viernes, 29 de abril de 2011

Bos Taurus III

No sé hasta qué hora nos besamos en Chipre, pero cuando llegamos a mi casa ya amanecía y tuvimos tiempo de comer arepas con café con leche antes de que ustedes se marcharan en un taxi. Años más tarde te confesé que me quedé dormido boca arriba pensando en ti y con una sonrisa en la que había agradecido las alineaciones cósmicas que nos permitieron a ambos romper con la timidez habitual esa noche de enero: La manzanilla que me había tomado yo, los cocteles a los que él te había invitado, olvidar por un momento lo que dirían todos cuando se enteraran. 
Por eso se me hizo un poco doloroso que me pusieras la mano sobre el pelo y me sonrieras al bajar por las escaleras de la plaza, porque yo me quedaba ahí sentado muy arriba en el tendido y tú bajabas con él hasta la barrera, ahí donde uno puede oler la mierda del toro, escuchar su respiración y ver el sudor en la frente del torero. Borré todos los recuerdos de esa tarde así que quiero pensar que fue una pésima corrida, que fueron más emocionantes las tardes en los años venideros, el sabor del licor que salía de la bota a chorros, los besos que tardaron mucho tiempo en dejar de ser novedosos, las noches innumerables en las que me quedé dormido abrazándote y agradeciendo haber vencido mi propia timidez en esa noche de enero.

jueves, 28 de abril de 2011

Aqua Virgo (Ángulos y paralelas)

La compleja red de acueductos que abastecía a Roma y a las principales ciudades del imperio tuvo en el Aqua Virgo una de sus maravillas de la ingeniería. El acueducto, que llevaba agua a la ciudad usando únicamente la fuerza de la gravedad, tiene una diferencia de apenas 4 metros de altura entre la fuente de agua y el destino final en medio del Campus Martius. Como el acueducto tenía una extensión de más de 20 kilómetros, la inclinación era prácticamente imperceptible a simple vista.

Algo así me pasó contigo y con todos los personajes con los que he tomado distancia gracias al tiempo: Nos encontramos en un momento en el que creíamos que la vida nos llevaba por rumbos paralelos, pero en realidad nos íbamos distanciando día tras día sin apenas notarlo, formando un ángulo que en aquel entonces era prácticamente imperceptible. 

Estás sentada frente a mí, separada por dos rollos de canela, un vaso de leche y uno de jugo. Hace sol en Bogotá y me gusta verte. Tienes la misma sonrisa de los 14 años, levantas la ceja derecha de la misma manera. Me despido con un abrazo fuerte - que dura mucho menos de lo que ambos quisiéramos - antes de que regreses al extremo actual de tu propia semirrecta.

martes, 26 de abril de 2011

Home Alone

1. Salí de mi casa a los 21 años. En aquel momento no me pareció nada heróico ni un gran reto. Era lógico salir de la universidad e irme de mi casa y de Manizales para lograr lo que quería lograr. ¿Qué tenía de heróico salir de mi casa a los 21 cuando mi hermano se fue a los 18 y mi papá huyó de la suya con un circo a los 12?
Cuando volvía a Manizales y me reencontraba con mis amigos, que seguían acomodados en la deliciosa maternalidad de su casa, no sentía la distancia. Ahora sí la siento.
2. El miércoles en la noche nos sentamos a jugar Risk. Santiago y Diana (30 y 30) llevan varios años viviendo juntos, Paula (30) ha vivido toda la vida en su casa con sus papás y sus tres hermanos menores, Cristina (29) vive sola y yo (29) estoy acostumbrado a cambiar de compañeros de apartamento como de cepillo de dientes.
Dijo Cristina que cualquiera de los psiquiatras que trabajan con ella se deleitaría leyendo nuestra forma de jugar y la manera de acomodar los ejércitos por fuera del mapa: La ayuda cómplice entre Diana y Santiago, la manera en que Paula defendía sus posesiones en Asia, la tranquilidad de Cristina para retar a cualquiera de sus vecinos y la forma en que yo expandía y fortificaba mis posesiones en el frente.
3. Me encanta sentarme a charlar con mi papá, a hablar con él de música, a oír cómo se queja del Once Caldas y de lo malas que son las corridas que pasan cada sábado en TV Azteca, que me cuente sobre los medicamentos que toma y los tratamientos que le hacen como si yo entendiera perfectamente el funcionamiento del cuerpo humano (a veces me hace preguntas que debería hacerle a un médico internista). Me encanta oírlo contar chistes y sentir que hablamos entre adultos, de hombre a hombre. Cuando mi papá se fue de la casa a mi se me rompió algo, se me acabó la infancia y esa relación de hombre a hombre se configuró de forma casi inmediata. Aunque me pagó la universidad y me ayudó económicamente durante mis primeros años en Bogotá no volví a consultarle ninguna de mis decisiones desde aquella ruptura, simplemente le cuento qué voy haciendo con mi vida y de buena gana - o no - lo acepta. La última vez que estuve en su casa vi a mi hermano Alejandro pedirle permiso para ir a una fiesta de 15. No entendí.
4. Me gusta acostarme y poner la cabeza en las piernas de mi mamá para que me sobe el pelo, olvidar que voy a cumplir 30 y ella 50, sentirme de nuevo como el niño al que ella le enseñó a leer, a escribir, a cantar y a lavar a mano sus propias medias. Una vez me insinuó que quería venirse a vivir a Bogotá con mis hermanas para que estuviéramos de nuevo todos juntos. Le dije que sería bonito estar de nuevo en la misma ciudad pero que ya no podría vivir mi cotidianidad en su casa. Se entristeció un poco. Meses más tarde me dijo que su plan había cambiado, que envidiaba un poco mi autonomía, que ella siempre había sido la hija de alguien, la esposa de alguien, la madre de alguien, que quería estar a solas y conocerse, que le encantaría probar la marihuana antes de cumplir los 50.
5. Y tengo amigos que ya pasaron la barrera de los 30 y siguen ahí, felizmente acomodados en la cálida maternalidad de sus casas. Y tienen quién les lave la ropa y les prepare la comida, y están pagando un carro o un apartamento o - en el caso más cómodo - una o dos facturas. Y tienen que buscar espacios de privacidad para el sexo (pagan moteles, se van de paseo) y no pueden despertar acompañados en su propia casa y muy seguramente van a salir de allí a un pequeño apartamento que compartirán con su esposo o su esposa y cuando lleguen a la edad de mi mamá van a llegar a la misma conclusión: Siempre he sido el hijo de alguien, el esposo de alguien, el padre de alguien. Hay días en que los envidio (como anoche cuando quería recostar mi cabeza en el regazo de una mujer - no necesariamente mi mamá - para que me sobara el pelo), pero casi siempre los compadezco.
6. La complicidad de Elsa y Lucho me hace feliz. Este apartamento está a toda hora lleno de música. Siento que estoy viviendo uno de los mejores momentos de mi vida.
7. Un niño está listo para pasar de una manada a una tropa Scout cuando puede pasar una noche a solas. Si sabe hacerlo todo bien, el lobato recibe la insignia de Lobo Rampante. Tengo 29 años y ya puedo poner la imagen del lobo en mi guerrera.

lunes, 25 de abril de 2011

Julia (Un cuento musical)

