jueves, 30 de junio de 2011

Comentarios Inútiles XXI

1. Concluída - al fin - la lectura de La Inmortalidad, de Milan Kundera, sentí como una especie de vacío, como unas ganas inexplicables de llorar porque se había cerrado un ciclo y porque había perdido para siempre a Agnes, a Laura y a Paul. Yo, que hasta hace un par de años deseaba fervientemente morir joven, empiezo a desarrollar el deseo incipiente de vivir muchos años más para poder dejar cuantas obras musicales y literarias me sea posible. Precisamente - gracias a los últimos sucesos en mi vida y en mi consumo cultural - estoy reafirmando tres frases que me han retumbado en la cabeza durante años:
 a. Todo arte es autobiográfico - Federico Fellini.
 b. Cuando a alguien le entregan un don también le entregan una maldición, el látigo que le sirve únicamente para autoflagelarse. - Truman Capote.
 c. La vida del escritor es una vida solitaria. Uno cree estar solo y al cabo de los años, si los astros son propicios, uno descubre que uno está en el centro de una especie de vasto círculo de amigos invisibles, de amigos que uno no conocerá nunca físicamente pero que lo quieren a uno y eso es una recompensa más que suficiente. Jorge Luis Borges.
2. Cuando empecé a leer La Inmortalidad era un niño, o al menos así veo yo ahora a ese chico de 17 años que recién había salido del ejército y comenzaba la universidad. No terminé el libro, aunque me había encantado, y sucedió porque tenía que devorármelo de afán por ser un compromiso académico. Leer el mismo libro con 12 años de diferencia es leer dos libros distintos, al ser prácticamente dos hombres distintos. Ahora entendí muchas de las afirmaciones de Kundera, de Goethe, de Avenarius y de todos los personajes reales y ficticios que se entrelazan en la novela. Por otra parte, tengo ahora el criterio para entender los dramas de Agnes y Laura precisamente por una feliz coincidencia entre la literatura y la vida real: He amado a dos mujeres en mi vida (y me refiero al amor dentro de mi propia concepción que ahora tendrá que explicar en este mismo texto) y esas dos mujeres parecen estar retratadas en las palabras y las acciones de estas dos hermanas.
3. Desde niño le he tenido mal augurio al hecho de que una mujer de mi familia quede en embarazo. ¿Por qué? Bueno porque casi siempre cuando va a nacer un nuevo miembro de mi familia otro fallece o lo contrario. Me asusta la forma en que mi mamá describe cómo se portaba Martín Pinilla (hermano de mi abuelo Danilo), cómo habla de la generosidad y alegría que le atribuían a Martín y que ella dice ver en mí cuando soy anfitrión o cuando me doy a alguien. Martín Pinilla (que además de ser hermano de mi abuelo Danilo era el esposo de mi tía Graciela) fue asesinado en la puerta de su casa cuando mi mamá comenzaba su embarazo a principios de 1981.
4. ¿Es ilógico que le diga yo que su nalga derecha es mi favorita aún cuando es prácticamente idéntica a la izquierda? Ni tanto. La explicación es sencilla: al dormir habitualmente al lado derecho de la cama es mucho más probable que durante la noche mi mano derecha termine sobre su gluteus maximus derecho mientras la mano izquierda se enreda entre su cuello y la almohada o se interpone entre mi pecho y su espalda. 
5. Esta mañana me acordé de las vallas publicitarias de Álvaro Uribe Vélez para su campaña presidencial del año 2002. Recuerdo cómo prometía acabar la corrupción e instaurar la "meritocracia" para aspirar a los cargos públicos. Me hizo sentir desconsolado tratar de encontrar un remedio para la cultura de la ilegalidad en Colombia, pensar en las promesas del Partido Verde y la forma ingeniosa en que Uribe sembró su veneno con palabras de admiración por la gestión de Enrique Peñalosa. Ya no sé en qué o en quién creer. La política en Colombia es una cuestión de afectos y hay ciclos en los que nos enamoran y nos vuelven a romper el corazón a cada rato.
6. Desmitifiqué Casablanca porque por fin logré verla completa. When Harry Met Sally, Eternal Sunshine of the Spotless Mind y Casablanca fueron películas que quise ver completas al lado de una mujer como Agnes o como Laura. Terminé viendo Casablanca a solas y haciendo un esfuerzo sobrehumano para no prender un cigarrillo o servirme un whisky.
7. La corbata y yo tenemos una relación de amor y odio. Siento una lástima infinita por aquellos que tienen que usar corbata todos los días. A mí me gusta ponerme corbata y me siento particularmente bonito cuando me visto bajo las convenciones de elegancia de mi tiempo. Una vez renuncié a un trabajo como docente porque tenía que usar corbata todos los días. Cuando entregué mi carta de renuncia le dije a mi antigua jefe: El conocimiento y la habilidad docente son mías, no de la corbata. En esa academia nos obligaban a usar vestido y corbata porque a los ejecutivos (que eran nuestros estudiantes) se les obligaba a utilizar corbata en sus trabajos y no podíamos estar menos elegantes que ellos. Las habilidades del gerente no están en su corbata, las técnicas de convencimiento del vendedor no están en su corbata, la habilidad manual del neurocirujano no está en su corbata; la corbata es la generadora de un círculo vicioso y fue la responsable del sobrenombre de "cachacos" que le fue dado a los bogotanos en el resto del país. A mí nada me parece más patético que un bus "ejecutivo" lleno de tipos encorbatados que se duermen contra los vidrios y dejan las ventanillas llenas de la grasa de su respiración y del gel moldeador en su pelo.
9. Los recientes matrimonios de mis amigos, la llegada de un nuevo miembro a mi familia y esos flashes de pasado del mes de junio sólo me han servido para reconfirmar cuál es mi idea del amor. Mi idea del amor (así como cuando amé a Agnes y a Laura) tiene mucho más de amistad absoluta y desinteresada que del amor tormentoso telenovelesco católico latinoamericano que tan dañino me parece. La canción Anyone Else But You (original de The Moldy Peaches e interpretada por Michael Cera y Ellen Page en la secuencia final de Juno) contiene la frase clave: "You're a part-time lover and a full-time friend". Eso es lo que quiero y no voy a conformarme con menos.
10. Todo el mundo debería saber tocar guitarra o teclado. Es una habilidad fundamental subestimada en los colegios latinoamericanos.
11. Tiene razón Borges cuando dice que uno cree estar solo y no lo está. Por ahora ustedes, los lectores de mis ocurrencias y los oyentes de mis canciones, son esos amigos invisibles que  me sirven y me reconfortan como recompensa cotidiana.

