miércoles, 13 de abril de 2011

Requiem for a record store

I. De niño yo me la pasaba donde el pediatra. Cuando no era que me iba a matar la anemia era alguna otra cosa rara (el caso típico del hermano mayor que sirve para experimentar mientras a los demás les va mejor con la genética y la experiencia paterna).
Casi siempre que salíamos de una cita médica pasábamos por una discotienda que quedaba en la 23 (donde ahora debe haber algún remate de zapatos) y mi mamá me compraba un cuento de Disney de esos que venían con librito y disco de 45 RPM. Así aprendí a leer, a asociar las imágenes con las palabras escritas y con las acciones que iba narrando el disco. Mi mamá dice que yo memorizaba los cuentos y que fingía leerlos diciéndole a la gente que ya había aprendido a leer.
Cuando no ponía los cuentos de Disney tomaba los pequeños discos del sello "Costeño" (filial de Codiscos) o de FM Discos y Cintas y escuchaba los vallenatos que a mi papá tanto le gustaban por esos días: Otto Serge y Rafael Ricardo, Lisandro Meza, Romualdo Brito (Si logro encontrar en Manizales las fotos en las que estoy sentado junto al equipo de sonido con un montón de discos de 45 la escanearé para ilustrar esta entrada).


II. La primera ruptura con la música de mis papás fue una ruptura de género porque me empezó a gustar mucho la salsa (de la que ninguno de los dos era un entusiasta) y la segunda fue una ruptura de formato: La música que yo quería comprar la vendían en CD, no en LP. Después de comprarme unos pocos acetatos compré mi primer CD sin tener dónde reproducirlo a finales de 1994. Herman, el dueño de La Vieja Carreta, y Guillermo, el de La Casa del Compact, fueron mis proveedores de discos compactos más fuertes durante casi una década. Lo que extraño de sus tiendas es que ambos sabían mucho de música y uno se sentía bien tratado como cliente. En la actualidad uno entra a un Prodiscos o a un Entertainment Store y se encuentra con vendedores que gracias a su conocimiento musical bien podrían estar trabajando en una tienda de ropa. Lo otro bueno es que Herman me fiaba. Yo llegaba a sacar discos y él anotaba en la cuenta que teníamos abierta mi papá y yo. Cada mes iba y le dejaba lo que había ahorrado del dinero que me daban para las onces en el colegio o la universidad.


III. En Nueva York alcancé a visitar el Virgin Megastore y compré un par de discos en un Best Buy. Esa experiencia de comprar música en un almacén gigante o en un lugar donde ponen los discos junto a los electrodomésticos me pareció un poco triste. Los discos estaban ahí apilados en hileras por orden alfabético cerca de las lavadoras y las licuadoras, como pasa aquí en los almacene Éxito y Carrefour, o como sucede con los libros en Carulla.


IV. Cuando Diana Marín me presentó a Santiago Higuera y su Sparta Records temí por mi vida y por mi estabilidad financiera. Él sí que sabe hacia dónde está mutando el negocio de los discos. Trae ediciones limitadas, ediciones de lujo, rarezas y memorabilia apreciable por un público muy selecto de compradores que - en el mediano plazo - será el único público comprador de música con un soporte físico (Inserte aquí emoticon de felicidad o tristeza según su elección).


V. Las discusiones generadas por la llamada Ley Lleras y, sobre todo, la posición asumida y el discurso repetido por las grandes disqueras frente a las nuevas formas de comercialización de la música me recuerdan el triste estado de la industria discográfica (ojo: digo industria discográfica, no industria musical) y me hacen añorar la tiendita de acetatos de la 23. Es una fuente de nostalgia - como melómano - ver la decadencia de la industria, pero es alentador como músico creer que hay futuro para nosotros, incluso con menos intermediarios.


VI. - "Sabrás que hay que cambiar la página cuando escuches a Campanita, el hada de Peter Pan, tocar sus campanitas así... (ring). Empecemos ahora...".

2 comentarios:

  1. Que buen relato. Corto y sustancioso. Muy a la orden como siempre! Buscando dejar el legado de lo que siempre estará con los que apreciamos el "físico" como tal! Buen día Cosmo! Buena noche Prodiscos y otros tantos que se olvidaron de la importancia de la música.

    ResponderEliminar
  2. Me llama mucho la atención porque yo hice exactamente lo mismo con los audi-cuentos de Disney, el primero que me compraron fue el de La Bella Durmiente, me aprendí varios de memoria y gracias a las campanitas como señal para cambiar la página convencía a la gente que ya había aprendido a leer. Me gusta mucho todo lo que transmite este escrito a partir de recuerdos relacionados con comprar discos, me recuerda a mi papá que sentía la misma emoción que describes al conseguir un disco que le gustaba mucho.

    ResponderEliminar