Casi todas las noches llego a mi casa y por más que esté exhausto empiezo a escribir mientras me tomo un ron. A veces me sorprende la madrugada y es casi hora de ir a abrir la tienda, pero es que no quiero volver a Cali con las manos vacías, no quiero regresar con el rabo entre las patas. La escritura es un ejercicio, una disciplina, es como hacer miles de flexiones de pecho para hipertrofiar ese músculo que algún día pondrá mi nombre en letras de molde en Broadway (no me conformaría con un Off Broadway, no me conformaría).
Cuando me miro al espejo, el ascenso de la línea capilar me recuerda que ya crucé de largo la barrera de los 30, que la pelea que tengo casada con esta ciudad no es una contrarreloj sino una prueba de resistencia, que Nueva York es mi amante y a la vez mi enemiga, que todos los días me levanto para conquistarla y también para vencerla. Salgo a trabajar en la tienda después de dormir muy poco y cuando cae la tarde los últimos rayos del sol me emocionan. Pienso entonces en Julia.
Ahora es verano y anochece después de las nueve cuando la gente ya ha empezado a entrar al bar y a tomarse las primeras cervezas, pero alrededor de las seis el corazón empieza a darme los primeros avisos.
Casi todos los días la veo llegar con su maletita de ejercicios llena con lo que sea que usen las chicas que bailan ballet. La puerta se abre y ahí está la silueta de Julia, pequeña, delgada, fina y delicada como un suspiro, como una tarde de domingo en Soho.
A la media noche el tráfico en el bar es bárbaro y Julia parece bailar entre las mesas, recibiendo propinas, tomando pedidos, mientras yo finjo interés en las historias de los borrachos de la barra que beben y comen maní. Ayer tenía la noche libre y sabía que Julia no estaba, que llegaría directo a sentarme en la barra a tomarme un ron y a comer maní sin querer contarle nada a mi propio reemplazo. Pensarán que sería mejor descansar, llegar temprano a casa y pasar la noche frente a la máquina de escribir ganándome la letra de molde en Broadway, pero la vida está en seguir el instinto, en irse de bruces hacia donde te lleve el olfato. No esperé por Julia, descansé de la excitación hasta que ella descargó en el suelo su maletín de ejercicio y se sentó a mi lado.
- Un día de mierda dijo - antes de pedir un whisky y empezar la conversación que nunca antes tuvimos.
Cuando bailamos le hablé de Juanchito y ella me contó historias de sus padres que fueron jóvenes en Ponce. Hubo un punto de giro, una fractura en el destino escrito, una evolución histórica que coincidió con la presión de mi mano derecha sobre su cintura. La sentí toda morena, pequeña, delgada, fina y delicada como un suspiro, como una tarde de domingo en Soho.
A esta hora canta en la ducha y piensa en qué mentira le dirá a sus padres. En breve la veré entrar por esa puerta, envuelta en una de mis toallas y pensaré que tal vez tengo otra razón para lograrlo, para quedarme. Julia no va a conformarse con menos, todo esto es un ejercicio, miles de flexiones de pecho, un paso adelante, cada vez más cerca de su nombre y el mío en letras de molde en Broadway.

Estudio

El aguacero del viernes nos encerró en el estudio de grabación. Todo son revelaciones de cosas que uno no necesita decir o preguntar y el silencio entre Manuel y yo es la segunda mejor forma de expresar lo que ambos sentimos, lo que ambos sabemos del otro, los secretos que a nadie más contamos. Nadie me conoce como él y cuando yo llego con letras nuevas entiende que todo aquello que está pasando en mi vida, la suya, la de Sebastián o la de aquellos a quienes conocemos se va convirtiendo lentamente en canción, en imagen para la posteridad, en postal de un momento muy específico. 
Con el paso del tiempo se me empiezan a olvidar los rostros que dieron origen a esas canciones y a veces se me cruzan por la cabeza otras personas y otras historias cuando volvemos a tocarlas. Pero en el estudio de grabación las ideas están frescas, los rostros están vivos, las sensaciones aún son nuevas y uno casi que puede oler las pieles al desnudo, las minúsculas porciones de carne que se van quedando en cada nuevo alambrado, las fibras mordidas por los mismos dientes que ahora se juntan haciendo sibilancias, convirtiéndose en fonemas cantados, en electromagnetismo, en ceros y unos que después serán música otra vez.
Tomo la guitarra y le meto el corazón a los dedos, me paro frente al micrófono y empiezo a escupir el alma en cada toma. Ahí está mi terapia, mi juguete favorito, mi alabacea testamentario, todo lo que le pedí a mi mamá cuando le dije que quería un hermanito para no tener que jugar al fútbol con mi amigo imaginario.

sábado, 23 de abril de 2011

Vivo

Bardot (Bogotá) - Junio de 2010 - Foto: Flavio Vargas
1. La primera vez que me trepé a un escenario lo hacía no para cantar sino para fingir que cantaba. Eran las fiestas de los 20 años del LANS (en 1991) y yo me gané $3.000 en un concurso de fonomímica en el que compartí el primer lugar con un estudiante de segundo de primaria. No puedo negar que me gustaron los aplausos, pero fingir que era Antonio Aguilar y que cantaba Ay Chabela y Juan Charrasqueado no sería tan divertido como lo sería en realidad cantar algo o tocar un instrumento en público.
2. Como Wilmar Granada - el profesor de música - nos sacó a última hora del programa del Banquete de Amor al Colegio en 1992, mi mamá se dedicó a odiarlo para siempre. Ahí nos quedamos Luisito, Beto y yo con nuestras flautas dulces en la mano y con nuestras canciones montadas y el uniforme de gala impecable. 
3. Ella (mi mamá) me había inscrito en clases de flauta dulce en la Rafael Pombo y con tres meses de clases me pasaron al nivel avanzado, así que hice en un año lo que los demás niños hacían en dos. La clausura del año lectivo la hicieron con una presentación en el Teatro Los Fundadores y recuerdo que cuando se abrió el telón yo me quedé anonadado con esas luces en la cara y con ese foso negro que se ve al fondo, en el cual uno apenas distingue ciertos rostros entre el público y ese rumor, ese rumor constante en el que uno no deja de pensar si lo está haciendo bien o no.
4. Era el 30 de mayo de 2009. Empezamos el show de lanzamiento del disco con una introducción rara para Cinema y lo cerramos con Amanacer. Los 18 meses de grabación de Nocturno cobraron sentido esa tarde. A veces veo la transmisión de Telecafé y todavía me conmueve un poco. Fue en ese mismo Teatro Los Fundadores. Al foso negro de público murmurante se habían unido las luces y las grúas de un equipo de televisión. Habían pasado casi 17 años.
5. La primera presentación del GEOS (Grupo Especial de Operaciones Sicológicas) se llevó a cabo también a las afueras de ese mismo teatro en 1998 y a mí en ese entonces me parecía que seis años era una eternidad, que era bonito volver a tocar allí después de aquel debut, después de haber recorrido los colegios femeninos de Manizales, tiple en mano, tocando música andina con el grupo de folclor del colegio y recogiendo números de teléfonos a los cuales después no me atrevía a llamar (esa timidez que aún hoy no logro sacarme del todo de encima).
6. Sara Loop fue la mejor banda en la que estuve antes de formar Gatoblanco. Estábamos allí Sebas, Manuel y yo junto con Mateo Pinzón (guitarrista, vocalista y compositor de todas las canciones) más Caliche (un DJ que hacía scratch con acetatos a la usanza hip hopper) ensayando cada sábado en la tarde en la casa de García. Como nunca hicimos un solo concierto, Sara Loop murió en el olvido como un recuerdo grato.
7. Nos presentamos como Vórtice y escogimos el nombre en el taxi, ya que nos autodenominábamos la No Name Band, aunque después fuimos Ultrack y Señor Naranja. Esa fue la primera vez que toqué en vivo con Sebas y Manuel. Los padres del Gimnasio Horizontes nos abuchearon. Abrimos con Ava Adore de Smashing Pumpkins. Era el 10 de junio de 2000 y mi mamá estaba cumpliendo 39 años. Tres años después éramos Gatoblanco.
8. Estar en una banda que no toca en vivo no tiene sentido. No tiene sentido. Grabar y grabar canciones que uno no sale a tocar es como tener muchos encuentros sexuales sin un solo orgasmo. Cuando se abre el telón y uno ve el bar, la discoteca, el teatro o cualquier espacio oscuro matizado por esas luces enceguecedoras recuerda para qué hace música. No hay sensación comparable, no hay placer espiritualmente más satisfactorio que oír a alguien cantando una canción tuya.


