La vio pasar con una sombrilla gigante por la otra acera mientras toda el agua del cielo bogotano caía sobre él. Pensó en Poli de Zoé (por-que-ya-no-le-ca-bí-a-du-da de que ella fuera su chica ideal y porque no quería dejarla ir al pasado sin hacerla parte de su presente).
Al suspirar sacó del fondo de los pulmones todo el aire contenido en ciclos continuos de desamores y escepticismo. Vio cómo el viento desorganizaba su pelo ondulado de visos rojos y amarillos. Pensó en su forma de escribir, de caminar - la cadencia de su cadera ancha como de yegua - en el olor que había dejado en su almohada, en el sonido de su voz entonando canciones hermosas en el baño, en el color que el sol le daba a sus ojos en la tarde.
Al suspirar sacó del fondo de los pulmones todo el aire contenido en ciclos continuos de desamores y escepticismo. Vio cómo el viento desorganizaba su pelo ondulado de visos rojos y amarillos. Pensó en su forma de escribir, de caminar - la cadencia de su cadera ancha como de yegua - en el olor que había dejado en su almohada, en el sonido de su voz entonando canciones hermosas en el baño, en el color que el sol le daba a sus ojos en la tarde.
No podía dejarla pasar - no esta vez - no iba a permitírselo. Sería como dejar que ese taxi vacío le pasara por el frente sin al menos levantar el brazo, como dejar que Poli se convirtiera en su canción.
Salió a su encuentro.
Gritó su nombre.
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