viernes, 29 de julio de 2011

Conjeturas

Me ven caminar con ella por la calle 122 y llevo tres globos en forma de corazón y uno decorado con la imagen de Hello Kitty repletos de helio. Pensarán que somos novios o algo así. La gente siempre elabora conjeturas y es por eso que ella me miró tan raro cuando pregunté en esa tienda de disfraces y accesorios para fiestas si aún vendían esas esposas envueltas en felpa rosada. Le explico al caminar por la calle que las esposas son más baratas en las tiendas de disfraces y accesorios para fiestas que en las de juguetes sexuales. No pregunta nada más, sus conjeturas habrá elaborado.
Cuando entramos a la tienda de Jockey le entrego los globos a ella. Le digo a la niña que me atiende que busco bóxers negros de pierna larga. 
- ¿Qué talla? - pregunta la vendedora.
- Eme - respondo yo.
Junto a la puerta me dice que antes de devolverme los globos debo mirar las camisetas de algodón peinado.
- ¿Qué talla? - pregunta la vendedora.
- Ese - contesta ella sin dejarme hablar.
Sus conjeturas habrá elaborado la vendedora. 
Salimos sin comprar nada. Seguimos caminando por la 122 y ahora ella lleva los globos en la mano. Pensarán que somos novios o algo así. Creerán que me gustan las mujeres mayores y que algo estaremos celebrando y que le regalé los globos por eso. Si lo piensan mejor y ven que no caminamos de la mano ni vamos abrazados pensarán que trato de pedir perdón por una pelea, aunque esa posibilidad es descartable si notan que ambos nos reímos al hablar. Qué ridículo pensarán unos, qué romántico, pensarán otros.
Cuando vamos a cruzar el semáforo de la carrera 15 la gente nos mira como si pudieran hacer preguntas con los ojos.
- Una vez me vieron caminando con mi novia por la carrera séptima mientras se llevaba a cabo un desfile de orgullo gay. Alguien de Manizales nos vio, elaboró sus conjeturas y llegó a decir allá que nosotros nos habíamos vuelto activistas - le digo mientras cambia el semáforo peatonal de rojo a verde.
Ella se rie de nuevo y dice en voz alta:
- ¿Qué pensará la gente cuando nos ve caminando y yo llevo estos globitos en la mano?
- Muy seguramente nadie pensará que somos amigos, que nos divierte almorzar juntos y que los globos son para tu hija que llega hoy de viaje.

jueves, 28 de julio de 2011

Triángulos

Hombre, eso de los triángulos sentimentales (cuadriláteros, hexágonos, dodecágonos y demás) sí que es una cosa divertida. Uno está en un bar con un montón de gente y llega y saluda de mano a este tipo con toda la naturalidad del caso y después saluda a su novia tratando de ocultar esa sonrisa delatora y tantos recuerdos compartidos se agolpan en la memoria y en ese besito inocente en la mejilla se condensan partículas de todo lo demás, todo lo que se recuerda en silencio en centésimas de segundo. "Ah, si no estuviera con él estaría contigo" y ahí sí que dan ganas de reírse porque a la larga nadie tiene nada claro del todo y la cabeza y el corazón de cada uno es una suma de confusiones y el que diga que tiene absolutamente decidido que está loca y perdidamente enamorado y que no tiene ojos para nadie más es porque está muy bien adoctrinado, muy bien educadito, muy dispuesto a reprimir su propia naturaleza o a mantenerse autoengañado y feliz.
O un día pasa uno por un café y se los encuentra a ambos y resulta que uno va acompañado y los saluda con la misma naturalidad de siempre y no hay otra opción que decir "les presento a ________" y ella sonríe y saluda y en ese besito hipócrita en la mejilla se condensan partículas de todo lo demás, y ella se pone roja y la sangre le hierve y antes de que ese proceso de ebullición culmine uno sigue caminando y ahí quedó el pobre pendejo llevando del bulto con ella muerta de rabia y él sin poder descifrar por qué.
Ser el postre, ser el plato principal, ser la entrada, ser un lado, ser el ángulo, ser el vértice, todo da igual cuando se trata de hacer parte de figuras geométricas adyacentes, de triángulos consecutivos que trazan el mapa sentimental de un mundo que está condenado a funcionar como un caos controlado. Ligeramente controlado por un no sé qué cuyo criterio siempre desconoceremos.

miércoles, 27 de julio de 2011

Mercaderes

"Recuerdo cosas de otros tiempos, de cuando el almacén no tenía luces 
de neón; cuando el paraíso no tenía marquesina"
Kevin Johansen - Logo
Mucho antes de que las redes sociales se masificaran decidí dejar de usar mi nombre de pila para todas las cosas que estuvieran relacionadas con Gatoblanco. 
Lo hice con dos objetivos básicos:
1. Mantener mi vida privada al margen de los asuntos relacionados al grupo.
2. Convertir el nombre que usara en una especie de marca.
Este mote (Cosmo) se hacía popular en los conciertos de Gatoblanco gracias a mi amigo Camilo Mateus y me gustaba su significado más que su sonoridad. Cada persona es un mundo, así que me quedé Cosmo. Apague y vámonos.
Anoche hablaba con otro amigo (un profesional en mercadeo) y tratábamos el tema de las marcas llegando a la conclusión de que en la era de las redes sociales en Internet cada persona (y de ello Twitter es la mejor evidencia) empieza a desarrollar una marca que va cobrando valor día tras día, como cualquier nombre comercial.
Todos fabricamos un personaje, le damos forma, le atribuimos cualidades y hábitos, lo vamos pintando con imágenes icónicas y con aportes esporádicos a una comunidad que decide seguir fiel o no a la marca. Aparecen así las marcas exitosas, las celebridades twitteras (bien diferentes a las celebridades en Twitter) y la red social va premiando a aquellos que saben venderse mejor a sí mismos.
Toda mi vida he querido hacer dos cosas: música y literatura. A mí lado más romántico le duele pensar que durante los próximos años la música será cada vez más propiedad de los mercaderes y no de los músicos. "Si no tiene logo falta poco" como dice la canción de Kevin Johansen. Soy CosmoDaKitten, una marca. Soy CosmoDaKitten, un mercader.

