viernes, 8 de julio de 2011

Paradise (Otra historia de Jack y Molly)

No pensé que esto fuera a durar. Creía simplemente que era el fogonazo inicial del deseo entre dos personas que se admiran mutuamente y actúan como polaridades opuestas de un imán, y aquí estamos - años después - viendo cómo cae la tarde de otoño en Nueva York, mirando los botes del lago en Central Park; hablando de The Catcher in the Rye, de John y Yoko, de todo lo que esta ciudad, - que ella subestima - ha presenciado a lo largo del último siglo. La tomaría de la mano pero no quisiera que alguien entrara a la oficina de su esposo con la prueba reina que le daría el poder de acabar con ese matrimonio que ya no tiene sentido (como el mío). A veces quiero solamente eso, tomarla de la mano y caminar tranquilamente hasta que anochezca y hablar de los libros que ambos hemos leído o de discos que ambos hayamos oído y saborear un anonimato que nos es esquivo en los encuentros de los festivales y las convenciones. Besarla en la frente.
Antes le hubiera importado un bledo tratar de meterme al hotel más cercano, o levantarme la falda en el baño de un ballroom a la media noche. Es innegable que el paso del tiempo nos ha hecho daño, nos ha menguado el deseo, nos ha convertido en una pareja triste, como él y Jackie (Jack y Jackie, qué sujetos risibles) o como Allan y yo. Buscamos alivio y aventura y volvimos a encontrar una rutina que se apodera del aire un par de horas después de encontrarnos en un hotel o un aeropuerto. No quiero besos en la frente, no quiero hablar más de discos o libros; quiero que me lleve a vivir con él a un apartamento en Rio, que nos vayamos a la India y nos olvidemos de todo; que podamos caminar por la calle tomados de la mano como si fuésemos realmente desconocidos y dejar la paranoia con la que él disfraza su desgano y su hastío.
No se si trata de acariciarme o es apenas el roce de su mano impulsada por el movimiento de su cadera magnífica que dibuja vaivenes cíclicos y acompasados en esta tarde: Tic, tac, tic, tac. Quisiera pasar mi brazo alrededor de su cintura y sentir el movimiento de sus músculos dorsales que apenas pude acariciar en el Radisson, en el Hilton, en el Astoria; llevármela a recorrer festivales en América del Sur, llenar con su sudor al menos una cama en todas las capitales del mundo, pero sobre todo ver atardecer; esperar con ella el ocaso de una vida que ha valido poco, aunque los demás piensen lo contrario.
Nunca va a dejarla. Nunca va a reconocer que muere por estar conmigo, que quisiera reventar a golpes a Allan cada vez que tiene que estrecharle la mano, cada vez que oye mi voz en la radio o ve su foto en alguna revista. Cada vez que despedaza con palabras un disco que a mí me ha gustado. Estás envejeciendo, Jack. Te estás anquilosando. Tienes los oídos sucios y cada vez te cuesta más trabajo admitir que te gusta lo que estás oyendo porque lo compuso un chico que nació cuando tenías 20 años. Y ahora te pararás en algún lugar donde nos despeine el viento y dirás alguna tontería o te quedarás esperando que la tarde caiga, dando vueltas como un adolescente para pedirme que regrese al hotel contigo. Y voy a estar enfurecida pero igual me iré de mala gana, porque llegamos a ese punto en el que nada nuevo sucede y cada encuentro no es una vez más sino una vez menos y estamos cada vez más cerca de la despedida.
Se está tan bien aquí, se siente tan tibia la piel con el sol y el viento acariciándola a intervalos. Imagino que así es el paraíso, el sol y el viento y una sonrisa en silencio a lado de Molly McMillan. Molly y su entrecejo apretado, Molly queriendo hablar y quedándose callada, Molly esperando que le diga a qué vine. No encuentro las palabras aquí, así que esperaré hasta el vino después de la cena en el hotel, cuando probablemente le haya sacado ya unas sonrisas y pueda decirle de la manera más prosaica posible que me dejé a Jackie hace más de un mes.

12 comentarios:

  1. Cada vez que leo una de tus historias me dan unas ganas enormes de enamorarme, y no quiero, me rehusó

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  2. Ya que ubicas esta historia en Nueva York, no puedo evitar pensar lo mucho que me gustaría ir en otoño. Nueva York es una ciudad absolutamente mágica. No sé por qué pero cuando llegué sentí que me enamoraba cada vez más y que no quería irme nunca. Una de mis grandes metas en la vida es regresar y disfrutarla metro a metro, cuadra por cuadra, minuto a minuto.

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  3. Yo fui en verano. También quisiera regresar con tiempo. Tal vez vivir una temporada allí. Un año completico.

