viernes, 1 de abril de 2011

Wicked Game (Otra historia de Jack y Molly)

Eso de tomar una mujer por los tobillos y abrirle las piernas siempre le pareció un poco troglodita, cavernicola, primario, pero bien hubiera valido la pena. Recurrió entonces a algo que disfrutaba mucho más, abrir sus piernas usando las rodillas, sugiriéndoselo todo en un diálogo osteomuscular sin necesidad de despegarse de su cuerpo pálido, tibio, joven. Molly McMillan recién había sobrepasado los 30 años y tenía en sus piernas la suavidad y la firmeza de una chica de 18. ¿Un hombre de 45 con una mujer de 18? eso no se vé todos los días, pensó, mientras se repetía mentalmente:  - Jack, no te enamores.
La boca de Jack sabía a whisky, tenía en el fondo un gusto a Jim Beam que Molly no lograba disfrutar pero era él, era Jack Baker, y ella podría perdonarle casi todo. Lo había leído desde muchos años atrás, se había maravillado con las palabras que Jack utilizaba para describir la música, había soñado al menos hablar con él algún día y ahora lo tenía allí, apoyado sobre los codos, las rodillas, sobre sus crestas ilíacas, sobre sus caderas anchas de mujer en edad reproductiva; acariciándola con la punta de los dedos, siendo delicado con su cuerpo, recorriéndola despacio con esa lengua que se empecinaba en hablar poco. Era Jack Baker y ella había olvidado que en un par de semanas se iba a casar. - No te enamores, Molly - se dijo en silencio casi a manera de chiste, porque sería imposible enamorarse de un hombre tan viejo como  Jack.
Unos cuantos correos electrónicos, una entrevista al aire en la emisora que había convertido a Molly en una celebridad radial, un encuentro tímido en una conferencia en Nueva York y ahora Molly McMillan - una DJ de esas que están en peligro de extinción, una mujer con criterio, con oídos prodigiosos, con un olfato que iba más allá de las sugerencias obvias de las disqueras, una chica que lo admiraba y que tenía las piernas suaves y firmes como las había tenido su esposa tiempo atrás - estaba ahí desnuda debajo de él. Jack empezaba a anquilosarse, sentía que tenía los oídos sucios, que todo lo que llegaba a su escritorio era despedazable, que la buena música había dejado de ser producida hacía varios años y había sido sepultada por el estrafalario mundo de una industria discográfica ridícula, dedicada a la producción en escala. Si todo eso tendría futuro el futuro sería ella, Molly McMillan, una chica hermosa que tenía una biblioteca sonora en medio de la L y la R de sus audífono gigantes, que había preferido el camino heroico de la radio en vez del fácil sendero de la televsión. ¡MTV! ¡Pff! ¡Basura! MTV acabando con todo. Molly McMillan, una Juana de Arco que hacía que los chicos tuvieran oídos y cabeza de nuevo, esas eran la maravillas de Nueva York. No recordaba cuándo había sido su última primera vez y ya en ese momento sabría que no sería la única ocasión en que iba a verla desnuda. Jack se concentró en mirar el abdomen de Molly cuando ella se liberó del abrazo y se acomodó sobre él sin pedir permiso. Así era el futuro, una chica tomando el control.
Era él, era Jack Baker que yacía boca arriba y ponía las manos sobre la cintura de la que estaba tan orgullosa. Ahora ella tenía el control sentándose sobre Jack, descendiendo lentamente como desciende un dedo en una guitarra al regresar de un bend y ascendiendo de nuevo a voluntad. Pensó en Chris Isaak, procuró olvidar al menos durante unos minutos a su prometido y el rostro imaginario que había puesto a la esposa de Jack, lo olvidó todo y ya no estaba en un hotel de Londres encerrada con Jack Baker; era una playa en blanco y negro donde el sol, las nubes y el mar se juntaban en un solo plano, era ella reclamando a Jack como su trofeo, como su sueño materializado, una caricia en slow motion, un beso allegro, vivace, presto, prestisimo, la cadencia de dos corazones acelerándose, tomando el ritmo de los caballos en el hipódromo, la desnudez en la playa a blanco y negro, la tarde cayendo en el Archipiélago Británico y ella a su vez cayendo a la cama, quedándose sin respiración, poniéndose ambas manos sobre el pecho, Jack sentándose de espaldas a ella y encendiendo un cigarrillo, una voz en su cabeza susurrando constantemente:
- Molly: No te enamores.

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