Gatoblanco - Cinema - Revolution Bar (Bogotá) - Septiembre de 2010

Las Cuatro Nobles Verdades y el Rock and Roll

Me tomé el atrevimiento de sugerirle a mi amiga, que desde hace días lidia con uno de esos dolores de tipo sentimental, que procurara conseguir Las Cuatro Nobles Verdades y leerlo durante la Semana Santa. Y digo que fue un atrevimiento porque en mi incipiente acercamiento al budismo he descubierto que la evangelización no es una de las características propias de esta fe (la llamo fe porque la considero más un modelo filosófico que una religión) a diferencia de las monoteístas, particularmente de todos los tipos de cristianismo.
Y le sugerí a mi amiga leer Las Cuatro Nobles Verdades porque aunque su lectura no le garantizará encontrar el camino para dejar atrás de forma definitiva ese amor tan bonito pero tan dañino, sí es probable que le ayude a desmenuzar el problema y a entender por qué le duele y cómo convertir el amor en una forma de compasión, en todo sentido más amplia y menos dolorosa.
Últimamente he estado pensando mucho en el papel de los celos en las relaciones - establecidas o no, formales o no - de pareja. Y empiezo a pensar que por más que dentro de nuestros modelos monógamos lo ideal sea tener una persona junto a uno; el amor, el gusto, el magnetismo o cualquiera de esas sensaciones que nos atraen hacia alguien pueden llevarnos también a sentirnos atraído por alguien más. Como el deseo y las ganas de exploración no se apagan, existen tipos perdonables de "infidelidad" (odio esa palabra) y todo en ese "tú y yo" se hace relativo.
Por supuesto, existe un límite entre la curiosidad y la duda y su mal vecino el descaro. Si no fuera por la música no me sería fácil equilibrarme e impedir que esas sensaciones me hagan una persona social y sentimentalmente disfuncional. Los tipos dedicados al rock and roll (no me atrevo a incluirme en ese grupo porque mi estilo de vida es mucho menos rockanrollero de lo que se esperaría para un rockstar [pero mucho más rocker de lo que se esperaría para un oficinista]) parecen ser personas altamente sensibles hijueputizadas por experiencias de exposición a personas descaradas, así que alternan ellos mismos la sensibilidad con el importaculismo. ¿No lo han notado en las canciones de los Stones, de Zeppelin o de los Black Crowes?
Todos tenemos algo dañado, me decía mi amigo Ricardo el jueves. Todos tenemos una pieza averiada. Lo importante es encontrar el modo de repararla cada tanto. Las Cuatro Nobles Verdades de Buda y el Rock and Roll me han funcionado muy bien a mí.

jueves, 21 de abril de 2011

Bos Taurus II

Así son estas cosas y por eso es que quiero dejarlo. Te descuidas un segundo y el toro te pilla, te engancha sin que tengas tiempo de hacer más que tratar de sacártelo de encima. Y no es para tanto, hombre, en un ratito llegamos a Córdoba y allá el doctor se encargará de todo. Unas puntadas y todo arreglado. No era necesario que le avisaran a Isabelita, para qué preocuparla, debe estar angustiadísima. No era para tanto, hombre, no era para tanto.
Y qué calor hace, ¿eh? ¡Qué sed! Que eterna esta carretera. Seguro me paro en unos días y ya les digo a todos que voy a dejarlo, que ya no soy un chiquillo, que las piernas ya no me responden como antes y que quiero vivir tranquilo con Isabel y con el niño, verlo crecer y que haga con su vida lo que quiera. Lo que quiera menos ser torero.
Ya he sentido este calor tantas veces, se siente como un martillo hirviendo que te penetra la carne con un golpe inesperado. Algo se rompe, algo está deshecho, pero uno se tranquiliza y le pide a todos que estén tranquilos.
Qué eterna esta carretera, qué mala. Parece que hubiéramos salidos hace mil años de Pozoblanco.
El mareo lo soporto y el calor. Pero no sé qué voy a hacer con esta sed.
Pero no era para tanto, hombre. No era para tanto.


miércoles, 20 de abril de 2011

Tocar un árbol / O sole mio

Este arbolito estaba parado junto al río que baja por la calle 110 con una inclinación de aproximadamente unos 30 grados (si pudiéramos formar un ángulo trazado con una línea imaginaria paralela al horizonte). Hoy lo encontré caído de bruces contra el cemento del caño y me dieron ganas de llorar, aunque sus ramas estuvieras secas y ya no tuviera hojas y pareciera más un mueto viviente que un árbol sano.
Frente a mi casa hay un eucalipto; un eucalipto grandísimo al que le van a cortar muchas ramas porque está a punto de meterse por las ventanas a los apartamentos del tercer y el cuarto piso. A veces cuando llego caminando desde el occidente toco el tronco del eucalipto y siento que me entra una energía rara, como si el eucalipto me hablara, como si hubiera guardado energía e historias de todos los años que lleva ahí parado, muchos más de los 29 que yo llevo caminando por el mundo.


Cuando te miro a los ojos pienso que las cosas bonitas se construyen así, despacio, sin afán y sin pausa como los árboles que crecen sin que uno se dé cuenta: 
  • Cuando te miro a los ojos y se te llenan de lágrimas me dan ganas de abrazarte y sentir que me hablas como ese eucalipto, que me cuentas las cosas que han pasado en este mundo desde mucho antes de caminarlo; las historias de tus abuelos y los míos, los mundos de los que venimos. 
  • Cuando te miro a los ojos y sonríes es difícil no mirar hacia otro lado porque luces insoportablemente hermosa, porque es como si saliera el sol, como si lo tuviera enfrente en la costa napolitana; aunque lo único italiano entre nosotros es el origen de esta pizza que estamos compartiendo.

martes, 19 de abril de 2011

Bad Romance


"I want your love and I want your revenge, I want your love, I don't wanna be friends"
Lady Gaga - Bad Romance

Yo iba de salida reencontrándome con el tipo que era casi una década atrás, con el que iba conociéndose a sí mismo, con el que iba siendo mejor persona y no pensaba en nada ni en nadie más. En aquel entonces el amor me tomó por sorpresa - justo en el momento en que lo único que quería era estar a solas y tranquilo -  y con ese amor crecí y puse fin a mi adolescencia y me hice hombre y no sentía más que gratitud por el tiempo vivido y el dolor de los sueños que ella y yo ya no íbamos a materializar juntos.
Iba tranquilo de salida, reencontrándome con el tipo que era casi una década atrás y apareciste vos. ¿Qué más daba meter otra mujer a mi cama en aquellos días de cinismo, escepticismo y descaro?
Jugamos ese juego en el que uno se confunde y no sabe si quiere a alguien o si simplemente está juntando sexo, soledades, tristezas y un cariño que nace en una génesis malsana.
No pude alejarme aunque lo intenté en repetidas ocasiones. Era un mal romance y era evidente para todos menos para nosotros dos, particularmente para mí que tiendo a otorgar siempre el beneficio de la duda y no había vivido más que cosas bonitas, simples y transparentes.
Entré en el juego del drama, hice pataletas, sentí celos, escribí desde la rabia, el agobio, la desesperación y el deseo intenso. Tuvimos momentos brillantes de cariño y tranquilidad, en los que nos gustaba despertar al lado del otro. Pero lo que mal comienza mal termina. Te mentí y me mentiste, te engañé y me engañaste aunque encontráramos siempre una excusa para esos deseos escondidos de hacernos daño. Fue un mal romance que en vez de tener un grand finale se acabó cuando me abriste la puerta trasera. 
Ya había encontrado refugio espiritual y tranquilidad para el alma, ya me iba en paz y el deseo estaba extinto. Te quise y te quiero pero dejé cortes finos de mi corazón en tu balcón y los gusanos ya hicieron su trabajo. 
Supongo que todos aprendimos algo de esta historia: Entre el suelo y el cielo nada queda oculto. Ahora ambos podremos caminar por ahí - sin palabras - y con la frente en alto.



lunes, 18 de abril de 2011

Poli (Un cuentico musical)

La vio pasar con una sombrilla gigante por la otra acera mientras toda el agua del cielo bogotano caía sobre él. Pensó en Poli de Zoé (por-que-ya-no-le-ca-bí-a-du-da de que ella fuera su chica ideal y porque no quería dejarla ir al pasado sin hacerla parte de su presente). 
Al suspirar sacó del fondo de los pulmones todo el aire contenido en ciclos continuos de desamores y escepticismo. Vio cómo el viento desorganizaba su pelo ondulado de visos rojos y amarillos. Pensó en su forma de escribir, de caminar - la cadencia de su cadera ancha como de yegua - en el olor que había dejado en su almohada, en el sonido de su voz entonando canciones hermosas en el baño, en el color que el sol le daba a sus ojos en la tarde. 
No podía dejarla pasar - no esta vez - no iba a permitírselo. Sería como dejar que ese taxi vacío le pasara por el frente sin al menos levantar el brazo, como dejar que Poli se convirtiera en su canción.
Salió a su encuentro.
Gritó su nombre.

