lunes, 31 de agosto de 2009

Happy Birthday Daddy


Foto 1983: Dory Luz Ramírez
Foto 2009: Ricardo Bustamante

martes, 25 de agosto de 2009

Profeta en el Desierto



Yo sabía que mi papá era liberal y mi mamá era conservadora, aunque no entendía muy bien en qué consistía lo uno o lo otro. Me acuerdo de las cuñas radiales de la campaña presidencial de Álvaro Gómez en 1986 y me acuerdo de la alocución presidencial televisada de un señor de orejas peludas llamado Virgilio Barco. En un mueble de ropas de mi casa – desde siempre – estuvo pegada una calcomanía con la cara de Luis Carlos Galán (de su campaña de 1982) y hacia 1989 en los noticieros se hablaba mucho de los precandidatos presidenciales y de Pablo Escobar y de los Pepes y de fútbol (de Arnoldo Iguarán, de la Gambeta Estrada).
Se sentía en el aire que iban a matar a Galán. Todo el mundo sabía que iba a ganar y todo el mundo decía que iban a intentar matarlo (como en Crónica de una Muerte Anunciada, pero a diferencia de Santiago Nassar Luis Carlos Galán sí lo sabía). Hasta en el colegio hablábamos de eso. Mi mamá (que era conservadora y no sabía por qué) decía que iba a votar por Galán, que él si iba a poder cambiar el país. El miércoles 16 de agosto me trasnoché viendo un eclipse de luna y pensé que acostarse tarde era delicioso. Dos días después, el viernes 18, mientras veíamos televisión, dieron la noticia del atentado a Galán y pensé que debía haberme acostado más temprano.
Me dio tristeza, pero le creí al noticiero y pensé que Galán iba a salvarse para salvar a mi país (yo sabía que Colombia estaba mal, pero no sabía por qué). Me acosté a dormir intranquilo. Mi papá había prendido el radio de pilas y estaba pendiente de la información. Un par de horas más tarde le subió el volumen al radio como si la potencia aumentara la veracidad de las palabras. Galán estaba muerto y era como si mataran a Superman cuando estábamos al borde del precipicio. Durante años guardamos en el bifé del comedor los periódicos del domingo 20. ¿Y ahora quién podrá defendernos? Los colombianos no creían en nadie y múltiples actores habían asesinado a tres precandidatos liberales: Así que César Gaviria ganó las elecciones con un índice de abstención insuperable y en medio de una oleada de escepticismo (¡carambolas! como cuando uno juega pool y apuntándole a la bola 1 mete la 14 y la 15).
El 91 trajo una nueva constitución y en las clases de democracia nos enseñaron para qué servían la fiscalía, la contraloría, la procuraduría y la tutela. Al menos en el colegio recuperamos la esperanza. Mataron a Pablo Escobar y pensamos que todo arreglado, que todo bien, que ahora sí el país estaba a salvo. Hoy, 20 años después, me pregunto cómo hubiera sido el país con Galán presidente y creo de corazón que la diferencia no sería mucha. Tal vez infortunadamente la muerte de Galán, de Jaramillo Ossa (que era el punto final del exterminio de la UP), de Pizarro y de nuestra esperanza llevaron de una u otra forma a las iniciativas de la séptima papeleta que nos dieron la nueva constitución.
Colombia está lejos de ser un país ejemplar, pero estábamos mucho más lejos en 1989. Sin embargo, desearía que a este hombre la vida le hubiera dado la oportunidad de pasar de las palabras a los hechos.

In a little while


Bogotá, marzo 27 de 2008


"Since she was a little girl with Spanish eyes" - U2
Estábamos en círculo. El profesor de razonamiento abstracto nos ordenó organizarnos en grupos y tus amigas y mis amigos armaron una circunferencia de pupitres amarillos. Era un sábado en la mañana en febrero de 1997. Por azar quedaste frente a mí y yo descubrí el encanto de verte trabajando en silencio. Todas las chicas buscaban un novio. Todas pensaban qué se iban a poner el próximo sábado para deslumbrarnos. Yo me pasaba minutos peinándome y contando chistes malos para hacerlas reir, para capturar la atención por alguna cosa diferente a mi escasa estatura.Tú trabajabas en silencio, dirigiendo tus ojos marrones hacia la hoja de ejercicios. Ya no recuerdo cómo se da cuenta uno que está enamorado cuando tiene 15 años; pero creo que en ese momento me enamoré de ti.
Cuando nos besamos por primera vez yo tenía el pelo largo, una barba incipiente, litros de manzanilla en mi cabeza y la valentía que me había faltado cuatro años atrás. A veces la primera vez no es tan mágica como uno espera; pero de seguro las cosas mejoran con el tiempo. Ya no sé cómo se siente el amor a los 19 pero sé que después de desamarte - mientras amabas a mi mejor amigo - esa noche me había enamorado de nuevo.

