martes, 25 de agosto de 2009

Profeta en el Desierto



Yo sabía que mi papá era liberal y mi mamá era conservadora, aunque no entendía muy bien en qué consistía lo uno o lo otro. Me acuerdo de las cuñas radiales de la campaña presidencial de Álvaro Gómez en 1986 y me acuerdo de la alocución presidencial televisada de un señor de orejas peludas llamado Virgilio Barco. En un mueble de ropas de mi casa – desde siempre – estuvo pegada una calcomanía con la cara de Luis Carlos Galán (de su campaña de 1982) y hacia 1989 en los noticieros se hablaba mucho de los precandidatos presidenciales y de Pablo Escobar y de los Pepes y de fútbol (de Arnoldo Iguarán, de la Gambeta Estrada).
Se sentía en el aire que iban a matar a Galán. Todo el mundo sabía que iba a ganar y todo el mundo decía que iban a intentar matarlo (como en Crónica de una Muerte Anunciada, pero a diferencia de Santiago Nassar Luis Carlos Galán sí lo sabía). Hasta en el colegio hablábamos de eso. Mi mamá (que era conservadora y no sabía por qué) decía que iba a votar por Galán, que él si iba a poder cambiar el país. El miércoles 16 de agosto me trasnoché viendo un eclipse de luna y pensé que acostarse tarde era delicioso. Dos días después, el viernes 18, mientras veíamos televisión, dieron la noticia del atentado a Galán y pensé que debía haberme acostado más temprano.
Me dio tristeza, pero le creí al noticiero y pensé que Galán iba a salvarse para salvar a mi país (yo sabía que Colombia estaba mal, pero no sabía por qué). Me acosté a dormir intranquilo. Mi papá había prendido el radio de pilas y estaba pendiente de la información. Un par de horas más tarde le subió el volumen al radio como si la potencia aumentara la veracidad de las palabras. Galán estaba muerto y era como si mataran a Superman cuando estábamos al borde del precipicio. Durante años guardamos en el bifé del comedor los periódicos del domingo 20. ¿Y ahora quién podrá defendernos? Los colombianos no creían en nadie y múltiples actores habían asesinado a tres precandidatos liberales: Así que César Gaviria ganó las elecciones con un índice de abstención insuperable y en medio de una oleada de escepticismo (¡carambolas! como cuando uno juega pool y apuntándole a la bola 1 mete la 14 y la 15).
El 91 trajo una nueva constitución y en las clases de democracia nos enseñaron para qué servían la fiscalía, la contraloría, la procuraduría y la tutela. Al menos en el colegio recuperamos la esperanza. Mataron a Pablo Escobar y pensamos que todo arreglado, que todo bien, que ahora sí el país estaba a salvo. Hoy, 20 años después, me pregunto cómo hubiera sido el país con Galán presidente y creo de corazón que la diferencia no sería mucha. Tal vez infortunadamente la muerte de Galán, de Jaramillo Ossa (que era el punto final del exterminio de la UP), de Pizarro y de nuestra esperanza llevaron de una u otra forma a las iniciativas de la séptima papeleta que nos dieron la nueva constitución.
Colombia está lejos de ser un país ejemplar, pero estábamos mucho más lejos en 1989. Sin embargo, desearía que a este hombre la vida le hubiera dado la oportunidad de pasar de las palabras a los hechos.

3 comentarios:

  1. Yo que tengo pensamiento conservador y creo saber por qué, estoy seguro de que Galan no hubiera cambiado el país, sin embargo, también creo que hubiera sido un buen Presidente. Hubiera votado por él. Lástima también por Álvaro Gómez, Por Pizarro, por Lara Bonilla y por toda la UP. La democracia debería permitir el diálogo y no propender por la exterminación. No más muertes.

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  2. Tal vez el sacrificio de Galán contribuyó, de forma dolorosa, a un primer intento moralizador en el país y ese puede ser su mayor aporte a la historia de Colombia. ¡Qué triste función jesucrística para un hombre lúcido y brillante como él!

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  3. De acuerdo contigo: quizás con galán las cosas no habrían cambiado gran cosa, pero qué sería de una patria sin unos cuántos mártires...

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