martes, 28 de junio de 2011

El corazón de Isabela

Isabela tiene cinco años. Hoy pasé junto a ella y su mamá le pidió que me saludara. Nuestro primer encuentro había estado inundado de timidez, pero esta vez ni siquiera se sonrojó cuando se prendió de mi cuello, me dio un beso en la mejilla y me dijo con su vocecita fina: - Hola Juan.
Le pregunté cómo estaba y cómo iba todo en el colegio y sentí que se me deshacían de amor las rodillas cuando, con el aire tiernamente despectivo de una mujer que lo sabe todo, me dijo simplemente: -"Estoy en vacaciones".
Su mamá le pidió entonces que me dijera algo en italiano, que yo le entendería, que yo lo hablaba casi perfectamente. Arrodillándome frente a Isabela hice la corrección pertinente: -"Io voglio parlare italiano, ma non ho tempo per studiare".
Isabela me dijo entonces que iba a cantarme una canción, porque su mamá le había contado que soy músico, que ambas me había visto en YouTube y que tenía el pelo muy chistoso.
Recordé por qué - de decidirme a ser padre algún día - preferiría tener hijas.
Después de cantarme "Un Vero Amico" cantamos juntos una parte de "Piove".
Cuando me despedí, Isabela sacó de una bolsita plástica un corazón autoadhesivo, me dio otro beso en la mejilla y me regaló una última sonrisa acompañada de un "ciao ragazzo" que me hizo agradecer estar vivo y mantener abierta la posibilidad de ser padre algún día.