Anoche estábamos en círculo. Yo hablaba de negocios con otras personas. Ha pasado el tiempo y ya no nos sorprenden las cifras con muchos ceros, o los riesgos, o la idea de vivir en cualquier parte del mundo, o el estrés, o el alcohol circulando por el cuerpo, o trabajar juntos en silencio.
Por un azar incomprensible estabas de nuevo frente a mí. Entonces - por instinto - decidí a pararme a tu lado. No sé cómo se siente el amor a los 26. Supongo que es algo tranquilo. Llevo muchos años sin enamorarme y no sé si vaya a hacerlo de nuevo.
Nos preguntábamos - horas más tarde - si es posible seguir amando después de tantos años: "Seguro no de la misma manera" - dijiste antes de dormir.
No sé para dónde vamos, pero cada vez me asusta menos la incertidumbre. Como el vínculo es cada vez más fuerte, siento menos miedo de perderte. Es una apuesta. El azar es parte fundamental de la narrativa de la vida.
Todo ha sido un abrir y cerrar de ojos.
Aún sigo haciendo chistes estúpidos y ya capturé la atención de mucha gente. Y lo que más les molesta a todos a mi alrededor es que tu sigas ahí, en el mismo pupitre amarillo - con los ojos clavados en el papel - ignorando nuestro ruido - trabajando en silencio.

Anotación al 7 de diciembre de 1997


Bogotá, diciembre 6 de 2007
La tarde anterior había sido dulce. Fuimos Ana y yo al Parque Caldas a comprar unos discos, a compartir unos helados, a despedirnos en silencio porque sabíamos que ése sería nuestro último sábado, que la incorporación, que yo quién sabe dónde y tú en el colegio aprendiendo los misterios de la trigonometría.
Mi papá me había prestado el carro, así que llevé a Ana hasta la puerta de su casa, no sin antes despedirnos con el beso de rigor.
Pasé por la casa de Cristina y ahí estaba Mauricio, que me dijo que nos veríamos en la noche en la casa de Juan David Mosquera; que los chicos querían hacernos una despedida igual a la que habíamos tenido en la noche del viernes en Villa Pilar.
Pero por qué las lágrimas si no es el fin del mundo, pero si vamos a seguir viéndonos, si vamos a seguir siendo amigos a pesar de que el colegio terminó, que no se preocupen, que muy seguramente todos nos salvamos y el domingo por la noche estamos todos de nuevo en Chipre, en misa, coqueteando con las chicas a la entrada de la iglesia.
Así que después de las lágrimas, después de despedirme de Cristina de forma escueta, de recibir otros besos que no eran los de Ana en el garaje de Mosquera, después de recibir el periódico y darme cuenta que había pasado a la Universidad de Manizales; regresé a mi casa convencido de que nada iba a cambiar.
Por eso me desperté cansado pero tranquilo. Mi abuelo nos recogió en el Feroza y nos llevó al Coliseo. Manuel se quedó con las gemelas en la casa, mi mamá me acompañó, mi papá no aparecía.
Saludar a Beto, a Jose, a Mauro, a todos los que no éramos hijos únicos ni teníamos inhabilidades; pensar que tal vez ellos se irían y que muy probablemente las amistades de mi papá, que por eso en la noche estaría en misa en Chipre.
Y de pronto estábamos todos en un camión, todos los del LANS; unos cuantos del San Luis, más del Gemelli, un par de tipos de Gimnasio Horizontes y otros cuantos de colegios públicos. ¿Pero por qué nosotros? Yo al lado de Héctor Gallego y ver a mi papá – al fin – llorando apoyado contra un árbol y yo haciéndole señas, diciéndole que estuviera tranquilo que me iba con todos mis amigos,que nos dejaban en el batallón de Manizales, que todo bien.
Y luego entrar al batallón por primera vez, el último examen médico pidiéndole a Dios una escoliosis o un varicocele, el sonido de Chumbawamba retumbando en el dispensario lleno de soldados enfermos, el arroz chino, las fotos, conocer en la peluquería a García Sebastián y a Toro Bruno, acostarnos a dormir después de recibir las botas, el habano y el pelo de burro, las hebillas, las cucardas; después de ser asignado al segundo pelotón. Ahí, con la luz apagada y un techo altísimo; pensando que mi mamá estaría llorando en la casa encendiendo las velas con Manuel, Paula y Luisa, que mi papá tendría lágrimas para rato. Jose en el catre de al lado, diciéndonos que no lo podíamos creer, riéndonos un poco de lo graciosos que nos veíamos sin pelo.
Más tarde unas cuantas lágrimas ajenas inundando las almohadas, sollozos que rompían el silencio en el alojamiento, fuegos artificiales que se atrevían a filtrar su luz colorida por los altísimos ventanales; y nada de la misa en Chipre para coquetear con las chicas, nada del esperado regreso a casa, ni lde a enfermedad ficticia, ni lde a inhabilidad de última hora. Los políticos embolsillándose la plata y la ilusión de mi papá de verme entrar a la universidad a los 16 años, las amigas llorando en sus casas. ¿Qué pensaría Ana que estuvo conmigo la tarde anterior compartiendo un helado? ¿Qué pensaría Eliana? ¿Qué pensarían Cristina, Paula, Diana y las amiguillas de Los Ángeles? ¿Y Tania? ¿A quién le haría falta esa noche?
Seguramente a mi mamá. Seguramente a mi mamá y a mis hermanos. Ojalá mi papá ya no esté llorando contra ese árbol como Quico en un capítulo del Chavo del Ocho.
Y mucho menos miedo del que pensé que iba a tener. Mucho menos miedo. Tanto que a pesar de él pude quedarme dormido sabiendo que todo iba a estar bien. Que iba a ser tan sólo un año muy extraño.