martes, 26 de julio de 2011

Histrionismo

Me gusta la gente que no es fanática de nada porque el fanatismo hace que uno pierda la objetividad, aunque lamento un poco que no puedan experimentar esa deliciosa y dolorosa experiencia de querer o admirar algo o a alguien sin contemplaciones, sin explicar el apasionamiento que ese algo o ese alguien desata en uno.
Yo soy fanático de pocas cosas. Me gustan el América de Cali y la Selección Argentina, pero no les sigo el paso ni conozco sus alineaciones. Me gustan los carros chiquitos y bonitos, pero no podría enumerar las diferencias existentes entre un Mini Cooper y un New Beetle. Me gustan las guitarras Gibson y las Fender, pero no puedo decir por qué son mejores - o no - que una Paul Reed Smith o una Jackson.
Me apasionan - eso sí - la literatura de Borges y de Cortázar, los videoclips de Samuel Bayer, las historias cinematográficas de Charlie Kauffman, las pinturas de Van Gogh, la música de los Beatles, de U2, de Soda Stereo y de Cerati, de Stone Temple Pilots, las biografías y los diagnósticos póstumos sobre Kurt Cobain, la voz de Amy Winehouse, las fotos de Marilyn Monroe, las palabras de Truman Capote. ¿Puedo denominarme un fanático de todo eso? Tal vez sí, porque me gustan tanto que no logro juzgarlos de forma objetiva y porque de corazón siento dolor cuando personajes como ellos se van de este mundo (lloré como un niño pequeño cuando murió George Harrison, por ejemplo).
No sé si en otros países latinoamericanos tengamos esas tendencias histriónicas que hacen que todos adoremos a Radamel Falcao García cuando hace dos goles en un partido y lo detestemos al finalizar el partido siguiente por errar un penal, o que todos nos montemos al bus de la rabia cuando se descubre un nuevo caso de corrupción, o que todos alabemos la esperanza de la Ola Verde y después nos burlemos de la torpeza de Mockus, o que todos seamos fanáticos de Joe Arroyo ahora que está muerto.
La gente en las redes sociales se rasga las vestiduras, comparte enlaces a canciones de Joe Arroyo, se despide una y otra vez de "El Ausente" o "El Centurión de la Noche", títulos que sinceramente no comprendo de dónde salieron.
Ese histrionismo telenovelesco, ese espíritu de rebaño me cabrea un poco. Joe Arroyo fue un gran cantante, pero dudo que muchos de aquellos que se rasgan las vestiduras en el mundo 2.0 de verdad hayan sentido por él la adoración que le profesan ahora que está muerto. De repente en menos de una semana todos amaban a Amy Winehouse y a Joe Arroyo, de repente todos tenían una frase de Facundo Cabral para enseñar a sus hijos como reserva de sabiduría en la mañana en que fue asesinado y mientras tanto yo pienso - con empatía - en los verdaderos fanáticos de estos ilustres difuntos. A mí me molestó sobre manera ver a Jorge Celedón tocando De Música Ligera en Muy Buenos Días, porque sentía que ese tipo se me estaba metiendo al rancho, que estaba sacando provecho frente a la teleaudiencia del verdadero dolor de la familia, de los amigos y de los seguidores incondicionales de Gustavo Cerati. No sé si algo así estén pensando en este momento los verdaderos fanáticos de Joe Arroyo, no sé si el fanatismo se revele también en una especie de egoísmo que le hace a uno decir: "Este dolor es mío, no vengan a arrebatármelo".
Era un gran cantante Joe Arroyo, es muy cierto. Admiré su voz y me gustan muchísimo las grabaciones salseras que hizo con Fruko y sus Tesos, pero no voy a salir a las redes sociales a decir que muero de dolor, que Colombia está de luto, que hemos perdido al más grande. Cuando murió Rafael Escalona también perdimos al más grande, cuando muera Diomedes Díaz también perderemos al más grande; y así también cuando se muera Juanes, cuando se vaya Petrona Martínez o el Pibe Valderrama. Siempre, en este país tropical de histrionismo desmedido, nos subiremos todos a la ola de la felicidad o del dolor por los logros o las pérdidas ajenas.

domingo, 24 de julio de 2011

Love is a losing game

1. Habíamos regresado de Nueva York, cada uno a su vida de estudiante o trabajador común. La coordinadora académica en Smart Training Society no lograba entender por qué tenía que seguir trabajando si ya había triunfado con mi grupo. Ir a Nueva York a un encuentro de música alternativa no podría catalogarse como un triunfo, sino más bien como un paseo laboral. Ese fue el último año en que trabajé con ellos. La última vez que estuve en la oficina de Paola empezó a sonar You Know I'm No Good en La X. Ella, la coordinadora académica de una institución de idiomas, no hablaba inglés. Me preguntó de qué hablaba la canción y quién la cantaba. Le hablé de Amy Winehouse, de la terrible decepción que la había llevado a escribir Back to Black, de lo mucho que aparecía en revistas y shows televisivos en Nueva York en el verano de ese año. Me dijo que iba a comprar el disco. Estoy casi seguro de que no lo hizo.
2. Estábamos en Unicentro. Sergio quería comprar una copia de Empezar de Cero para regalarle a una niña con la que estaba saliendo. Nos vimos porque quería que le autografiara el disco y le escribiera una dedicatoria a ella. Jaime le había hablado de Amy Winehouse y Sergio, que por esos días andaba obsesionado con conseguir discos con buenas voces femeninas, me preguntó sí debería comprar el álbum. Salió de Prodiscos con una copia de Empezar de Cero - que autografié en Juan Valdez - y una de Back to Black. Una semana más tarde se autodenominaba un adicto a Amy.
3. Yo le enseñé a Cristina la música de Amy Winehouse como un descubrimiento super novedoso. Le hablé de las letras, de su historia personal, le ponía el DVD en vivo en Londres mientras ambos escribíamos. Nunca se conmovió. No dejaba de pensar en la excentricidad de su maquillaje y su pelo y en que su voz era buena pero nada del otro mundo. Ayer, cuando las redes sociales hervían con la noticia de la muerte de Amy, preguntó públicamente en Facebook qué pensaba yo de todo eso. "No me sorprende - fue mi respuesta - pero me duele. De verdad me duele."
4. Le conté de la muerte de Amy a Elsa justo cuando me contaba en la cocina sobre las anécdotas de su fiesta del viernes. Hablábamos de cómo hay hombres que mantienen a las mujeres a su lado a través de maltratos, de desprecio, de insultos, de mentiras y de cosas que uno perfectamente podría hacerle a un enemigo y no a una persona que quiere. Me decía que muchas mujeres se tardaban mucho en entender que lo que en realidad había que buscar era un hombre que las respetara y las quisiera. Muchas siguen chocando una y otra vez contra los cafres, con un cafre tras otro. Otras (y ese caso es peor aún) chocan contra el mismo cafre una y otra vez. Ahí es donde el amor deja de ser una construcción en pareja y se convierte en un juego que, irremediablemente, se pierde.

