había algún tipo de taponamiento noté que tenía problemas organizando el discurso en su cabeza, así que le hice la pregunta que ayuda a destrabar conversaciones en todo el sur de la Florida: "¿Habla español?"
No sé cuántos años tendrá Marcelo, pero aparentaba acercarse a los 40. No tuve tanto tiempo para hablar con él como sí lo tuve para hablar con Jeremy. Yo estaba concentrado en tratar de terminar un demo para un jingle y él estaba ocupadísimo sacando años y años de mugre de la tubería del lavamanos. 
Me dijo que la cosa siempre era igual con estos apartamentos viejos, que las tuberías empiezan a deteriorarse y que los gases producidos al interior del desagüe empiezan a regresar a la superficie. 
"Lo que hay que esperar - dijo - es que tumben este edificio y construyan un nuevo."
Me molesta mucho que me interrumpan cuando estoy trabajando. Odio contestar llamadas cuando estoy escribiendo y me cuesta mucho retomar el rumbo cuando estoy haciendo música. Tal vez por eso traté de concentrarme en el trabajo una y otra vez pero Marcelo seguía pidiéndome cosas: una trapo, un gancho, una ponchera para recoger el reguero.
Cuando terminó su labor me pidió un vaso con agua y yo me sentí sumamente avergonzado porque es lo mínimo que ofrezco a alguien cuando entra a mi casa. Jeremy no quiso tomar nada aquel día, Marcelo - en cambio - estaba sediento y no le avergonzaba pedir algo de beber.
Viendo mis equipos en la sala me preguntó si era músico. Le dije que sí. Me contestó que él tocaba percusión de todo tipo: timbales, congas, tumbadora.
Lamenté no haber hablado más con Marcelo.
Al despedirnos me dio la mano. Una mano fuerte, negra y sudorosa. Una mano de plomero, de percusionista; una mano muy distinta a la mía.
Le pregunté su nombre, le agradecí y me dijo: "Estamos para ayudarnos. Viva Colombia."
"Viva Cuba", contesté yo con más cortesía que convicción cuando cerraba la puerta.

martes, 13 de octubre de 2015

Comentarios Inútiles 38


1. Hoy es 12 de octubre. Hoy se conmemoran un año más de la fundación de Manizales y del descubrimiento de América. Es además el cumpleaños de una amiga con la que hace mucho ya no hablo (entonces quién sabe si todavía somos amigos) que se llama Erika y a la que - por haber nacido un 12 de octubre - yo apodaba Amérika Medina.
2. Han pasado más de dos años desde la última vez que escribí alguna entrada de "Comentarios Inútiles" en este blog. Es inútil este comentario - como todos - pero espero que la lectora fiel de estos comentarios (Ana) se alegre un poquito.
3. Decía hace un rato en Twitter que soy ese tipo de colombiano que a veces se siente muy persa mientras se lava los dientes. Y sí. Es paradójico porque a medida que pasan los años me voy alejando más de mi lugar de nacimiento y a la vez me voy aferrando más a mis costumbres y a mi identidad, pero sé muy bien que esa identidad tiene para mí cada vez menos significado. Puede que haya nacido en Manizales pero en algún lugar de mi cuerpo y de mi memoria genética hay algo de persa, de mongol, de judío hispano, de moteca, de quimbaya; y ser manizaleño o colombiano no es más que un accidente, algo anecdótico, algo que no debería ser motivo de orgullo ni de vergüenza, ni de alegría o de tristeza. Ser colombiano o ser manizaleño o tener rasgos mestizos, talla baja y haber nacido en una familia de clase media no es más que la partida que me tocó jugar, las cartas que me tocaron en suerte. Probablemente no sea la mejor mano pero de todas maneras tengo chance de ganar algo.
4. "Take a trip to east and west. You'll find that you don't know anything". Deepak Chopra
5. Hace cuatro años me fui de Facebook porque no soportaba los memes. Sentía que estábamos llegando a un punto de simplificación enorme en nuestras formas de comunicación y empezaba a considerar que todos a mi alrededor se habían vuelto simplemente estúpidos. Probablemente era más amargura que otra cosa. Hoy me dan mucha risa los memes en los que aparece una foto de un personaje y se le atribuye una frase célebre que no es suya.
6. La frase del comentario número 4 - por ejemplo - no es de Deepak Chopra. Es una línea de Look Who's Talking de Dr Alban. Hay mucha sabiduría escondida en la música pop.



lunes, 20 de julio de 2015

De Música Ligera

¿Qué es el hogar? ¿Dónde queda? ¿Es el hogar un espacio físico? ¿El lugar de nacimiento? ¿El lugar de crianza? ¿El lugar donde uno elige vivir?
Ya no recuerdo dónde fue que oí o leí a alguien decir que uno es de donde estudia la escuela secundaria. Me pareció sensato, pero no sé si la vida sea tan lineal y tan corta como para decir que es suficiente pasar poco más de un lustro decisivo en un sitio para que ése sea el hogar, el punto de partida al que uno regresa cada tanto a conectarse con lo suyo.
¿Es el hogar el barrio, la ciudad, el país, la familia? La idea también me suena sensata, aunque no sé si el hogar sea apenas un puñado de personas decisivas como dice esa escena de Martín Hache en la que Martín dice a su hijo que “uno se siente parte de muy poca gente” y que “tu país son tus amigos”. No lo sé, no estoy seguro, pero a medida que pasa el tiempo y me voy alejando más de la ciudad en que nací se hace más fuerte esa sensación de que no pertenezco a una patria (ni a la mía ni a ninguna) y si el hogar es la patria entonces mi hogar es eso: un puñado de amigos y de familiares que extraño y que deseo abrazar cada tanto.
Pensaba hace un rato que en realidad el hogar es un fenómeno espacio-temporal, un lugar y un momento en el que uno se siente cómodo, seguro y tranquilo. Así que uno va teniendo varios hogares a lo largo de la vida y hay pedazos de hogar en la casa materna, la escuela secundaria, el olor del barrio, los amigos del colegio, la cafetería de la universidad, la mirada de alguna novia, el apartamento vacío al que uno se muda solo, los discos, los libros, el pelo de los gatos, la casa que uno decide compartir con la mujer que ama.
Ahora mi hogar es este. Un apartamento en el sur de la Florida, un balcón donde veo el viento agitar la palmera de la otra calle, un calor al que pensé que nunca me acostumbraría pero que ahora me agrada, el sonido del tren pasando varias veces al día, el abrazo de mi esposa, un beso de buenas noches y pedazos de otros hogares que voy guardando en mi memoria.
Es el lunes 20 de julio del año 2015. Es el día de la independencia de Colombia y yo me pregunto qué tanto de hogar hay en la patria o qué tanto de la patria en el hogar (ya no sé y ya no me importa, cada vez me satisfacen menos las certezas). De Música Ligera de Soda Stereo fue lanzada al mercado hace 25 años y ese hecho me parece más significativo que la celebración de la independencia colombiana. Mucho de mi hogar es la música, las canciones que han reforzado mi sensación de hogar y que se van moviendo conmigo de un hogar a otro: de la casa materna a la escuela secundaria, al olor del barrio y los amigos del colegio, a la cafetería de la universidad, a la mirada de alguna novia, al apartamento vacío al que me mudé solo, a los discos, a los libros, al pelo de los gatos, a este apartamento que comparto con la mujer que amo.