Las tristezas de fondo


Bogotá - Octubre 11 de 2007


¿Acaso vale la pena vivir en un mundo como éste en el que el Omega 3 es más popular que los Alfa 8? No sé si la nostalgia sirve de algo, pero a la larga es la única forma de conectarme con lo que realmente soy. La búsqueda de mí mismo a través del pasado, de los días en que las mujeres se conquistaban por cartas o largas llamadas al teléfono fijo. Días en que la voz me servía más que la presencia y la palabra escrita más que cualquiera de los malos piropos de mis amigos. O aquellos días en que hacíamos el amor escuchando a Eric Clapton o a The Beatles o a Soda Stereo; en vez de mover el culo en una discoteca esperando a ver si nos levantamos una borracha a punta de reggaetón, o una niña tonta que baila tropipop en círculo y aplaude.


¿Acaso vale le pena tomarse un tinto carísimo en Juan Valdez en vez de preparar café solos en casa y envenenarlo con ron para construir lentamente una deliciosa enfermedad acido péptica? ¿Cuándo dejamos de querernos tan intensa y dolorosamente? ¿Cuándo dejé de fijarme en la belleza de otras mujeres y dejé de prestarte atención para mirar hacia mi ombligo, hacia mis adentros, hacia mis miedos, mis complejos y mis taras? ¿Cuándo dejé de ver por los ojos de la mujer amada (sea cual sea su nombre, sea cual sea su rostro) para perseguir una libertad que no trae libertinaje ni felicidad? Pero una cosa sí es cierta nena, te lo digo y te lo repito porque siempre lo has sabido; yo tengo claro que la felicidad no está en una mujer; ergo mi felicidad no eres tú, no es ella, no son las demás. Y por ende la felicidad no viene en segunda persona del singular ni del plural, ni en tercera persona, ni en primera del plural… aunque cuando éramos "nosotros" fuimos felices juntos. ¿Realmente vale la pena abrir mi corazón y entregárselo a alguien más, así completico, crudo y sangrante como te lo entregué a ti?