viernes, 22 de julio de 2011

Hermano Mayor

Paula me escribe diciendo que me extraña, que nunca tanto como ahora necesita de la fuerza y de la orientación de sus hermanos mayores. Luisa me cuenta que en casa todos andan muy contentos como si se tratara de un reporte periódico de información. Manuel se sienta en la cama a contarme sus planes, pidiendo de forma tácita algún tipo de opinión. 
A veces me gustaría tener un hermano mayor, alguien a quién contarle mis preocupaciones y que usando el conocimiento del contexto familiar que sólo tienen los hermanos se atreviera a darme algún consejo. Parezco estar rodeado de hermanos mayores por todas partes, o de hermanos menores que se echan al hombro esa responsabilidad de jalonar y orientar a los que caminan con ellos.
No sé que nombre tendría mi hermano mayor. Imagino que sería unos 3 o 4 años más viejo que yo y unos 10 centímetros más alto. Sonreiría al darme consejos. Me pasaría la mano por el pelo al terminar cada conversación.

martes, 19 de julio de 2011

Comentarios Inútiles 23 - Adiós a los números romanos

Carlota Casiraghi
1. El lunes 22 de agosto cumpliré 30 años. Allá, a lo lejos, se ve la hiperplasia prostática benigna.
2. No suelo odiar personas. Creo que la clave está en la indeferencia y el desprecio. No se puede dar mejor premio a la persona que te agravia que un olvido sincero y una indiferencia natural. Pero sí me permito odiar palabras. Nadie habla del mal karma que puede generar odiar una palabra, una frase o una expresión, así que debe ser religiosa y karmáticamente lícito detestar vocablos. Bogotá me da material constante para añadir a mi lista de odios idiomáticos, pero esas expresiones que entran a la lista de la saña y el desprecio terminan pasando al foso negro del olvido con facilidad. Tener güevo (así - con ge - porque los bogotanos tienen serias complicaciones para pronunciar palabras que inicien en u o doble u), darse garra, botar como sustituto de tirar y otras expresiones propias de la capital del país ya fueron odiadas y ya pasaron al plano de la irrelevancia. Pero hay una palabra con la que aún no puedo: churra. Hace unos días una amiga caleña me dijo: - Vos sos churro pero te quedaron faltando unos centímetros de estatura. Mi amiga, a la que quiero mucho, no tenía por qué oír el recuento de cuántas veces en mis 29 años de vida he oído el mismo cuento ni necesitaba conocer la explicación de por qué no alcancé mi potencial familiar de estatura, así que me ahorré el cuento y mi disertación sobre la palabra churro. La palabra churro - usada para referirse a un hombre atractivo - ha pasado también a mi listado de palabras antes odiadas y ahora indiferentes. Para mí oír la palabra churro y no pensar en el pastel frito bañado en azúcar es simplemente imposible. Pero con churra no he podido y no creo que vaya a poder. Existiendo tantas palabras para halagar la belleza de una mujer, reducirlo todo a la  palabra churra me parece no sólo una falta de creatividad si no - lo imperdonable - de buen gusto. La mujer más agraciada del mundo refrita en aceite y bañada en azúcar será siempre una imagen desagradable.
3. Britney Spears cumplirá 30 años el próximo 2 de diciembre. Britney y yo hemos tenido vidas bien distintas aún cuando la música hace parte de lo que ambos somos. Britney ha sido catalogada desde un principio por los mercadotecnistas (no por la prensa sino por los mercadotecnistas) como la princesita del pop. Yo no tengo ningún remoquete mercadotécnico, con excepción de Cosmo que es un apodo no muy bueno derivado de una fiesta memorable. No soy el príncipe de ninguna parte, ni aspiro llegar a serlo (a menos que se realice por algún artificio del destino mi fantasía de desposar a Carlota Casiraghi) y la ventaja de ello es que mi apócope no derivará en principito. No soy el principito del pop-rock manizaleño, ni el principito de la literatura del barrio San Patricio, y qué afortunado me siento por ello. Como se acercan mis 30 y los de Britney, el diminutivo empieza a estorbar. Los medios y los mercadotecnistas deberían empezar a llamarla la princesa del pop, o simplemente Britney. Sus borracheras, sus líos legales, sus divorcios y sus dos hijos ya no soportan el diminutivo de princesita. Y si a eso le sumamos la avasalladora aparición de Lady Gaga, deduciremos que el trono realmente nunca estuvo cerca del alcance de Britney, así como el principado de Mónaco no llegará tampoco a manos de mi amada Carlota.
4.  Después de los 25 años uno debería leer El Principito de Antoine de Saint Exupery al menos una vez al año, para recordar que la vida es más sencilla de lo que parece.
5. Miren la foto de Carlota Casiraghi que encabeza esta publicación. ¿A ustedes les parece que churra es una palabra que haga justicia a semejante derroche de belleza?
Julian Casablancas de The Strokes
6. A finales de esta semana se conmemorará el centenario del descubrimiento de Machu Picchu por el profesor de historia Hiram Bingham. El 24 de julio se conmemorará también un aniversario más del nacimiento de Simón Bolívar y se disputará la final de la Copa América. Poco sé de fútbol, pero esta copa, tan llena de sorpresas, ha estado muy divertida.
7. No le hallo relación a la canción de The Strokes (Machu Picchu) con el antiguo poblado inca.  La canción me encanta, eso sí. Quisiera irme a recorrer el mundo con unos cuantos amigos, con un iPod, una cámara fotográfica y un cuaderno. Machu Picchu sería una de mis primeras paradas.
8. Buscar nombres para gatos ha sido uno de mis pasatiempos durante años. Parece que buscarle nombre a un bebé es una tarea mucho más difícil.