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  4. 1. Querer caminar cogido de la mano por la calle con alguien es una cosa maravilloa y escasa que no sé si ha sido suficientemente valorada y representada en el cine y la literatura. Como tiene mucho más componente afectivo que sexual, a veces me parece más íntimo que un beso.

    Recuerdo un man con el que me encarreté en agosto del año pasado. Trató de cogerme la mano el mismo día en que nos encarretamos y a mí me dieron malgenio y ganas de vomitar. Sólo en ese momento supe que con ese man no quería nada.

    Desde eso, valoro mucho más que alguien quiera darme la mano para caminar por ahì.

    2. A las mujeres nos han metido tanto el cuento de que los hombres piensan en sexo el 99% del tiempo que si un man no nos quiere comer todo el tiempo, pensamos que ya no nos quiere, que se le acabò el deseo, que se le transfiguró el amor (y por ahì derecho, que el mundo se va a acabar, que estamos feas y que nos va a coger la menopausia sin tener quièn nos quiera de verdad).

    Muchas veces nos angustia el amor sosegado, porque no entendemos que evolucionò y creemos que està agonizando.

    3. Lo que más problemas me ha traído a las relaciones es quedarme callada y dar cosas por hecho. Supongo una cosa y de ahì derivo mil consecuencias y me monto en películas con las que sufro mucho y de las que me habrìa librado con solo preguntar. Soy tímida y me da miedo ser indelicada, forzar cosas que no debería forzar, pero por paarme de no-cansona, me lleno de problemas.

    Me hice el propósito de ser más clara y extrovertida con esas cosas y preferir pasar por metida o mandona que empelicularme sin motivo. A veces lo logro.

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  5. Yo creo que a mí estar alejado del amor me ha dado tiempo de pensarlo, de razonarlo y por eso estoy escribiendo tanto sobre el tema. Por eso y porque ando componiendo y quiero evitar el amor como temática abierta en las canciones nuevas. Sí, yo lo de la cogida de mano lo vengo pensando desde hace tiempo, precisamente porque desde hace un par de años he tenido relaciones en las que desde el punto de vista sexual todo es imaginable pero no es posible simplemente caminar de la mano y esperar que caiga la tarde con tranquilidad y sin importar si hay o no hay anonimato y si alguien va a vernos o no. Yo siempre he creído en las formas tranquilas del amor; me parece que los celos, las pelas, los cachos y todos esos dramas telenovelescos que nos han vendido los medios y la sociedad como amor verdadero están fuera de lugar, y ahora que lo recuerdo ya habíamos discutido ese tema (http://gattocosmico.blogspot.com/2011/01/this-is-love.html) pero es que en realidad no es fácil encontrar a alguien que vea el amor de esa manera, ni tratar de hacerle entender a las personas que uno quiere que la falta de "apasionamiento" no es desinterés sino, simplemente, "amor tranqui".

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  6. Siempre me ha causado curiosidad... a qué huele el invierno?
    A qué huele Nueva York en invierno?

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  7. Huele como a sal y cada que sale un olor a café o a pan o a cualquier comida caliente de algún local, uno se siente feliz

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  8. En verano (hace exactamente 4 años estaba allá) huele a también a sal, a ciudad costera. Meterse al metro es desafiar la propia tolerancia al calor. Y como yo me la pasé de ballroom en ballroom viendo bandas tocar, todo me olía a cerveza.

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  9. Para mi es inevitable relacionar la sal con el mar...

    Imaginaba que Nueva York en invierno huele a vapor... vapor de alcantarilla... vapor de paraíso underground... vapor tecnicolor de labios entrecerrados o entreabiertos....

    Esta mañana mientras Manizales se despertaba abarazada por la neblina dulcemente melancólica, imaginé que Nueva York en invierno huele a melancolía... :)

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  10. El vapor que sale de los ductos de ventilación del metro es muy caliente en verano. En las noches se nota más, es más visible que en el día. No sé cómo será en invierno. ¿Qué dice Lalu?

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  11. No, no huele mucho. Ni siquiera sale tanto vapor en invierno de esos ductos. De lo que recuerdo, sólo está el olor a sal (omo el olor de sal de parrilla mojada) y el olor a comida que parecía quebrar o derretir el aire helado alrededor. Tambièn había almacenes o cines que olían mucho cuando se abrían las puertas.
    Eso sí, el aire tan frío tiene algo que lo hace sentir a uno vivo

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  12. Lalu gracias por la descripción.

    Si "el aire tan frio tiene algo que lo hace sentir vivo a uno", entonces hay que conocer Nueva York en invierno. :)

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