Comentarios Inútiles XVIII

Domingo/Martes
1. ¡Ay Bogotá! ¡Esa hermosa tendencia tuya a alimentarme la desesperación y el amor a intervalos! Esta semana estuve escuchando de nuevo a Pala (Carlos Palacio, un cantautor de Medellín que vino a dar a Bogotá y luego se fue para Buenos Aires) y recordé cómo me ponía blandito el corazón escuchar su álbum Palabras. El disco tiene dos canciones (Bogotá y Colombita) que me hicieron pensar mucho en aquel entonces en la forma en que uno va desarrollando amor por los espacios, por los países, por las naciones, por los estados mentales derivados de la sociedad que -  la larga - es la que le da sentido a esas divisiones políticas y administrativas. Creo que era Armando Silva el que hablaba de una especie de doble nacionalidad que desarrollábamos los colombianos no nacidos en Bogotá que veníamos a dar aquí. Hablaba del bogotano nativo, del valluno-bogotano, del costeño-bogotano, del paisa-bogotano e incluso del caso particular de los nacidos en Bogotá hijos de padres provenientes de regiones distintas del país. Ayer estuve de paseo por Bogotá - cosa que últimamente hago cada vez menos por la anestesia general en la que se convierte el moverse siempre por los mismos espacios - y al atardecer - en un café del centro - volví a sentir el flechazo.
2. Nada más tonto que poner en la balanza o incluso en la misma categoría el amor que uno siente por el lugar en que nació y el que siente por el lugar en el que ha elegido vivir. Siempre he hecho la misma comparación y me perdonarán mis lectores si ya se los había comentado alguna vez: es como comparar el amor hacia la mamá con el amor hacia la novia. Las tragedias recientes ocurridas en la ciudad de Manizales me tienen terriblemente triste y decepcionado. Si no fuera porque mis padres, mis hermanos y algunos amigos están allá no tendría razón alguna para visitar mi ciudad natal. Leer los titulares me desinfla. Hace unos días en este mismo blog estuve reflexionando acerca de la naturaleza del manizaleño y ese día no recordé la distinción hecha por Armando Silva. Ahora tengo esa 'doble nacionalidad' de manizaleño-bogotano.
3. A la luz de las reflexiones de Silva, Ven Aquí (una canción de Gatoblanco que grabamos hace un par de años con Sebastián Yepes y Andrés Gutiérrez - de Tinto - ) sería entonces una canción hecha por manizaleños bogotanos. Quisiera volver a entenderla desde ese punto de vista, quisiera volver a sentir las cosas bonitas que sentía por mi ciudad natal en ese momento, pero justo ahora no encuentro cómo.
4. La vida es de ciclos, de periodos; de querer vivir de noche o disfrutar al máximo el día, de trabajar duro o tomar el tiempo para conocerse a sí mismo, de tener el corazón dispuesto para enamorarse o disfrutar de la gente nueva y el tiempo a solas. De soñarse como estrella de rock y escritor afamado o de adorar el anonimato y la consignación quincenal en la cuenta de ahorros. Hay que estar atento, hay que tener olfato, asertividad y capacidad de adaptación para evitar que se pierda la oportunidad de vivir algo bonito. La vida está llena de felices coincidencias.
5. Anoche estaba pensando en palabras impactantes, en discursos o textos que he recibido y que nunca se me van a olvidar. Recordé tres por razones distintas:
a. El mejor consejo: - "No se le olvide a qué vino".
b. La frase escrita más conmovedora: - "Gracias por ser profesor de corazones duros como el mío".
c. La que aún no entiendo: - "Tu mayor problema es que eres adicto a la belleza".
6. La historia es un cuento bien raro. Eso le decía yo a Jálida, mi amiga historiadora. Entre las carreras que siempre me llamaron la atención estuvieron la historia y la literatura pero a ambas las descarté por la misma razón por la que no quise estudiar música en la Universidad de Caldas: No quería ser profesor. Inevitablemente la docencia ha hecho parte de mi vida y no es algo que me incomode (uno se adapta, la vida es de ciclos). En todo caso lo que me gusta de la historia es que nos permite saber de saber de dónde venimos pero es precisamente esa la misma razón para no querer saber mucho de ella. Richard Ashcroft lo expresa de la mejor manera en God In The Numbers: "The more I learn of history the more I hate it, 'cause we're repeating things we did a thousand years ago". ¿Y la historia de Jálida en qué irá? Me contaron que se había casado.
7. Me gusta el número 18. Suma 9. Me trae bonitos recuerdos. La música, la matemática, la religión, la naturaleza, todo parece estar interrelacionado y es como si sólo algunas personas en el mundo parecieran entenderlo. Dice Ashcroft en la misma canción, una y otra vez: "I saw God in the numbers, I saw God in the numbers".
8. Juro que es la última vez que cometo el error de comprar unas gafas y no comprarles inmediatamente un estuche duro. No sé en cuantos marcos me he parado, me he sentado o he estripado dentro de un maletín relleno de pendejadas. Y si a eso le sumamos los retenedores de ortodoncia entenderemos por qué los dientes se me están volviendo - otra vez - una fiesta, una bacanal.
9. Real Madrid vs Barcelona FC. Se repetirá no sé cuántas veces este mes. ¿Y a mí eso qué? ¿Una victoria de uno o de otro cambiarán mi situación financiera, sentimental o de salud? Si todo está interrelacionado, es posible que sí.
10. La armonía vocal es una cosa muy bonita. Desde Natalia Merlano - una compañera de clase de la ASAB - no hacía un trabajo armónico vocal con una mujer. Y éste fue espontáneo. Sonará muy dramático - lo sé - pero fue un milagrito instantáneo.
11. Me dijo Mauricio esa vez: - "Le tengo que presentar una amiga que sé que le va a gustar". - "¿Y cómo es?" - dije yo. - "Amarilla" - respondió.
12. Esta señora me regaló un paquete de gomitas y me dio mucha pena simplemente decirle gracias mientras trataba de recordar su nombre.

jueves, 14 de abril de 2011

Growing Up (Té rojo)

Llegar a casa y poner a hervir agua en la tetera. Quitarme los zapatos, las medias, ponerme el pantalón de la piyama y sentarme en el tapete. No hay ruido y se puede respirar a solas durante unos minutos. Traer el té y abrir el laptop, dejar que los dedos improvisen sobre el teclado como si en vez de un obrero de la palabra fuese un pianista de jazz, como si elaborara variaciones sobre escalas eternas en los trastes de Cecilia, como si quisiera sacarle musicalidad a la madera en vez de buscar bonitas palabras para enviarle mensajes encriptados:

- "Mirá, ojalá estuvieras aquí. Soy casi un adulto y está sucediendo lo que nunca pensé que iba a suceder: crecer me gusta. Es bonito quitarse los zapatos al llegar a casa, preparar algo de té, leer un poco, componer canciones bajo la lluvia bogotana en vez de estar buscando fiestas para abordar desconocidas o hablar con la gente de la industria del entretenimiento. Es bonito salir de la ducha y sentir que mi línea capilar asciende año tras año, que cada vez tengo más pelos en todas partes, que cada vez es más difícil bajar una libra de más pero cada vez es más fácil identificar las trampas y los tesoros que la vida me va poniendo en el camino. Que cada vez es menos sencillo aguantar 30 minutos en la banda sin fin, pero es cada vez más natural pasarme horas en la hamaca leyendo o tratando de escribir palabras dulces. Sería bonito que estuvieras aquí y probaras el último sobre de té rojo, o alguna de mis recetas improvisadas mientras se nos va la noche hablando - sin parar - de temas irrelevantes y fascinantes, mientras te enseño cómo se afina un ukulele o hablamos de temas vetados para la gente normal como la política y la religión, o mientras te enseño las fotos que tengo guardadas en el clóset, mientras decidimos si sí va a suceder ese beso que nos permita ser un poco parte el uno del otro y a lo mejor intercambiar recuerdos: Llevarte conmigo a ese concierto en el que no estuviste y que me lleves contigo al recital aquel que yo tanto te envidio".