domingo, 26 de junio de 2011

Marino y tu oreja


A Marino le dicen El Cieguito porque perdió la vista siendo apenas un niño a causa de unas gotas mal recetadas por un médico con poco criterio o escaso de recursos. Pensaba que la historia no me parece del todo creíble cuando dijeron mi mamá y mi abuela que Marino heredó un dinero de un seguro de vida que una señora - que no era parte de su familia - había dejado a su nombre por tenerlo en alta estima.
Dijeron también mi mamá y mi abuela que Marino reconoce a las personas tocándoles las orejas y que hace un par de semanas rompió en llanto de emoción al reconocer a su sobrino Néstor, al que hace muchos años no veía (o tocaba, más bien) debido a que durante muchos años Néstor estuvo perdido entre basuqueros y atracadores en la legendaria Calle del Cartucho en Bogotá.
Fue inevitable pensar en mí y en vos sobre la cama, cuando estamos conversando sobre temas trascendentales y mi forma de decirte con el cuerpo lo que no me atrevo a decir con palabras es acariciarte la oreja; tu fina y delgada oreja izquierda siendo explorada con lentitud y curiosidad por mi mano derecha; mis dedos descendiendo lentamente por el hélix hacia el lóbulo, subiendo de nuevo por el antihélix, posándose con la compasión de todas mis vidas y todas mis formas de paciencia sobre la punta del trago mientras te miro a los ojos sin el más mínimo deseo de parpadear.
Supongo que Marino debe maravillarse también ante una nueva oreja como cuando uno examina detenidamente una nueva cara hermosa. Puedo cerrar los ojos e imaginar tu oreja bajo mis dedos exploradores, podría reconocerte sólo con acariciar determinados lugares de tu cuerpo, puedo respirar profundo sin abrir los ojos y estar allí contigo, acariciando tu fina y delgada oreja izquierda mientras te quedas dormida.

jueves, 23 de junio de 2011

Propiedad y sociedad

Me senté a almorzar con mi amigo S después de mucho tiempo sin hablar, después de una pelea que puso nuestra amistad en riesgo, después de casi un año de su sorpresivo matrimonio y de pasar la mañana sin muchas ganas de escribir nada de nada. Mi amigo S es administrador de empresas con énfasis en finanzas y siempre nos hemos enriquecido mutuamente con nuestras conversaciones porque tenemos visiones esquemáticas muy distintas del mundo y del manejo de las relaciones interpersonales pero visiones muy similares acerca de la cosntrucción de una carrera profesional y del manejo del dinero. Si pudiera definir con dos verbos nuestra diferencia le asignaría a él el verbo conseguir y a mí el verbo hacer. 
Él fue educado para entrar a una organización, trabajar en ella, ascender, buscar una nueva y repetir el ciclo hasta que un día llegue a su casa feliz sabiendo que es el Gerente General de una organización tan grande como el Grupo Bancolombia (o algo así) y sienta que ya consiguió lo que quería. 
Yo por mi parte fui educado para leer, interpretar y construir cosas nuevas y mi ideal es vivir bien pero no a toda costa sino construyendo desde el conocimiento y la interpretación de las artes y la cultura. 
Ambos sabemos que tanto el capital como la autoría intelectual son buenos negocios siempre y cuando vayan de la mano de un desarrollo bien planificado y nos hemos dado cuenta de que el manejo ideal de la construcción de una fortuna personal requiere de habilidades administrativas y habilidades creativas, es decir, algo de lo que él sabe y algo de lo que yo sé. 
De no haber prestado servicio militar, mi amigo S y yo hubiéramos entrado juntos a estudiar administración de empresas y tal vez ahora - en la víspera de mis 30 años - yo andaría encorbatado, hipertenso y casado como él.
Después de discutir nuestros proyectos personales y lo que estamos haciendo para lograr nuestras metas, llegamos al tema del postre: la mujer.
Mi amigo S me contó que había regresado al país, abandonando tal vez una carrera de éxito en lo que siempre había soñado, porque no quería anular las aspiraciones profesionales de su esposa. La esposa de mi amigo S se cansó de llevar la vida perfecta de un ama de casa sin hijos en pleno siglo XXI, de madrugar al gimnasio y preocuparse apenas por cuál sería el almuerzo para su esposo y qué labores encomendaría a la empleada, de sentir que su tema de conversación se agotaba. 
Le dije a mi amigo (que conozco hace muchos años y de quien conocí muchas otras relaciones de pareja) que se había casado con la mujer indicada, que por fin había encontrado una socia y no - como en el pasado - una propiedad. Ambos nos reímos mientras nos tomábamos el último trago de Nestea de durazno y luego él me miró a los ojos diciéndo:  - Sí, Juan. Tiene razón.