Una vez Charlyz y yo llegamos a la conclusión de que ninguna mujer podría llegar a hacernos tan felices como lo fuimos cuando éramos niños. Hace unos meses lo repetí en una entrevista y nadie lo publicó. Por ende, y teniendo en cuenta mi afición a la nostalgia y el hecho de que jamás voy a volver a ser niño; estoy condenado a perseguir algo que nunca jamás tendré. A ser un buscador, un buscador inconforme como Horacio Oliveira. Esas son las tristezas de fondo: Prender el televisor y extrañar la televisión que se hizo en Colombia hasta 1997, antes de la atroz llegada de Caracol y RCN. Es marcar un número en el teléfono celular y recordar que ahora es casi imposible ponerse nervioso antes de llamar a una mujer y sentir cierto alivio cuando la mamá contesta y dice: "No está, ¿quieres dejarle alguna razón?". Es no utilizar el papel perfumado y doblado de formas inverosímiles para escribir cartas de amor, y reemplazar ese papel por el coqueteo estúpido y simple del Messenger o el Facebook al que me niego a entrar. Es creer que mi felicidad es ir a ver un grupo que se disolvió hace 10 años, extrañar el horrible uniforme de mi colegio y los días en que extrañaba la primaria, cuando extrañaba los días en que no estudiaba. La tristeza de fondo es tener los ojos en la espalda, estar mirando siempre hacia atrás y creerme el cuento estúpido que dice que todo tiempo pasado fue mejor, que Juan Pablo II sí tenía cara de Papa, que Manizales era más bonita a mediados de los noventas y que el clima era más agradable en la infancia, que es mejor soñar con ser músico que luchar día a día por conseguirlo, que la Princesa Diana hubiera podido ser una reina preciosa, que la Madre Teresa de Calcuta era increíblemente buena y nadie será como ella, que jamás habrá otra Señorita Colombia como Paola Turbay, otro equipo de fútbol como el América del 87, el Once Caldas del 98 o la selección Colombia del 93, que nunca volveré a ver faenas como las de Juan Mora o César Rincón en sus mejores años. La tristeza de fondo es frenarme, no abrirle del todo la puerta a esas personas que quieren brindarme un cariño nuevo, fresco, desinteresado; es desconfiar de todos y de todo, saber que desde que cumplí 25 mi cuerpo empezó a envejecer y ya no soy el niño que le ayudaba a su mamá a lavar las medias mientras esperaba que viniera el hermanito con el que soñaba. Es recordar con melancolía los atardeceres en Chipre intentando infructuosamente elevar cometas con mi papá que por aquel entonces tenía la edad que tengo ahora. No corazón, las tristezas de fondo no se curan con fluoxetina, mirtazapina o trazodona. Las tristezas de fondo se curan de una forma que no conozco, de una forma que estoy buscando para volver a ser el chico que te gustó hace 10 años o el que te enamoró hace 6; para volver a ser alguien que pueda hacer feliz a una mujer con cosas simples como cartas, llamadas, besos, caricias, masajes, conciertos, un picnic de lectura o una noche de esclavitud voluntaria, una lágrima viendo El Gran Pez, un consejo acertado, la sorpresa ante una nueva pieza de ropa interior, la felicidad secreta de ir juntos por la calle, ver una pareja con un cochecito y pensar que tal vez algún día… que tal vez algún día…

martes, 18 de agosto de 2009

Daniela Inmortal



Yo creo que Daniela es inmortal. Daniela llegó para quedarse eternamente entre nosotros. Tiene todos los poderes que las mujeres desean, tiene todas las virtudes que los hombres reclaman, se da licencias que ninguno de nosotros puede darse, enfrenta a la muerte sin miedo alguno – le enseña sus dientes - y siempre sale victoriosa.
Daniela se apoderó de una niña llamada Ana Victoria Beltrán, moldeó su figura a su amaño, le robó su rostro, su voz y su magnetismo inexplicable a tal punto que nunca se volvió a ver a Ana Victoria. Año tras año la vida se ha encargado de poner a Daniela en situaciones inverosímiles y ha sabido sortearlas con sabiduría y gracia infinitas. Uno tras otro, un ejército de hombres hermosos han pasado por la cama de Daniela: le dan su amor, su dinero, se entregan sin miramientos y cuando el amor se acaba Daniela sabe reponerse con la gallardía y el pundonor que sólo una dama ejemplar como ella podría exhibir.
Su inmortalidad ha sido heredada por línea paterna, ya que su madre y sus hermanos ni siquiera soñaron con la longevidad y la capacidad de adaptación de Daniela y Carlos Alberto.
Daniela es como Duncan McLeod, como Anastasia Romanov, como Fidel Castro, como Matusalén, como el Conde de Saint Germain. Daniela perdura, es imbatible, es inmune al cáncer y sobrevive a los balazos en la cabeza; supera la amnesia, la ceguera, el desamor. No trabaja y nunca le falta el dinero, es una sibarita que conoce todos los placeres del universo sin dejar de ser una madre ejemplar.
Daniela debería ser nuestro modelo a seguir. Ella es el arquetipo del colombiano luchador, que nunca se rinde, que nunca pierde la esperanza y ama a los suyos sin contemplaciones.
¡Daniela, dulce Daniela! ¡Camaleónica Daniela! ¡Sólo los fuertes, sólo los que se adaptan, sólo los que evolucionan sobreviven! ¡Si tan sólo Charles Darwin se hubiese fijado en ti en vez de irse a perder el tiempo a las Islas Galápagos!