Avenida Eldorado

Recién llegábamos de Santa Marta. Ellos seguían para Manizales y yo me quedaba en Bogotá. Me despedí de mi tía Ana y de Gloria (una amiga de la familia que había viajado con nosotros). Le di un abrazo a cada una de las gemelas - que tenían apenas 10 años de edad y que nunca habían visto a nadie irse de la casa (ellas no recuerdan la familia con mi papá a bordo) - y ambas tenían los ojos llorosos. Le di un abrazo a Manuel que tenía la boca torcida (como cuando tiene ganas de llorar pero no quiere hacerlo) y le dije que lo iba a estar esperando.
Me paré frente a mi mamá que no paraba de llorar. El viento nos despeinaba a ambos. Me abrazó, me dio un beso y me dijo al oído:
 - "No se le olvide a qué vino, recuérdelo siempre".

Subí mis dos maletas al taxi y tomamos rumbo al oriente por la Avenida Eldorado.
No se me olvida, mamá. Todos los días lo recuerdo.


miércoles, 13 de abril de 2011

Requiem for a record store

I. De niño yo me la pasaba donde el pediatra. Cuando no era que me iba a matar la anemia era alguna otra cosa rara (el caso típico del hermano mayor que sirve para experimentar mientras a los demás les va mejor con la genética y la experiencia paterna).
Casi siempre que salíamos de una cita médica pasábamos por una discotienda que quedaba en la 23 (donde ahora debe haber algún remate de zapatos) y mi mamá me compraba un cuento de Disney de esos que venían con librito y disco de 45 RPM. Así aprendí a leer, a asociar las imágenes con las palabras escritas y con las acciones que iba narrando el disco. Mi mamá dice que yo memorizaba los cuentos y que fingía leerlos diciéndole a la gente que ya había aprendido a leer.
Cuando no ponía los cuentos de Disney tomaba los pequeños discos del sello "Costeño" (filial de Codiscos) o de FM Discos y Cintas y escuchaba los vallenatos que a mi papá tanto le gustaban por esos días: Otto Serge y Rafael Ricardo, Lisandro Meza, Romualdo Brito (Si logro encontrar en Manizales las fotos en las que estoy sentado junto al equipo de sonido con un montón de discos de 45 la escanearé para ilustrar esta entrada).


II. La primera ruptura con la música de mis papás fue una ruptura de género porque me empezó a gustar mucho la salsa (de la que ninguno de los dos era un entusiasta) y la segunda fue una ruptura de formato: La música que yo quería comprar la vendían en CD, no en LP. Después de comprarme unos pocos acetatos compré mi primer CD sin tener dónde reproducirlo a finales de 1994. Herman, el dueño de La Vieja Carreta, y Guillermo, el de La Casa del Compact, fueron mis proveedores de discos compactos más fuertes durante casi una década. Lo que extraño de sus tiendas es que ambos sabían mucho de música y uno se sentía bien tratado como cliente. En la actualidad uno entra a un Prodiscos o a un Entertainment Store y se encuentra con vendedores que gracias a su conocimiento musical bien podrían estar trabajando en una tienda de ropa. Lo otro bueno es que Herman me fiaba. Yo llegaba a sacar discos y él anotaba en la cuenta que teníamos abierta mi papá y yo. Cada mes iba y le dejaba lo que había ahorrado del dinero que me daban para las onces en el colegio o la universidad.


III. En Nueva York alcancé a visitar el Virgin Megastore y compré un par de discos en un Best Buy. Esa experiencia de comprar música en un almacén gigante o en un lugar donde ponen los discos junto a los electrodomésticos me pareció un poco triste. Los discos estaban ahí apilados en hileras por orden alfabético cerca de las lavadoras y las licuadoras, como pasa aquí en los almacene Éxito y Carrefour, o como sucede con los libros en Carulla.


IV. Cuando Diana Marín me presentó a Santiago Higuera y su Sparta Records temí por mi vida y por mi estabilidad financiera. Él sí que sabe hacia dónde está mutando el negocio de los discos. Trae ediciones limitadas, ediciones de lujo, rarezas y memorabilia apreciable por un público muy selecto de compradores que - en el mediano plazo - será el único público comprador de música con un soporte físico (Inserte aquí emoticon de felicidad o tristeza según su elección).


V. Las discusiones generadas por la llamada Ley Lleras y, sobre todo, la posición asumida y el discurso repetido por las grandes disqueras frente a las nuevas formas de comercialización de la música me recuerdan el triste estado de la industria discográfica (ojo: digo industria discográfica, no industria musical) y me hacen añorar la tiendita de acetatos de la 23. Es una fuente de nostalgia - como melómano - ver la decadencia de la industria, pero es alentador como músico creer que hay futuro para nosotros, incluso con menos intermediarios.


VI. - "Sabrás que hay que cambiar la página cuando escuches a Campanita, el hada de Peter Pan, tocar sus campanitas así... (ring). Empecemos ahora...".

lunes, 11 de abril de 2011

Requiem for a DJ

Con un poco de vergüenza (sólo un poco) confieso que nunca antes había visto la Crónicas del Último DJ de Adrián McYorian. Anoche me debatía entre llamar por teléfono a una mujer y sentarme a ver los episodios del web show de McYorian y - como es evidente - me decidí por la segunda opción.
Hago música pero estudié comunicación social y los dos sueños que tenía con uno de mis mejores amigos de la época del colegio eran formar una banda y ser DJs en FM. Santiago se arrepintió de armar la banda y aunque también estudió CS&P nunca se le midió al micrófono. Con el paso de los años y con dos discos a cuestas me he dado cuenta que la lucha de la música y la radio en Colombia será una vaina de largo aliento y que tanto en un campo como en el otro tendemos a ser minoría o a ser irrelevantes para la masa vendedora de pauta. 
Lejos de estar desilusionado y pensar que el rock y el pop - así como los buenos DJs - van a desaparecer; las crónicas de McYorian me hicieron sonreír y vi el vaso medio lleno. 
Me alegra pensar que hay gente combatiendo el monstruo desde adentro, que hay tipos como McYorian, como Alejo Marín, como Álvaro Uribe (el DJ, no nuestro transtorado expresidente), como el Profe y como el notable y duradero Manolo Bellon; que han buscado la forma de mantener nuestros oídos limpios y curiosos. 
La automatización, la robotización, la payolización y la reducción eficiente de costos en la radio sólo puede ser frenada por los verdaderos DJs y esos DJs tienen una sola cosa que nadie más tiene en este querido medio en peligro de extinción: Criterio.