En las buenas

"Once I lived the life of a millionaire..."
Las fiestas en su casa eran una cosa memorable. Derrochaba como estrella de rock, invitaba a todos sus amigos a tomarse los licores exóticos de su despensa, a probar carnes y quesos con cuyo costo unitario mercaría una familia del sur, asistía a las fiestas más trendy y en ocasiones lo consumido corría por su cuenta. No dejaba que pagáramos un solo taxi, era feliz recogiéndonos en la puerta de la casa y dejándonos ahí de nuevo. Nuestras sonrisas eran su compañía.
Un día ese dinero, que fluía como el agua de los ríos del nevado en temporada de lluvias, se agotó. Sus vestidos, sus perfumes, sus carteras y su carro no iban a pagar sus cuentas, no iban a darle de comer. La vi descompuesta, como una especie de Holly Golightly caída en desgracia. Le di un abrazo, que no es mucho pero en esos momentos cuenta más que cualquier otra cosa.
Te haces incómodo cuando necesitas de la ayuda de los demás, cuando requieres de los favores de otros para retomar tu camino perdido, pero atraes a todos aquellos que quieren compartir tus éxitos cuando la rueda de la fortuna te lleva hacia arriba de forma acelerada.
Hubiera querido explicárselo en ese momento, pero muy seguramente no lo hubiera entendido. Uno solo entiende que la vida es cíclica cuando ya ha estado arriba y abajo: Nobody knows you when you're down and out.

lunes, 18 de julio de 2011

201 (Otra historia de Jack y Molly)

La ventana de la habitación daba al interior del edificio. Jack odiaba cualquier habitación sin vista al exterior tanto como odiaba estar apenas en un segundo piso. Desde su despreciada ventana podía ver los muebles del hall, la gente que se registraba o entregaba las llaves de los dormitorios en los que habían estado, un tráfico prosaico de desconocidos que ese domingo parecía calmarse. La habitación estaba apenas iluminada por la luz que entraba desde el cielo raso de vidrio que cubría el hotel. Solo a medio día el cono de luz bañaba de manera perpendicular el hall y Jack podía apagar la luz para trabajar. Los vidrios del ventanal estaban polarizados, así que con la luz apagada y las cortinas abiertas se podía ver lo que ocurría afuera. Había dejado de escribir en el momento preciso. Con una taza de té en la mano vio como Molly atravesaba el hall y se dirigía hacia las escaleras caminando con la candidez y la gracia que solo había visto en ella. Le encantaba espiar a Molly sin que ella lo notara, amaba la forma en que apretaba las cejas mientras leía algo que le costara trabajo entender, la manera en que miraba hacia ambos costados en las calles al caminar, los ademanes que utilizaba al acomodarse el pelo cuando el viento de cualquier ciudad del mundo la despeinaba. Ahora él podía considerarse también un new yorker a pesar de ser un londinense que había vivido toda su vida en su ciudad de origen, ahora él era un new yorker que aún no se decidía a buscar un apartamento de soltero y seguía pagando un hotel barato al norte de Manhattan, una habitación que odiaba en un segundo piso - sin vista a la ciudad, mal iluminada y con una pésima ventilación - pero que le permitía espiar a Molly mientras se acercaba nerviosa a su puerta y se aprestaba a oprimir el timbre con el longilíneo índice de su mano derecha.
Abrió la puerta con la taza de té caliente en la mano, se saludaron con una sonrisa como si el mundo los estuviera observando, como si aún tuvieran que ocultarse del ojo público, como si fueran apenas dos chicos de 12 años y no un hombre y una mujer que ya habían superado la barrera de los 40 y los 30, respectivamente.
Como solía hacerlo, Molly se echó sobre la cama soltando su bolso y sus audífonos gigantes sobre el perchero. Se acostó boca arriba esperando que Jack empezara a besarla sin mediar palabra, sin regresar a su mesa de trabajo, sin recordar si había guardado o no el documento que estaba escribiendo. Su boca estaba un poco reseca, tenía un fuerte sabor a  té negro, su barba de una semana le hacía cosquillas al lado derecho del cuello y ella estiraba las piernas con felicidad para deshacerse de un tirón de sus zapatos. Completamente desnuda y arropada apenas por las caricias de Jack, Molly le preguntó si no iba a cerrar la cortina, a lo que él respondió que nadie podría verlos. Un par de personas pasaron por el corredor del frente mientras Molly se balanceaba sobre Jack y ni siquiera se inmutaron ni giraron la cabeza hacia el 201. 
Jack tenía un halo de trsiteza en el rostro a pesar de las muecas placenteras que siempre le regalaba. A lo mejor no estaba cómodo del todo con las cortinas abiertas, pero así era Jack y todo ese conjunto era su felicidad: estar desnuda con Jack en su propia habitación en Nueva York, con las cortinas abiertas como si estuvieran haciendo el amor dentro de una pecera o de un cubículo para reptiles en un zoológico, era Jack libre y entregado a ella y ella libre y entregada a Jack como tantas veces lo habían soñado en años de conflictos, de idas y vueltas, de reclamos, de besos, de largos silencios que podían durar meses y de noches esporádicas en las que eran uno solo única y exclusivamente si el anonimato se los permitía.  Ahora eran Jack y Molly, Molly y Jack; el uno para el otro sin necesidad de discutir cómo se querían o dónde habrían de vivir o qué habrían de hacer con el retraso en su periodo que aún no mencionaba. Esa era su felicidad, ese hombre que nunca fue terriblemente apasionado, que nunca fue celoso, que le daba de todo un poco, que era su amante, su amigo, su mentor, su consejero, todo lo que alguna vez había soñado y tantas veces había buscado en otros hombres.
El rostro de Jack parecía más apesadumbrado cuando ambos cayeron sobre la cama con la respiración agitada y el cuerpo sudoroso. Tratando de evitar alguna conversación trascendental dijo lo primero que se le vino a la cabeza:
- Me hiciste sudar y sabes que no es fácil, sabes que sudo muy poco.
Estiró las manos buscando unas mentas que traía en el bolso, puso una en su boca y otra en la boca de Jack quien se lo agradeció con un beso largo en la frente. Tratando de hacer hablar a Jack, mencionó que llevaba varios días repansando la discografía de The Killers, pero el silencio se mantenía. Cuando Molly acomodó la cabeza sobre su pecho esperaba cualquier cosa menos lo que Jack iba a decirle segundos más tarde sin parpadear y mirando fijamente al techo con una expresión de tristeza que ella nunca había presenciado en los años que llevaba de conocerlo.
- No vas a creelo, Molly. Visité al Dr. Johnson el viernes. Me estoy muriendo.