jueves, 6 de agosto de 2009

Comentarios Inútiles III (Edición de Cumpleaños)



1. Solíamos irnos a elevar cometas y eso me recordaba que había llegado agosto. Ningún día del año me llenaba de tanta felicidad como el día de mi cumpleaños. Me gustaba que me cantaran el “Happy Birthday” en el colegio, que me amenazaran con estallarme huevos en la cabeza, que vinieran a mi casa mis amigos, mis primos, mis tías; que me regalaran juguetes, libritos o – como siempre lo hacía mi abuelita Aceneth – calzoncillos y lociones. A veces incluso hacía listas de regalos y tachaba los días de agosto en una cuenta regresiva que iba de veintidós a cero.

2. Casi todos cumplíamos años entre agosto y septiembre: primero el gordo Jorge Iván, luego Robledo, después yo, luego Santiago, después Beto, al otro día Pelotas, luego Olaya… José Obed. Cuando se acerca agosto los extraño muchísimo. ¡Me hacen mucha falta, malditos! Los quiero mucho más que cuando yo cumplía 8 y ustedes 9 (¡Porqueinevitablementesiempreseránmásviejosqueyo!).
3. Durante todo el bachillerato anhelé cumplir años un viernes o un sábado. Ya sabía desde 1992 que cumpliría los 16 un viernes y pensaba celebrarlo con una “miniteca” en mi casa. Iba a ser un estudiante de once muy popular y mi casa estaría repleta. Quién sabe cómo serían los 17, ya que sería un sábado y sería un universitario y tendría novia, amigas, carro y muchos compromisos con mis compañeros de administración de empresas, medicina o derecho. Pero la vida se encargó de demostrarme que uno no debe hacer planes de forma tan anticipada ya que la frustración sería la piedra más grande de la avalancha. En 1997 el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior programó las pruebas de estado para el sábado 23 y el domingo 24 de agosto. Mi idea de una miniteca súper cool se fue a pique. Pasamos la tarde bailando en la casa de Natalia Vanegas y mis amigas del Pre-Icfes me regalaron un CD de Carmina Burana de Carl Orff. Mi novia de aquel entonces ni siquiera me llamó. Alcancé a prenderme con el licor que conseguimos y llegué al examen con dolor de cabeza. El próximo año me desquito. Pero el sábado 22 de agosto de 1998 el grupo de rock del Batallón de Infantería N°22 Ayacucho tuvo que irse a tocar al Batallón San Mateo de Pereira. Mis compañeros de banda me cantaron el “Happy Birthday” en el camión y yo soplé tres fósforos prendidos sobre un pan comprado en Santa Rosa. En la noche llegué a mi casa y mi novia de aquel entonces (distinta a la del año anterior) no fue a comer a mi casa porque al día siguiente tendría que presentar la pruebas de estado (¿Acaso hay alguien que me odia en el Icfes?). Santiago Mejía, Diana Pineda, Cristina, mi papá, mi mamá y yo hicimos lo que pudimos por reemplazar a la fiesta de universitarias locas que tenía en mente.
4. La amistad florecía a un ritmo vertiginoso. Me pareció increíble darme cuenta que Charlyz y yo éramos tan parecidos y que él me llevaba sólo 16 horas de edad. (Latitud de vidas paralelas). Así que en la universidad las celebraciones comenzaban desde el 21. Esa noche estábamos tocando guitarra y tomando vino Charlyz, David y yo. Todo fluía. La música, la ebriedad, la diversión. Hasta que llegaron dos chicas y Charlyz y David se entretuvieron más de la cuenta. Y después se preguntan por qué terminé tocando guitarra mejor que ellos.
5. Una vez, acercándose la fecha de cumpleaños, Sebas, Manolo y yo nos pusimos a buscar coincidencias de cumpleaños con celebridades. A Sebas le alegró saber que compartía cumpleaños con Robert Plant y Fred Durst (¿Sabrá de Slobodan Milosevic?). A mí me gustó saber que Claude Debussy, Henri Cartier-Bresson, Andrés Calamaro, Layne Staley y Tori Amos también nacieron un 22 de agosto. A Manuel no le hizo gracia saber que compartía cumpleaños con Mary J Blidge (¿Cómo se tomará lo de Emiliano Zuleta?).
6. Y hablando de Layne Staley, durante algunos años no hubo nada mejor para mis periodos sombríos que escuchar a Alice In Chains. Hay un verso de Frogs que me obligaba siempre a imaginar mi futuro (7 am...on a tuesday...in august......Next week I turn 28...I'm still young... ). ¿Cómo sería mi vida ese martes?
7. El hecho de que el cumpleaños número 50 de mi ídolo máximo (Papá Cerati) coincida con ese martes imaginado durante años me hace encrespar los pelos de la espalda. Me di cuenta esta mañana. ¡Salud Gustavo! ¡Que los cumplas feliz!