Bibiano


- "Josefina está como buena. Yo le haría la vuelta".
Yo sonreía dándole a Bibiano la razón de forma tácita, sólo por complacerlo, y diciendo para mis adentros que en realidad Josefina era un bodoque y que Bibiano era un nombre muy divertido, que imaginaba que sus amigos deberían llamarse Tatiano, Natalio y Catalino.
Bibiano era el dibujante del batallón y - por fuera de los oficiales y suboficiales - podría ser el único hombre atractivo para las mujeres que trabajaban en las oficinas del comando. Por eso todos le creíamos a Bibiano cuando nos decía que se había acostado con la de contaduría, con la secretaria del comando, con la de la Intendencia Local y con algunas Chicas de Acero.
Bibiano no era particularmente un Adonis. Su pelo era claro, tenía un bigotico muy gracioso y casi siempre andaba con una ceja levantada muy por encima de la otra.
Josefina se fue del batallón y entre Paulo César, Flavio, el Cabo León y yo nos repartimos sus funciones. Supongo que Bibiano nunca pudo acostarse con ella.
Al salir del ejército me enteré que Bibiano era el hermano mayor de una niña de Chipre a la que todos mis amigos llamaban "Ojos Convexos" y que durante mucho tiempo fue mi vecino sin que yo lo supiera. No sé si el ejército aún necesite dibujantes o si la tarea de hacer mapas haya sido encargada a herramientas digitales más eficientes y Bibiano esté ahora desempleado. Hace rato no camino por las calles de Chipre. Nunca volví a ver a Bibiano ni a "Ojos Convexos".

domingo, 10 de abril de 2011

Dextrocardia

Nos acostamos en la cama y ella recostó su cabeza en mi pecho, tratando de auscultarme sin que yo lo notara. No encontró crepitus, sibilancias ni estertores. No oyó la respiración, no oyó nada.
- Estás muerto - me dijo.
- No lo creo, pero es probable que tenga el corazón en otra parte.

sábado, 9 de abril de 2011

Parálisis del sueño

Nachtmar - Johann Heinrich Füssli
A esta hora ya no hay ruido porque toda la ciudad está dormida. Todos, absolutamente todos. Los pájaros, los perros, los vigilantes de los edificios, los taxistas que recorren las calles en una vigilia ficticia, los ladrones que ya se hartaron de buscar víctimas, las prostitutas que descansan bajo el peso de un borracho. Todos duermen menos los gatos.
Estos tres gatitos pequeños recorren el barrio todas las noches y me parece que son hermanos. Están parqueados afuera del edificio cuando apago la luz y me meto a la cama. Ya sé qué es, pero siempre será incómodo y aterrador. La sensación asciende por las piernas y por los brazos y cuando trato de reaccionar ya es tarde y mi cuerpo es una roca inamovible, una prisión que me duele y que trato de romper con gritos pero a duras penas hay un jadeo molesto. Siento el demonio en los tobillos, es una sombra negra que me da frío y me acaricia las piernas, el vientre, el pecho. Empieza a susurrarme secretos espantosos al oído y su saliva me humedece el lóbulo de la oreja izquierda. Las sombras en el techo toman forma: son dos niños en el patio que juegan y cantan canciones. Somos mi hermano y yo y alguien viene por nosotros. No se detiene la voz del demonio y aunque ya sé qué es tengo mucho miedo. No puedo hacer nada por ellos, no puedo gritarles que se vayan, que alguien viene, no puedo moverme, pararme de la cama y llevarlos a un lugar seguro. La saliva fría de Satanás entrando por mi oído, su voz que me susurra secretos espantosos, la respiración cada vez más difícil y agitada, todas las cuerdas de una orquesta yendo desde la nota más grave hasta la más aguda hasta que el demonio explota, los niños desaparecen, tengo las orejas secas, el aire entra hasta el fondo de mis pulmones y logro moverme de repente. 
Ya sé qué es. Quiero dormirme, tengo mucho sueño, pero tengo miedo.

viernes, 8 de abril de 2011

Venus trígono Marte



Vía a La Calera, agosto 22 de 2011

- ¿Estás seguro?
- Seguro, seguro, no. Pero yo sí creo. ¿No ves que es medio rojito? Además brilla mucho. Y no titila. Brilla de forma constante.
- No sé, a mí no me parece que se vea rojo. Yo creo que es Venus.
- ¿Por qué?
- No sé, yo creo que es Venus.
- ¿Cómo vas a decir que es Venus? Ni siquiera tienes las gafas puestas. Debes estar viendo sólo manchas en el cielo.
- Lo mismo que estás viendo tú. Del cielo nos llegan luces viejas, brillos del pasado. Estamos muy lejos de todo.
- Y estar lejos de todo me encanta. 
- Te deben estar buscando por todas partes. 
(Silencio incómodo) 
- Tengo frío.
- Si quieres nos vamos ya. 
(Silencio incómodo)
- Por cierto, muchas gracias por el regalo. Sé que me va a encantar.
- ¿Cuál regalo?
- El beso que vas a darme en menos de tres segundos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Comentarios Inútiles XVII

Sexy Sadie, what have you done?
1. Tengo casi 30 años y hay ciertas cosas que empiezan a parecerme urgentes, pero solamente desde el punto de vista creativo, ya que lo demás empieza - por el contrario - a parecerme más un asunto de paciencia. Me refiero a que los cuentos, las entradas en el blog, las canciones, todo mi trabajo de expresión empieza a estar adornado por un halo de urgencia que hace años no tenía. Quisiera escribirlo o grabarlo todo ya y publicarlo el mismo día. Afortunadamente el tiempo y mis compañeros de trabajo (al menos en la parte musical) se convierten en mis editores. De no ser así, de no tener que dedicar tiempo a otras cosas - como ganarme el pan con el sudor de la frente - publicaría como Calamaro en sus peores épocas maníacas. La vida es sabia, mejor me callo la mitad de lo que tengo qué decir.
2. Uno de mis compañeros del colegio encontró en 1995 una gran oportunidad de negocio: Se convirtió en traficante de porno. Para aquellos atortolados a los que nos daba miedo pedir una Playboy, una Macho, o una Ébano en el puesto de revistas más cercano, Barrero encarnaba la salvación, ya que uno le hacía el encargo y él - cobrando un módico sobrecosto - se encargaba de pasar por el puesto de revistas que quedaba afuera de San Andresito y concretaba la transacción. Semanas más tarde Barrero diversificó el negocio y lo que hacía era comprar las revistas y alquilarlas por días hábiles o fines de semana, multiplicando la inversión hecha en cada impreso. Yo me moría del susto de imaginar que algún profesor del colegio - o mi mamá - me sorprendieran con una revista pornográfica en el maletín, pero un jueves me decidí y le encargué a Barrero una Playboy. Como todas las revistas estaban comprometidas lo único que me quedó fue una Ébano y no es que haya sido muy feliz durante los minutos que pasé a solas viendo afrodescendientes desnudas en el estudio que compartíamos Manuel y yo (nada de racismo, pero no era lo que esperaba). Un par de semanas más tarde encontré la solución tecnológica a mis problemas de exploración pornográfica: Películas en CD-Rom. Aceptando pagar el sobrecosto le encargué a Barrero una película que había visto en un puesto de dulces dentro de la Terminal de Transportes. Esconder un CD era mucho más fácil que esconder una revista, pero yo no contaba con que a mi mamá le diera por buscar unos papeles del colegio dentro de mis carpetas de dibujo técnico. "Pervertido, depravado y enfermo" son los tres apelativos que recuerdo de la sesión de cantaleta que me tenía preparada cuando encontró la película. Me la dejó sobre el escritorio y lo que me dictó la conciencia fue botar el CD porque no podía darle ese ejemplo tan malo a mi hermanito menor. Hoy en día lamento haberme desecho de la película: Era una graciosa parodia de La Naranja Mecánica (que vi varios años después), doblada por españoles y protagonizada por Axel y sus amigos, que se reunían en el bar "Zumo de Vulva" a tomar "Polla Tiesa" y "Polla Tiesa Doble".
3. La primera persona a la que escuché hablar de Nirvana fue a Jaime Agudelo. Todos nos montamos - de uno u otro modo - al tren de la Nirvanamanía en el 93. Jaime nos contó que Kurt Cobain odiaba tocar Smells Like Teen Spirit y que cuando se la pedían mucho la tocaban y ahí se acababa el concierto. Yo me preguntaba: ¿Cómo es posible molestarse por el hecho de que a la gente le guste mucho una canción que uno compuso? A mediados de ese año nos pusieron MTV gringo y a principios del 94 pasaban mucho la versión del unplugged de All Apologies. En abril del 94 nos fuimos de Chipre para San Jorge y por esos días se mató Kurt Cobain. Me acuerdo que me dio mucho pesar, pero como no había conectado con Nirvana como lo hice unos años después no fue tan difícil.
4. El supuesto suicidio de Michael Hutchence me sorprendió mucho más. Por esos días INXS había sacado Elegantly Wasted y yo ya había empezado a pensar en armar un grupo. Inicialmente dijeron que Hutchence se había suicidado. Cuando empezaron los rumores, meses más tarde, de que Hutchence murió a causa de una práctica de ahogamiento durante el sexo, me sentí un poco más tranquilo.
5. Ayer estuve leyendo sobre Layne Staley, el frontman de Alice In Chains que coincidencialmente también murió un cinco de abril, como Kurt Cobain. En algún artículo en Internet leí hace unos cinco o seis años que los gatos de Staley habían sobrevivido sin agua ni comida durante las dos semanas en que su cuerpo se descomponía en el apartamento de Seattle antes de ser descubierto por la policía. Lo que realmente pasó es que, al momento de morir, Staley tenía una gata llamada Sadie, que pasó a manos de Jerry Cantrell cuando su dueño murió. En ese momento Sadie tenía unos 10 años de edad y vivió ocho años más al lado de Cantrell, pasando a mejor vida en octubre de 2010.
6. Lo creativo me urge, pero en todo caso lo demás sigue siendo asunto de paciencia, de entendimiento y de trabajo. Y me siguen gustando las chicas buenas (de esas tipo Sexy Sadie), y eso es definitivo. No estoy tampoco para otra cosa.