viernes, 15 de julio de 2011

Caballo de Mar

Nos perdemos a diario en los lamentos proferidos por todo aquello que no tenemos. Pensamos en el carro que quisiéramos mientras nos empujan en un bus, en la mujer que desearíamos mientras nuestra esposa ronca en la otra mitad de la cama, en las fortunas incalculables de personas que consideramos más afortunadas por aparecer ebrias y bien maquilladas en los documentales de VH1. Queremos la vida fabulosa de alguien más y perdemos de vista nuestras propias fortunas.
Cuentan mi papá y mi mamá que en 1984 iban a separarse. Discutieron por alguna tontería sin percatarse de que yo los estaba escuchando mientras jugaba a solas con mi amigo imaginario. Dice mi mamá que me acerqué y les dije que no dijeran esas tonterías, que por favor se quisieran mucho, que yo quería un hermano para jugar fútbol. No había llegado ni a los tres años de edad y este par de adultos decidieron hacerme caso. En enero del 85 nació Manuel. Recuerdo claramente la noche en que mi mamá se fue para la clínica y recuerdo estar sentado junto a él cuando regresó a casa.
De niños jugábamos fútbol en el patio de la casa pero nunca fuimos muy buenos. Un día descubrimos que la música nos permitiría hacer algo notable. Aprendimos a tocar la guitarra vieja de mi papá, armamos una banda, nos fuimos de la casa.
Recuerdo estar sentado a la orilla del mar, en Santa Marta, hablando con Manuel de lo que la vida nos traería en Bogotá. Habíamos tomado cerveza en un bar rockero del rodadero y se me vino a la cabeza la imagen de un caballo que se hundía en el mar. Esa imagen ilustraba algún texto de mi libro de español de segundo de primaria, se estaba ahogando y nadie podía hacer nada para salvarlo.
Nada como la fortuna de tener a mi hermano, de tocar guitarra juntos y escribir alguna canción nueva, de llamarnos a ver cómo está el otro, cómo lo trata la vida y qué planes tenemos para este fin de semana.
Nos perdemos a diario en los lamentos proferidos por todo aquello que no tenemos. Llueve y el medio día se acerca. Pienso en la fortuna infinita de ser el hermano de Manuel Naranjo.

Beardman

De niño quería tener una barba muy poblada, muy tupida. Hoy es un poco tortuoso tener que pasarme una y otra vez la cuchilla por la cara. Primero va en el sentido en el que crece el pelo, después de abrir los poros con vapor de agua caliente; luego en sentido contrario con cuidado de no cortarme o de lastimarme la cara por pasar la máquina muchas veces. Una afeitada exitosa es un evento escaso y casi siempre lo tomo como un buen augurio. No podría tener un trabajo en el que tuviera que ponerme corbata o afeitarme todos los días. Ahora sólo me afeito cuando voy a tocar o cuando voy a salir con una mujer que me gusta. Y sí, puedes tomarlo como un cumplido.
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Quería verte porque te extraño a pesar de todo, porque quiero saber cómo va tu vida sin mí, porque quería contarte que mi gata se paraba frente a la puerta cerrada de tu habitación después de que te fuiste. Me alegra saber que has tomado el control de tu existencia, que sonríes con optimismo, que pagan bien tus escritos, que estás componiendo de nuevo y que tienes planes de futuro, que podemos sentarnos a almorzar tranquilos un viernes en un lugar neutro y sin tocar aquellos temas dolorosos. Supongo que vamos a despedirnos con un abrazo largo y que durante unos segundos dejaré de sentirte distante y frío. Ya no tendré que preguntarte si aún te emociona verme. Tu barba de dos semanas me lo dice todo.

jueves, 14 de julio de 2011

Costumbres

"Siempre volverás, una y otra vez"
1. Llamé a mi mamá porque sabía que se sentiría mal. Cuando los padres de uno empiezan a envejecer o cuando se le empiezan a morir los ídolos de la infancia, uno necesita un abrazo o un amigo con quién compartir esas penas. Siento que soy amigo de mi mamá y la llamé a ver cómo estaba (años más tarde ella haría lo mismo con el accidente cerebrovascular de Gustavo Cerati, pero esa tarde el tema de conversación era Rocío Dúrcal). Mi mamá estaba tranquila, pero no dejaba de hacerse preguntas acerca de eso que llaman el camino de la vida y cómo nos van cambiando los papeles con la edad. Tenía en su memoria bonitas imágenes de sus conciertos. Tenía muchos discos para recordarla. Iba a estar bien.

2. Casi siempre al levantarse él siente que necesita dormir un poco más. No recuerda bien dónde leyó que existe una diferencia estadísticamente significativa entre el descanso obtenido por un hombre que duerme solo y un hombre que duerme con una mujer: los hombres que duermen solos descansan mejor. Será por eso que necesita dormir en su cama de vez en cuando, disfrutar de toda la extensión de su colchón y encontrar pedazos de sábana fría. Y no es falta de amor, no es agotamiento, es simplemente una necesidad física que ella no entiende porque el mismo estudio demostró que entre las mujeres que duermen solas y las que duermen acompañadas no existe tal diferencia.
Ella disfruta escaparse con sus amigos y amigas, hablar de otras cosas, coquetear de vez en cuándo con alguien más, ser ella misma porque inevitablemente terminó construyendo un personaje para satisfacerlo, para que no se vaya, para que siga enamorado de ella a pesar de las mentiras, de las rupturas en la confianza, de esas manchas en el pasado que a veces regresan a su memoria cuando está en la ducha y sabe que ese hombre que duerme en su cama también ha dormido en otras camas en vez de estar con ella y que ella también tiene pecados veniales ocultos, hermosas mentiras piadosas.
¿Pero para qué desconfiar el uno del otro, para qué seguir indagando en lo que han hecho en esos espacios que por una u otra razón se han dado? Borrón y cuenta nueva. Han tenido buenos momentos, ella es una buena compañía y eso hay que valorarlo y tratar de construir de ahí en adelante. Eso es optimismo y así es como debe funcionar la cosa. A lo mejor un día, cuando estén listos, se decidirán a llevar las cosas a otro nivel y terminen formando una familia, aceptando al otro con todas sus cargas e historias personales, con todo lo que les gusta y les disgusta, con todos sus defectos y todas sus virtudes. Pero por ahora como están, están bien.
O a lo mejor él simplemente nunca esté listo y nunca se decida y una mañana ella se despierte y se dé cuenta de que está harta, que han pasado los años y que vive la vida de una mujer madura cuando apenas se están aproximando sus 30. Un día va a tener que enfrentarlo, acorralarlo, hacer las preguntas directamente y se va a dar cuenta que ambos han vivido largos años de su vida en función de un pasado que fue hermoso y de un futuro que nunca va a materializarse. Después de un tiempo volverán a verse y recordará esa frase de Kundera que dice que el sentimiento amoroso nos da una falsa ilusión de conocimiento, y sonreirá cuando mire hacia atrás y vea todo claramente, y se dará cuenta de su inmensa fortuna e inevitablemente se sentirá  más joven, más viva y menos angustiada que ahora.