domingo, 2 de agosto de 2009

Comentarios Inútiles II



  1. Me gusta la gente que duda si quiere o no quiere tener hijos. Desconfío de aquellos que tienen la-plena-certeza de querer reproducirse en algún momento de sus vidas. El mundo está muy patas arriba: Tienes que estar muy loco o ser demasiado egoísta como para no pensar en los que van a quedar aquí el día en que te vayas para siempre. No digo que tener hijos sea un crimen, digo que es desequilibrado no dudarlo al menos.
  2. Extraño la década de 1990 todos los putos días de mi vida. Esta década parece no tener identidad, no ha tenido una corriente musical que me enganche y todos los fenómenos surgidos de Internet tienden a asquearme. Me siento como un cuarentón desde los 20. No me gusta este mundo en el que todo el que sea diferente es considerado terrorista, no me gusta este mundo de paranoia e inestabilidad, no me gusta este mundo de aislamiento y de socialización “en línea” (aunque me haya traído sorpresas gratas). No me gusta estar disponible a toda hora para todo el mundo y recibir un reclamo si no respondo una llamada: me robaron el celular en el centro de Bogotá y me sentí aliviado. Extraño los noventas todos los putos días de mi vida: La voz de mi profesor de cuarto de primaria, la noticia de la muerte de Bernardo Jaramillo Ossa en un pasillo del colegio (1990); el punto máximo de Soda Stereo, la portada del Dangerous de Michael Jackson, el Nevermind, el álbum Negro (Metallica), el Achtung Baby, el Cielo de tambores de Niche y todos los discazos de ese año – abrir los ojos a la música - (1991); el embarazo de mi mamá, los domingos de Pizza de Primus, el quinto centenario, la academia musical Rafael Pombo (1992); tocar con el grupo musical del LANS, las primeras llamadas telefónicas, el nacimiento de Paula y Luisa (1993); odiar el álgebra de Don Abel, la muerte de Kurt Cobain, el acetato de “Are you Gonna Go my Way?” en el apartamento de Beto, las primeras minitecas en festivales de colegio, mi primer beso en un parqueadero de Villa Pilar II (1994); odiar aún más las ecuaciones cuadráticas, la Beatlemanía desatada por las antologías (1995); enamorarme por primera vez y por primera vez sentir el dolor adolescente de un rechazo, dejar de comer en el colegio y dejar de montar en buseta para comprarme todos y cada uno de los álbumes de los Beatles (1996); conocer al “amor de mi vida” y tener por unos instantes esa certeza, la terrible sensación de ver morir a un amigo, sufrir por tener un solo par de zapatos para llevar al Pre-Icfes, el Pop de U2, mi etapa canina (1997); pasar un año bajo las órdenes de militares, aprender más sobre mí mismo, valorar la libertad sobre todas las cosas, colgarme por primera vez una guitarra eléctrica en el escenario, enamorarme de mi mejor amiga (1998); entrar a la universidad, interesarme por la palabra escrita y conocer por primera vez el significado de la palabra traición, escribir mi primera canción, armar una banda de rock con mi hermano y un “curso” (1999). Esta década se va a acabar y me pasó por encima, como un avión que hace ruido y nos corta la conversación.
  3. Jam On, Michael! Una de las grandes cosas que nos dejó la década del 80 fue que en aquel entonces el mundo tuviera como ídolos máximos a una mujer y un afroamericano: Madonna y Michael Jackson. Nadie en la tierra podía ser tan cool como ellos. Nadie podría agarrarse la entrepierna con tanto estilo. ¿Imaginas eso en el mundo conservador de Ronald Reagan y Margaret Tatcher? ¿Dónde están las transgresiones por estos días?