domingo, 3 de abril de 2011

Pollo Asado

Me invitaron a calmar este bendito antojo que tenía de pollo asado. Ellos se sentaron frente a mí y afuera se desató uno de esos aguaceros que me recuerdan el primer capítulo de Rayuela. Nunca la había visto a ella tan bonita. A veces quisiera contar la historia de su amor, pero ambos tienen suficiente habilidad narrativa y mucho mejor conocimiento de los hechos que yo.
- Ya nos conocíamos de antes. Yo a veces lo saludaba, a veces no, a veces me daba mucha pereza. Un día me escribió por el chat de Facebook y me preguntó si yo no hacía nada como para pasarme todo el día ahí conectada. Me dio mucha rabia y le dije que si él sabía que yo estaba conectada todo el día era porque él también estaba conectado todo el día. Hablamos - como amigos - de compartir un apartamento. Un día vino y nos encarretamos, a los 15 días éramos novios, al mes y medio estábamos viviendo juntos y ahora vamos a casarnos. A los ojos de cualquiera luciría como algo apresurado, pero cuando llega la persona indicada uno lo sabe.

Él estaba concentrado en el pollo y yo en escucharla. Mis dudas y mis preguntas se disiparon. Le veo el amor que le tiene, se lo noto en los ojos, en la forma en que le habla. Que quiera tanto a mi amigo me hizo quererla desde la tarde de hoy.

sábado, 2 de abril de 2011

Sueños Raros

Llegué de visita pero terminé quedándome. No estábamos seguros de si éramos novios o algo así pero toda la gente alrededor parecía asumirlo, particularmente tus tres compañeras de apartamento (sobre todo Victoria). El edificio era endemoniadamente alto y ustedes vivían en el último piso. Supe que estábamos en Gibraltar porque una tarde me dijiste: 
- Mira cómo cae la tarde sobre Europa - y llevándome al ventanal del lado opuesto - y ahora mira cómo cae sobre África.
Nos pasábamos las mañanas caminando por la playa, las tardes leyendo y en las noches solíamos preparar algo distinto para comer, mientras tus compañeras de apartamento buscaban siempre una fiesta distinta (sobre todo Victoria).
Cuando Beto, Jose y Robledo fueron a visitarme terminaron quedándose también, así que rentamos un apartamento en el undécimo piso. Caímos en la rutina de buscar una fiesta cada noche, también. Parecía como si todos los días fueran un sábado, un sábado tras otro; éramos terriblemente irresponsables aunque yo sacaba tiempo para mantenerlo todo en orden (sabes que odio tener platos sucios o salir de mi casa dejando la cama destendida).
Una tarde, mientras veíamos el atardecer en el Muelle Sur me miraste con una solemnidad aterradora y dijiste: 
- Es hora de volver.
Y sonó el despertador.

viernes, 1 de abril de 2011

Wicked Game (Otra historia de Jack y Molly)

Eso de tomar una mujer por los tobillos y abrirle las piernas siempre le pareció un poco troglodita, cavernicola, primario, pero bien hubiera valido la pena. Recurrió entonces a algo que disfrutaba mucho más, abrir sus piernas usando las rodillas, sugiriéndoselo todo en un diálogo osteomuscular sin necesidad de despegarse de su cuerpo pálido, tibio, joven. Molly McMillan recién había sobrepasado los 30 años y tenía en sus piernas la suavidad y la firmeza de una chica de 18. ¿Un hombre de 45 con una mujer de 18? eso no se vé todos los días, pensó, mientras se repetía mentalmente:  - Jack, no te enamores.
La boca de Jack sabía a whisky, tenía en el fondo un gusto a Jim Beam que Molly no lograba disfrutar pero era él, era Jack Baker, y ella podría perdonarle casi todo. Lo había leído desde muchos años atrás, se había maravillado con las palabras que Jack utilizaba para describir la música, había soñado al menos hablar con él algún día y ahora lo tenía allí, apoyado sobre los codos, las rodillas, sobre sus crestas ilíacas, sobre sus caderas anchas de mujer en edad reproductiva; acariciándola con la punta de los dedos, siendo delicado con su cuerpo, recorriéndola despacio con esa lengua que se empecinaba en hablar poco. Era Jack Baker y ella había olvidado que en un par de semanas se iba a casar. - No te enamores, Molly - se dijo en silencio casi a manera de chiste, porque sería imposible enamorarse de un hombre tan viejo como  Jack.
Unos cuantos correos electrónicos, una entrevista al aire en la emisora que había convertido a Molly en una celebridad radial, un encuentro tímido en una conferencia en Nueva York y ahora Molly McMillan - una DJ de esas que están en peligro de extinción, una mujer con criterio, con oídos prodigiosos, con un olfato que iba más allá de las sugerencias obvias de las disqueras, una chica que lo admiraba y que tenía las piernas suaves y firmes como las había tenido su esposa tiempo atrás - estaba ahí desnuda debajo de él. Jack empezaba a anquilosarse, sentía que tenía los oídos sucios, que todo lo que llegaba a su escritorio era despedazable, que la buena música había dejado de ser producida hacía varios años y había sido sepultada por el estrafalario mundo de una industria discográfica ridícula, dedicada a la producción en escala. Si todo eso tendría futuro el futuro sería ella, Molly McMillan, una chica hermosa que tenía una biblioteca sonora en medio de la L y la R de sus audífono gigantes, que había preferido el camino heroico de la radio en vez del fácil sendero de la televsión. ¡MTV! ¡Pff! ¡Basura! MTV acabando con todo. Molly McMillan, una Juana de Arco que hacía que los chicos tuvieran oídos y cabeza de nuevo, esas eran la maravillas de Nueva York. No recordaba cuándo había sido su última primera vez y ya en ese momento sabría que no sería la única ocasión en que iba a verla desnuda. Jack se concentró en mirar el abdomen de Molly cuando ella se liberó del abrazo y se acomodó sobre él sin pedir permiso. Así era el futuro, una chica tomando el control.
Era él, era Jack Baker que yacía boca arriba y ponía las manos sobre la cintura de la que estaba tan orgullosa. Ahora ella tenía el control sentándose sobre Jack, descendiendo lentamente como desciende un dedo en una guitarra al regresar de un bend y ascendiendo de nuevo a voluntad. Pensó en Chris Isaak, procuró olvidar al menos durante unos minutos a su prometido y el rostro imaginario que había puesto a la esposa de Jack, lo olvidó todo y ya no estaba en un hotel de Londres encerrada con Jack Baker; era una playa en blanco y negro donde el sol, las nubes y el mar se juntaban en un solo plano, era ella reclamando a Jack como su trofeo, como su sueño materializado, una caricia en slow motion, un beso allegro, vivace, presto, prestisimo, la cadencia de dos corazones acelerándose, tomando el ritmo de los caballos en el hipódromo, la desnudez en la playa a blanco y negro, la tarde cayendo en el Archipiélago Británico y ella a su vez cayendo a la cama, quedándose sin respiración, poniéndose ambas manos sobre el pecho, Jack sentándose de espaldas a ella y encendiendo un cigarrillo, una voz en su cabeza susurrando constantemente:
- Molly: No te enamores.