3. Hablamos por teléfono por más de media hora. Me contó de su vida y yo de la mía y sentimos esa familiaridad que nunca se pierde cuando se vuelve a hablar con alguien que uno ha querido tanto, con quien soñó una vida y con quien planeó cosas que no se realizaron. Hablamos de los amigos en común, de las enfermedades que los aquejan, de cómo todo el mundo debería buscar ayuda psicológica para vivir un poco más tranquilo o al menos entenderse mejor. Todos estamos un poco locos, pero ella y yo nos creemos más funcionales que el resto de la humanidad. Esa es nuestra enfermedad: somos orgullosos y eso me gustó siempre. Incluso mientras hablábamos llegué a preguntarme cómo sería estar de nuevo con ella, pero mi sistema encendió las alarmas de inmediato: es solo familiaridad, recuérdalo; es un conocimiento profundo, un cariño que trasciende la amistad y nos lleva casi a ser familia, pero nuestro cuarto de hora pasó hace rato. Concluidos esos 30 minutos decidí colgar. Quise abrazarla. Creo que nunca en el transcurso de estos años posteriores me he atrevido a darle o pedirle un abrazo.

4. En una noche de julio de 2002 Bruno y yo nos sentamos a fumarnos un cigarrillo en su habitación ya perfumada por el humo. Todo olía a tabaco: la madera de su cama, su televisor, las paredes, las cuerdas de su guitarra, sus camisas en el clóset. Me preguntó si la extrañaba y le dije que sí. Me preguntó si todavía estaba enamorado de ella y le dije que suponía que sí, que a veces no podía soportarla pero que igual la quería muchísimo. Después de una pausa me dijo que uno a veces subestimaba las canciones esenciales y prefería ponerse a analizar a fondo las letras de Portishead o Remy Zero en vez de prestarle atención a Juan Gabriel y a Rocío Dúrcal. Expulsó una bocanada de humo y con su voz de visos femeninos cantó suavemente: "No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor".

martes, 12 de julio de 2011

Ladies Man

Sentada en el mesón de la cocina - sin soltar su copa de champaña - me dijo lo que tantas otras veces he escuchado y lo que siempre he creído probable desde que entré en edad reproductiva: no voy a tener hijos sino hijas, voy seguir rodeado de mujeres, I'll be the ladies man.
Sabiendo que las mujeres son de Venus y los hombres de Marte, que tenemos lógicas tan distintas, habilidades particulares y hasta esquemas de pensamiento complementarios; la naturaleza se ha valido de intermediarios que se mueven sin problemas en un mundo y en otro. Seré un hombre rodeado de mujeres, I'll be the ladies man.
Cuando Elsa entró a la cocina y se unió a la conversación noté que ella también juega un papel de intermediaria y es por eso que se siente tan cómoda entre hombres como lo hago yo entre mujeres. Ella dice que las mujeres son muy complicadas para su gusto y por eso está llena de amigos, yo digo que la inmensa mayoría de los hombres son tan simples que me hacen perder el interés rápidamente y por eso estoy lleno de amigas.
Elsa agradeció el ofrecimiento, pero me hizo guardar su copa y prefirió un café instantáneo. No todos vinimos al mundo para tomar champaña los lunes. I'll be the ladies man.

viernes, 8 de julio de 2011

Paradise (Otra historia de Jack y Molly)

No pensé que esto fuera a durar. Creía simplemente que era el fogonazo inicial del deseo entre dos personas que se admiran mutuamente y actúan como polaridades opuestas de un imán, y aquí estamos - años después - viendo cómo cae la tarde de otoño en Nueva York, mirando los botes del lago en Central Park; hablando de The Catcher in the Rye, de John y Yoko, de todo lo que esta ciudad, - que ella subestima - ha presenciado a lo largo del último siglo. La tomaría de la mano pero no quisiera que alguien entrara a la oficina de su esposo con la prueba reina que le daría el poder de acabar con ese matrimonio que ya no tiene sentido (como el mío). A veces quiero solamente eso, tomarla de la mano y caminar tranquilamente hasta que anochezca y hablar de los libros que ambos hemos leído o de discos que ambos hayamos oído y saborear un anonimato que nos es esquivo en los encuentros de los festivales y las convenciones. Besarla en la frente.
Antes le hubiera importado un bledo tratar de meterme al hotel más cercano, o levantarme la falda en el baño de un ballroom a la media noche. Es innegable que el paso del tiempo nos ha hecho daño, nos ha menguado el deseo, nos ha convertido en una pareja triste, como él y Jackie (Jack y Jackie, qué sujetos risibles) o como Allan y yo. Buscamos alivio y aventura y volvimos a encontrar una rutina que se apodera del aire un par de horas después de encontrarnos en un hotel o un aeropuerto. No quiero besos en la frente, no quiero hablar más de discos o libros; quiero que me lleve a vivir con él a un apartamento en Rio, que nos vayamos a la India y nos olvidemos de todo; que podamos caminar por la calle tomados de la mano como si fuésemos realmente desconocidos y dejar la paranoia con la que él disfraza su desgano y su hastío.
No se si trata de acariciarme o es apenas el roce de su mano impulsada por el movimiento de su cadera magnífica que dibuja vaivenes cíclicos y acompasados en esta tarde: Tic, tac, tic, tac. Quisiera pasar mi brazo alrededor de su cintura y sentir el movimiento de sus músculos dorsales que apenas pude acariciar en el Radisson, en el Hilton, en el Astoria; llevármela a recorrer festivales en América del Sur, llenar con su sudor al menos una cama en todas las capitales del mundo, pero sobre todo ver atardecer; esperar con ella el ocaso de una vida que ha valido poco, aunque los demás piensen lo contrario.
Nunca va a dejarla. Nunca va a reconocer que muere por estar conmigo, que quisiera reventar a golpes a Allan cada vez que tiene que estrecharle la mano, cada vez que oye mi voz en la radio o ve su foto en alguna revista. Cada vez que despedaza con palabras un disco que a mí me ha gustado. Estás envejeciendo, Jack. Te estás anquilosando. Tienes los oídos sucios y cada vez te cuesta más trabajo admitir que te gusta lo que estás oyendo porque lo compuso un chico que nació cuando tenías 20 años. Y ahora te pararás en algún lugar donde nos despeine el viento y dirás alguna tontería o te quedarás esperando que la tarde caiga, dando vueltas como un adolescente para pedirme que regrese al hotel contigo. Y voy a estar enfurecida pero igual me iré de mala gana, porque llegamos a ese punto en el que nada nuevo sucede y cada encuentro no es una vez más sino una vez menos y estamos cada vez más cerca de la despedida.
Se está tan bien aquí, se siente tan tibia la piel con el sol y el viento acariciándola a intervalos. Imagino que así es el paraíso, el sol y el viento y una sonrisa en silencio a lado de Molly McMillan. Molly y su entrecejo apretado, Molly queriendo hablar y quedándose callada, Molly esperando que le diga a qué vine. No encuentro las palabras aquí, así que esperaré hasta el vino después de la cena en el hotel, cuando probablemente le haya sacado ya unas sonrisas y pueda decirle de la manera más prosaica posible que me dejé a Jackie hace más de un mes.