  4. En primaria me enseñaron que había dos Alemanias, que existían en Europa dos países llamados Checoslovaquia y Yugoslavia, que Colombia estaba dividida en departamentos, intendencias y comisarías y que la otra gran potencia del mundo era la Unión Soviética. Antes de tu existencia, pequeña, el mundo era muy distinto.
  5. Hasta hace poco no toleraba a La Oreja de Van Gogh. Ahora que se fue Amaia Montero y entró esta nueva cantante al menos ya puedo ver sus videos con el TV en silencio.
  6. Nada como insertar el pulgar en la fosa nasal, atrapar a las malas ese corpúsculo que no te deja respirar bien, impulsarlo con el pulgar y el índice lo más lejos posible y seguir leyendo bajo la sombra del árbol.
  7. No he leído ni uno solo de los libros de la saga de Twilight, ni creo que vaya a asomar mis narices a ese fenómeno de lectura adolescente (y las películas, bueno… tal vez en un Expreso Bolivariano). Querida emo: En vez de leer la respuesta americana a la saga de Harry Potter, deberías sentarte a leer Dracula de Bram Stoker; una novela que revolucionó la escritura decimonónica por su narrativa novedosa y por el altísimo contenido sexual que inquietó a la godísima Inglaterra victoriana y que – por cierto – es el papá y la mamá de las novelas sobre vampiros. ¡No te conformes con el fruto! ¡Busca la raíz de las cosas!
  8. ¿Qué tocas? –Rocksito. ¡No por Dios! ¡No digas rocksito, no digas rocosito, no digas rocksito! El rock es rock, no es rocksito. Si tocas rocksito dedícate a otra cosa.
  9. ¿Por qué la gente sigue creyendo que es una buena idea llevar sus perros a una feria de comidas como AlimentArte? En serio: son perros hambrientos y babeantes en un lugar atestado de gente tratando de comer. ¿Les suena lógico?
  10. Estuvieron en el Estadio Palogrande de Manizales. Creo que fue en 1996. Ricky Martin abrió el concierto y lo cerró Shakira. No se rían, que es cierto.

sábado, 1 de agosto de 2009

Dissappearing Joy


Hace años pensaba que la magia sucedería el día que una canción mía se convirtiera en hit, el día en la gente se hastiara de escuchar mi voz y se dedicara una y otra vez dos estrofas y un coro escritos por mí. Pensé que las ondas emitidas desde ese edificio de la séptima con 67 me traerían la felicidad (la salud, el dinero y el amor) y justo ahora me doy cuenta que la salud es golpeada cuando menos se espera por más que procures ser responsable contigo mismo, que el dinero fluye en contra de la voluntad y la organización y que el amor viene en formas tan diversas que se te escapa de las manos sin que puedas hacer nada ("tu cariño se me va, se me va, como el agua entre los dedos").


Hoy me levanté a buscar algún método de contacto con mi motivo de alegría intravenosa y aparentemente ha desaparecido, se ha esfumado, se ha mudado de casa y no sé dónde encontrarlo (para dejar un mensaje marque uno, para borrar el mensaje marque dos, para guardar el mensaje marque tres). Ahora no sé si reencontrarme con mi motivo de alegría sea una buena idea, si sea conveniente para mi alegría escapar para siempre y "lo tuyo es círculo cerrado". Por ahora sigamos esperando que mi canción suene en la radio, que me traiga la alegría momentánea que vine a buscar (aunque sea por vía enteral ya que me quedé sin jeringuillas) y volvamos a escuchar a Chris Cornell cantándome al oído ("I'm your dissappearing one").