¿A qué lugar quiero llegar con toda esta reflexión?  A que almuerzo tras almuerzo, conversación tras conversación e intento fallido tras intento fallido se me hace más difícil pero menos angustiante encontrar una mujer con las condiciones o la voluntad para ser mi socia, para entender lo que espero de una relación de pareja, de la conservación de la autonomía y la identidad individual, para compartir o al menos aceptar de buena gana mis opiniones sobre la fidelidad y los celos, sobre la posibilidad de tener hijos y construir en pareja.
Otro de mis amigos (mi querido amigo M) se casará con su novia el próximo sábado y yo voy a estar ahí para celebrarlo. Anoche mi amigo M y yo conversábamos sobre la tendencia que tienen algunas personas a ver a sus parejas o ex-parejas como propiedades y a creerse propiedad del otro y sólo de esa manera sentirse verdaderamente amados y respetados. Nos despedimos con algo así como un abrazo telefónico y sonreí porque me alegró la fortuna de mi amigo S y de mi amigo M. Ambos dieron con mujeres que se sienten socias de sus esposos y no propiedades ni propietarias de ellos. 


Volví a pasarme la hora del almuerzo de hoy oyendo a George Harrison, repasando canciones como Cloud 9 y This Is Love y me sentí tranquilo. Es cierto que a veces me hace falta tener alguien a quien querer o a quien abrazar por las noches pero sé que mi socia anda por ahí, buscando armar sociedad con un tipo como yo o aprendiendo la lección a la manera difícil: creyéndose la propiedad o la propietaria de alguien más para luego -  a mi lado - sonreír recordando lo equivocada que estaba.

martes, 21 de junio de 2011

En Remolinos (Un paisaje)

Él mira hacia el techo. La luz está encendida y en televisión pasan "Blood In Blood Out".
Ella está recostada en su pecho. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, están cerrados. Su cabeza parece estar en calma.

- Sigo creyendo que la respuesta está en la vía media. Hacerse preguntas de más, irse a los extremos del placer o de la culpa es lo que no nos deja vivir tranquilos. Apegarse estrictamente a los manuales o tratar de quebrantar todas las reglas, ser devoto o ser ateo, adherirse a la derecha o a la izquierda, militar en un extremismo de cualquier naturaleza, compararse con los demás, tratar de conseguir algo a toda costa para después descubrir que no es lo que querías, es eso lo que nos hace daño. No te sientas mal si no sientes culpa, no te cuestiones por lo que estás probando, a la larga todo es aprendizaje y en una vida ideal no dejamos de aprender. 
- Para ti es fácil decirlo. Pareces estar más allá del bien y del mal, pero yo siento que te hago daño. Que hago daño a quienes están a mi alrededor y no puedo evitarlo.
- La belleza casi siempre es un poco dañina, pero nadie puede hacerme daño si yo no lo permito. A veces nos parecemos a Jack y Molly, dos personajes sobre los que estoy escribiendo pero que me dictan sus historias por fragmentos. Tengo una idea general de lo que pasa con Jack y Molly así como tengo una idea general de lo que pasa con nosotros, pero la historia se me va revelando por capítulos, a manera de paisajes, de fragmentos aparentemente inconexos. Sólo vamos a acabar de entenderlo cuando la historia parezca concluir, cuando tengamos el corazón sano y tranquilo del que te hablaba hace un rato.
- A veces me pregunto si me perdería de algo, si es demasiado pronto, si es el momento o la persona indicada, si cada una de las decisiones que tome afectarán para siempre el curso de mi vida; si más adelante voy a mirar al pasado y voy a lamentar lo sucedido.
- Sólo es necesario pensar que cualquier decisión tomada es la correcta y si el panorama no luce claro, si poco está en tus manos también es una opción dejar que la vida decida por ti, lanzarte de espaldas al agua y flotar hasta que alguien venga a rescatarte.
- ¿Tú me rescatarías?
- ¡Ya lo he hecho tantas veces! Podría explicártelo todo con teorías psiquiátricas, con palabras de Buda o con canciones de Soda Stereo, pero a veces me canso de aconsejarte tanto. Parezco un anciano hablándole a una chiquilla.
- ¿Soda Stereo?
- Sí. En ocasiones me recuerdas líneas suyas. Hoy sentí, estando contigo, que estoy girando en remolinos, que por instantes florecemos juntos para luego marchitarnos por separado. Siempre he creído que florecer juntos es compartir un orgasmo, pero vaya uno a saber a qué se referían con esa línea.
- Deberías apagar la luz y deberíamos dormirnos.
- Sí. Deberíamos.