jueves, 7 de julio de 2011

Comentarios Inútiles XXII

1. Debería dejar de utilizar números romanos para enumerar las ediciones de mis Comentarios Inútiles. Los números romanos son otro de esos atavismos que conservamos por alguna romántica razón, pero en realidad son muy poco prácticos. Esperemos que para el siglo XXII la gente pueda escribir al menos el nombre de los siglos usando números arábigos.
2. Nací un 22 de agosto y dicen algunos textos de numerología que tanto el 22 como el 11 son números maestros de altísima y mágica vibración que no deben ser sometidos a la reducción o suma teosófica que nos llevará siempre a obtener un dígito con el que habremos de identificarnos. Dicen que las personas nacidas un día 11 tienen en su vida una presencia vibratoria que equilibra a los demás y que los nacidos un 22 tienen la responsabilidad de ser guías de otras personas que los siguen porque van más adelante en un camino espiritual evolutivo. ¿Puedo acaso yo servir de guía espiritual a alguien cuando me la paso haciéndome preguntas y buscando mi propio papel en un universo que aún no logro descifrar?
3. La numerología, la astrología, la teología, el psicoanálisis, la biología, la astronomía, la física... todas me parecen hermosas disciplinas que tienen un objetivo común: abordar el conocimiento y el desarrollo de la conciencia universal a través de distintos caminos. Hay una canción de Richard Ashcroft que me encanta, llamada God in the Numbers. En ella Ashcroft plantea unas cuantas preguntas y afirmaciones de esas medio filosóficas adornadas por un coro repetitivo (que más parece un mantra): "I saw God in the numbers, I saw God in the numbers". No logro recordar si ya en otra entrada de comentarios inútiles había hablado de mi fascinación y asco por la historia. Ashcroft, en una de las estrofas de la canción, plantea algo muy similar a lo que pienso de ella: 
"The more I learn of history the more I hate it
'Cos we're repeating things we did a thousand years ago
We're building palaces of fortune in the sky
There's an underclass dying whilst we smile".
4. Como escritor de letras musicales siempre he buscado dibujar imágenes que sean amplias y se presten a múltiples interpretaciones, pero esta intención se vio ensombrecida por la pregunta que me hizo un amigo hace un par de años. Sin anestesia mi amigo me preguntó si Círculo Cerrado hablaba de un hombre que, llevado al borde de la desesperación por una decepción amorosa, decidía hacerse homosexual. Lo primero que hice fue reírme y luego le pedí a mi interlocutor que me explicara de dónde había sacado tal idea. Me dijo, con un ligero aire de vergüenza en el rostro, que sacaba la conclusión a partir de la forma en que parecíamos decir "culo cerrado" al final de cada coro y de la línea "ahora estoy del otro lado". Se me hizo menos descabellado desde ese día el hecho de que existan personas que en realidad crean que Paul McCartney está muerto y que las claves de su fallecimiento están en las letras de las canciones de los Beatles. Cada loco con su tema. Por más que me dedique a escribir letras obvias cada quién escuchará lo que quiera escuchar e interpretará la música a su manera. Una vez vi en Youtube a Pereza tocando Amélie y diciendo que cuando uno publica una canción deja entonces de ser suya y se convierte en un bien de los demás, que la usan y la acomodan a su amaño. Si a mi amigo le sirve la canción para imaginar historias de heterosexuales conversos entonces estoy haciendo muy bien la tarea de escribir letras abiertas y paisajes difusos.
5. ¿Cuál es la imagen más bella que has visto en tu vida? Yo tengo varias postales hermosas tatuadas en mi corteza cerebral: está Manuel brincando con un Viola Bass de Epiphone frente a 50.000 personas en el Parque Simón Bolívar, están las gemelas bailando disfrazadas de ranas en una presentación en el aula máxima de la Universidad de Manizales, está mi mamá bailando pasodoble con mi papá en la terraza de la casa de mi abuela Aceneth, está Cartagena de noche vista desde un avión, está el sol de las 9:00 pm en un verano en Manhattan, está ella besándome en medio de todas las golosinas imaginables en la tienda de su papá, está el viento meciendo las tres banderas en la Plaza de Armas del Batallón Ayacucho, está un puñado de nieve en mi mano derecha en el Nevado del Ruiz en 1993, está Zeta de espaldas sentado mirando hacia la calle 53 en la terraza del apartamento de Manuel, está un espectáculo de fuegos artificiales cerrando el Festival Iberoamericano de Teatro del año 2010, está Sebastián lanzando con furia su batería sobre un el tapete de la sala de ensayo, estás tú deslizándote sobre mi cuerpo vestida apenas con unos trazos de encaje y unos tacones rojos.
6. Si uno mira una imagen de Shiva, Parvati y Ganesha notará que no se diferencia mucho de una representación católica de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. No sólo Jesucristo es visto como la figura de un pastor. Gopala es uno de los muchos nombres con los que se conoce a Krishna y quiere decir literalmente: El protector de las vacas. ¿No somos tan distintos, no?
7. El dolor torácico agudo de origen cardiovascular se diferencia del dolor gastroesofágico derivado del reflujo porque puede irradiarse hacia el hombro o el brazo izquierdo y porque generalmente viene acompañado de sudoración, respiración rápida y superficial, náuseas y malestar general. No, no me iba a dar un infarto; era simplemente un caso grave de reflujo y hoy en día me río al recordar que lamenté por unos segundos mi muerte inminente antes de cumplir los 25 años.
8. Mi mamá me sigue preguntando por Gustavo Cerati como si fuera un miembro de la familia, como si yo supiera algo nuevo acerca de su estado de salud o como si tuviera esperanzas de que alguna vez se despertara. Lamento que su cama de enfermo se esté convirtiendo en un lugar de peregrinación o de turismo para figuras de la música latinoamericana. "Sí. Fui, lo visité y pareció reconocer mi voz. Toqué un par de canciones y sé que se va a levantar y va a salir de este trance y nos va a regalar mucha música y muchos años más de vida".
9. En La Inmortalidad (y dale con ese libro) Rubens se hace el propósito de describir el cuerpo y los encuentros que tuvo con sus amantes en el pasado, debido a que las mujeres empiezan a perderse en su memoria, empieza a olvidar olores y detalles que antes le parecían tan claros. Eso se me hace un esfuerzo literario bonito, que haría parte de una biografía ultraprivada que alguna vez me he visto tentado a escribir. Distaría – aunque la distancia sería apenas estilística – del esfuerzo de uno de mis mejores amigos que una vez me mostró que guardaba en su iPod la lista de las mujeres con las que se había acostado (una lista, por cierto, muy extensa). Mi amigo lleva una verdadera vida de rockstar, a tal punto que  - al igual que Rubens – olvida los nombres de esas mujeres y las describe con los detalles destacables como “la esposa del primo de Jorge Iván” o “la impulsadora pelirroja”. A menos que hagamos literatura o llevemos el estricto ejercicio de un diario sin secretos (como lo hice yo entre 1996 y 1999), nuestra memoria nos irá borrando esos detalles casi como un mecanismo de defensa, como una manera de afrontar la vida mirando hacia el frente y sin cargar información inútil de un pasado irrelevante.
10. No me deslumbran fácilmente. No me enamoro fácilmente. No me desenamoro fácilmente.

