viernes, 29 de abril de 2011

Bos Taurus III

No sé hasta qué hora nos besamos en Chipre, pero cuando llegamos a mi casa ya amanecía y tuvimos tiempo de comer arepas con café con leche antes de que ustedes se marcharan en un taxi. Años más tarde te confesé que me quedé dormido boca arriba pensando en ti y con una sonrisa en la que había agradecido las alineaciones cósmicas que nos permitieron a ambos romper con la timidez habitual esa noche de enero: La manzanilla que me había tomado yo, los cocteles a los que él te había invitado, olvidar por un momento lo que dirían todos cuando se enteraran. 
Por eso se me hizo un poco doloroso que me pusieras la mano sobre el pelo y me sonrieras al bajar por las escaleras de la plaza, porque yo me quedaba ahí sentado muy arriba en el tendido y tú bajabas con él hasta la barrera, ahí donde uno puede oler la mierda del toro, escuchar su respiración y ver el sudor en la frente del torero. Borré todos los recuerdos de esa tarde así que quiero pensar que fue una pésima corrida, que fueron más emocionantes las tardes en los años venideros, el sabor del licor que salía de la bota a chorros, los besos que tardaron mucho tiempo en dejar de ser novedosos, las noches innumerables en las que me quedé dormido abrazándote y agradeciendo haber vencido mi propia timidez en esa noche de enero.

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