Manizalitas, manizaleños and people in between


- Es que los manizalitas son unos azucenos. Se creen no sé qué cosa.
- Eso serán los manizalitas, yo soy manizaleño. Soy distinto, créeme.

La historia siempre nos la han contado así: Llegaron 20 familias desde Neira, Salamina y Sonsón; venían a lomo de mula y vieron un morro gacho (es decir, una montaña no tan empinada) y decidieron que ahí iban a establecerse. Borrachos deberían estar, como dijo Jaime Andrés Monsalve en su famosa y polémica columna Odio a Manizales, publicada en la Revista SoHo hace ya varios años. Borrachos o huyendo de alguna vaina para irse a asentar en semejante tierra tan inhóspita para la construcción de un pueblito que, al menos de nombre, se convertiría después en una ciudad.
Monsalve habla del clima, de la topografía y de vicios y rasgos del manizalita por los cuales detesta nuestra ciudad natal. A mí el clima me gusta y si la topografía contribuyó en algo a la hipertrofia de los cuádriceps y de los glúteos mayores de mis paisanas, sea esta una razón para adorar y llevar siempre en el corazón las lomas de mi ciudad.
A mí lo que no me gusta de Manizales es el manizalita típico, el que de una u otra forma trata de rastrear la genealogía de cualquiera que haya nacido allí para ver si hace parte de una de esas 20 familias que, sea por la razón que sea, decidieron asentar sus ranchos hace siglo y medio en ese morro gacho.
Yo no soy Escobar, no soy Salazar, no soy Arango, no soy Gutiérrez, no soy Echeverri, no tengo apellido de colonizador y por eso es muy escaso que me pregunten: - ¿De los Naranjo de dónde?
Yo estudié en el LANS y me gradué en 1997. Mi colegio católico de clase media recibía muchachos de mucha plata y muchachos que hacían esfuerzos sobrehumanos para poder pagar la matrícula cada mes y de todos ellos aprendí un poco sin saberlo. En el colegio me dejé adoctrinar y me comí el cuento que decía que Manizales era la mejor ciudad de Colombia, que lo único que podía ser mejor que Manizales era Medellín y eso únicamente porque era más grande, que todos veníamos de allá, que éramos una versión mejorada de los paisas que - muy emprendedores y todo - tendían a ser un poco ordinarios. Yo me comí el cuento y pensaba que los rolos eran antipáticos y feos, que la costa era un balneario, que Cali era un bailadero de salsa gigantesco, que Pereira y Armenia siempre serían ciudades inferiores - caprichos de la clase política que dividió al Viejo Caldas - que Bogotá era la capital del país, pero que nosotros pertenecíamos a otra nación, que el Cristal Caldas era un equipo pecuequito pero había que quererlo, que nada nos hacía tan españoles - en el fondo es lo que son los manizalitas, descendientes directos de emigrantes españoles - como nuestra feria sevillana. Pero esos chicos que pagaban la pensión en el LANS con esfuerzo y esos que preferían pagar menos que en otros colegios privados para estudiar en un colegio de la Arquidiócesis me fueron enseñando que mi ciudad era diversa y que era apenas un punto intermedio en un país que también estaba en un punto intermedio entre la pobreza y el desarrollo. Aprendí que Manizales era gris, como su catedral, que Manizales era media tabla.
Entré a una universidad privada en la que se paga mucho menos que en las universidades privadas de Bogotá, una universidad que venía del cooperativismo y en la que unos pagaban sus matrículas con esfuerzo y otros lo hacían sin preocupaciones. Estudié Comunicación Social y Periodismo, me enfrenté a las historias de la ciudad, salí a otras ciudades y busqué otras historias, empecé a pensar que los hermosas atardeceres de Manizales me estaban ocultando otra cosa que estaba más allá (aún no sé dónde).
Un día, después de llenar todos los bares en los que podíamos tocar y de sonar en la única emisora en la que podíamos sonar; Sebastián García me dijo: Me voy para Bogotá. Dejó su carrera tirada e iba a empezar a estudiar música. Él abrió la boca y deseó en voz alta lo que los tres pensábamos en silencio antes de dormir: Irnos.
Llevo ocho años por fuera de Manizales y hoy un comentario de Ricardo Bustamante en Twitter me puso a pensar en las cosas que extraño de Manizales, pero sobre todo me hizo pensar en todo aquello que no extraño.
No extraño el chisme, que es el deporte oficial de la ciudad, no extraño los comentarios sobre Fulanita y Perensejo que terminaron hace poco, no extraño las conversaciones sobre la última fiesta que hicieron en Pop y cómo estaban vestidas las asistentes, no extraño las fotos de eventos sociales llevados a cabo en la sede del Club Manizales en las últimas páginas coloridas de La Patria, no extraño caminar por la Avenida Santander y saludar a alguien en cada esquina, no extraño que la gente le pregunte a uno de qué colegio salió cuando está terminando ya un posgrado, no extraño el correo boca a boca, no extraño las amigas de mi abuelita diciendo que mi mamá se volvió lesbiana después de vieja o que mi papá salía con muchachitos de San José, no extraño las arrierías llenas de gente con ponchos y sombreros llenándose los zapatos de aserrín y el estómago de aguardiente.
Extraño a veces  a Manizales con los sentidos, con unos sentidos amañados e idealizadores extrañamente familiares, amistosos y emotivos: extraño el sabor de las hojuelas de maíz hechas por mi abuelita Cecilia, los ojos entrecerrados de mi abuelita Aceneth, el sonido de la voz de mi abuelito Fideligno, los atardeceres en Chipre, las obleas de Palitos, el olor del arbusto de jazmines de la calle 10 con carrera 9C, los gritos de las gemelas en el patio de la casa, el sonido del trombón de Manuel en vacaciones, el olor que se desprende del pelo de mi papá, las manos de mi mamá acariciando mi cabeza, la buseta que de Chipre me llevaba a Palermo, el sonido de la puerta del garaje de Sebastián García cuando llegaba la tarde del sábado e íbamos a ensayar. 
Gran parte de los amigos y de la gente que extraño o he querido en mi vida no son típicos manizalitas: Paula nació en Carmen de Viboral, Cristina llegó de Fresno, Elsa y Sebastián debieron haber nacido en Medellín - donde sí nació y se crió Cristina Morales -, la familia de Beto viene de China, Banano y Bananito venían de Pereira, así como la mamá de Santiago, Flavio nació en Bogotá pero se autodenomina sincelejano, camilo llegó de Buga, Octavio es casi de Samaná, Natalia nació en Caracas, mi abuelo materno era un boyacense huérfano y mi abuelo paterno un carnicero alcohólico de Andes, Antioquia; y como toda regla tiene su excepción me queda Mauricio, que ahora vive feliz lejos de Manizales.
No sé a dónde quiero llegar con este texto, con esta reflexión inconexa y caótica. Supongo que lo que quiero decir es que hay manizalitas endógamos, chismosos, azucenos y monopolizadores de la industria y la política y hay manizaleños que llegaron a la ciudad por azar y han tratado de abrirse campo en un lugar que en realidad no tiene las puertas tan abiertas.
Hace un par de años compusimos y grabamos una canción llamada Ven Aquí, dedicada a todas las cosas bonitas que extrañábamos y queríamos mostrarle al mundo de nuestra ciudad natal. Esta tarde soleada en Bogotá recuerdo lo que pensé en Nueva York hace casi cuatro años y volví a pensar cuando escribía la letra de Ven Aquí: una cosa es la ciudad como espacio y otra cosa es la ciudad como estado mental. Lo que me gusta de Manizales lo guardo conmigo, lo llevo en mi cabeza a todas partes y sucederá lo mismo con Bogotá si algún día me voy para otra parte. A la larga el hogar es cualquier lugar donde uno se sienta querido, donde uno sienta que está seguro, donde pueda desnudarse con confianza, dejarse acariciar la cabeza, abrir la ventana para que entre el sol, para que entre el viento y salga el gato, para que un olor aleatorio - como el del jazmín por las noches - lo invite a uno a soñar cosas bonitas.