martes, 5 de julio de 2011

Old Love

It's just an illusion caused by how I used to feel - Old Love
Mi amiga llega en busca de consejo. Dice que me ha estado leyendo y que no puede creer el punto de evolución al que he llegado. Dice que estoy por encima del bien y del mal, que no necesito con quién descargarme, que en cualquier momento podría levitar y deshacerme en partículas de vapor para no reencarnar nunca más, que tengo la budeidad a la vuelta de la esquina.
Mi amiga me pide consejo y me dice que no puede deshacerse de ese amor viejo que no la va a conducir a ninguna parte, que quisiera encontrar una respuesta en los ángeles, en los astros, en la meditación, en el I-Ching, en las runas, en la psicoterapia. Parece como si todos hiciéramos parte de una misma cadena. Ella sufre por él (que la abandona a voluntad cada que le place), yo sufro por ella (que hace lo propio conmigo), otra ella sufre por mí (que juego con ella como un gato con su presa) y alguien más sufre por ella (que deliberadamente le resta importancia) y el ciclo se sigue repitiendo de forma infinita (como la rueda del Samsara) de tal manera que todos los incautos seguimos tropezando una y otra vez con la misma piedra.
Es cierto: cada día me acerco más a la tranquilidad porque por fin entendí que el amor - como lo entendemos los occidentales - no es más que una ilusión y que existen sentimientos compasivos mucho más amplios que nos ayudan a amar a alguien sin amarrarlo o sin sufrir por su ausencia; pero la budeidad está aún a distancias siderales.
Lo que pasa es que mi amiga no puede ver las pequeñas fisuras (las tengo bien escondidas) que tengo en este corazón endurecido y calloso. 
- Mira querida - le diría compartiendo un vino tinto - es algo así como lo que pasa con las yemas de los dedos de mi mano izquierda. Llevo años tocando guitarra y adaptando mi piel de tal forma que el hermoso acto de parir acordes o delinear escalas ya no me duele, pero tampoco puedo poner mis dedos al fuego y esperar que nada pase. Esos amores viejos son así. Vienen y descubren tus pequeñas fisuras (aunque estén bien escondidas) y te recuerdan que estás vivo y que estar vivo duele a pesar de perseguir lo contrario, de perseguir la tranquilidad, la budeidad, la ausencia de deseo o la perfecta comunión de dos personas que se aman de forma incondicional y tranquila.
Mi amiga y yo ya conocimos ese amor casi perfecto en el pasado. Lo que nos recomiendan ahora los astros, las runas, los ángeles, la meditación, el I-Ching y la psicoterapia es romper ese círculo vicioso. Infortunadamente nadie va a venir a decirnos cómo se logra.

Amor vincit propionibacterium acnes


Pápulas, pústulas, nódulos y quistes; finales infelices de un proceso natural. Mi caso no es tan grave como para recurrir a retinoides tópicos, así que podemos dar a todo un final más poético.
El propionibacterium acnes coloniza los folículos taponados gracias al trabajo excesivo de mis glándulas sebáceas. En cuestión de horas aparece la lesión, el comedón abierto o el comedón cerrado. Y tal vez no es uno, tal vez son cinco, diez lesiones de las que no puedo hacerme cargo porque vienes a verme.
Vamos al parque después del almuerzo, encárgate tú de drenarme bajo el sol. Que digan lo que quieran los curiosos transeuntes. Amor vincit omnia y su génesis es casi siempre un proceso natural.