domingo, 19 de junio de 2011

Inmortalidad Virtual

Hasta hace más o menos un año, buscando aumentar la popularidad de Gatoblanco, yo tenía la costumbre de aceptar a cualquier persona en Facebook. Después haber atravesado por un periodo en el cual trataba de mantener mi vida privada lejos de los ojos curiosos de los desconocidos me decidí a convertir mi día a día, al menos en el plano virtual, en un libro abierto.
Aceptaba las peticiones de amistad sin siquiera mirar quién las enviaba y convertí mi cuenta en Facebook en el mejor modo de promocionar la banda, cuando los mecanismos habituales de la disquera y la radio no funcionaban. Un día empecé a notar que mis hermanas estaban desarrollando amistades virtuales con varios de los seguidores habituales del grupo y ellas -  que hacen parte de una generación acostumbrada a manejar sus redes sociales sin filtro alguno - aceptaban estas personas también sin reparo.
Decidí entonces que eso no estaba bien y, con todo el esfuerzo que ello requiere, me senté a analizar quién era cada uno de los 1.800 contactos que tenía y logré reducir mi número de "amigos" en Facebook a las personas que en realidad - por uno u otro motivo - conocía y recordaba. El libro quedó abierto a 900 contactos y esta cifra me sigue pareciendo avasalladora, razón por la cual seguiré reduciendo el círculo hasta dejar sólo los amigos, la familia y los contactos de trabajo.
Cada vez disfruto menos de Facebook pero me sigue pareciendo una bonita herramienta para mantener el contacto con las personas que quiero y están lejos, con familiares que no veo hace mucho, con esos amigos del colegio y la universidad que van desarrollando su vida dando pasos que los llevan cada vez más lejos de mi propio camino. Hoy, gracias a una conversación con mi amiga Elsa y a las reflexiones derivadas de la lectura de La Inmortalidad -de Milan Kundera - empecé a pensar en la Inmortalidad Virtual.
Hace cuatro años y medio, poco tiempo después de abrir su cuenta en Facebook, mi amigo Nicolás Ramírez murió en un accidente de tránsito y hoy me pregunté qué pensaría Nico de la interacción que nosotros seguimos teniendo con su cuenta en Facebook, de esos comentarios sobre sus fotos y de esas frases de cariño y duelo que a veces le dejamos en el muro.
Saqué una pequeña conclusión poniéndome en el lugar de Nico: yo no quiero una inmortalidad virtual.
Ver los grupos que arman los amigos y familiares de las personas que fallecen me parece un bonito gesto, pero no quisiera que algo así sucediera conmigo y mucho menos que las personas pudieran dejarme mensajes en el muro o comentar mis fotos como si aún viviera. Decidí enviar a mi hermano las claves de acceso mis redes sociales para que las elimine en caso de que yo fallezca. Quiero asegurarme una inmortalidad a la manera de Goethe según Kundera, a través de mi obra, de la música y los textos que voy a dejar, no de las fotos de fiestas en las que salgo con cara de alicoramiento o de las sandeces que he dicho en Facebook y en Twitter.

viernes, 17 de junio de 2011

Secretos

"Te voy a contar la verdad" dijiste mirando hacia el techo antes de soltarme un secreto que yo ya intuía.
Fue como descansar de la sospecha y abrirle campo en el corazón a una verdad a medias de esas que a mí tanto me gustan. Quise besarte pero me pareció inapropiado. En vez de ello te miré a los ojos tratando de escudriñar aún más, tratando de leer todo lo que guardas allí dentro, todo aquello que sabes de mí y no sé ni siquiera a qué hora te he ido contando o a qué hora has ido descubriendo.
Nunca te he agradecido por prestarme atención, nunca te he reconocido el ser depositaria de mis anécdotas privadas y ayudarme a hacer más llevadera mi carga. Nunca te he dicho que me siento honrado cuando me narras a pedazos la historia de tu vida.
Déjame contarte un secreto y mantengámoslo entre nosotros dos: La tarde está soleada y quisiera tenerte sentada en mis piernas, pero no frente a este computador, sino besándote la espalda mientas ambos miramos al mar y guardamos silencio.

jueves, 16 de junio de 2011

Sol

Soñé con brasas ardientes
con buitres y caracoles
soñé con serpientes pardas
con arañas y relojes.
Soñé encontrarte desnuda
balanceándote en la hamaca.
Soñé vientos
soñé brisas
huracanes y avalanchas.
Soñé que del otro lado
de la noche me llamabas
y el calor humedecido
del que alguna vez te hablaba
no era mi lengua jugando
era el sol, que te besaba.

miércoles, 15 de junio de 2011

Comentarios Inútiles XX - Gente Inolvidable

1. Tengo que hacerme a la idea de que no soy un hombre del siglo XX, soy un hombre del siglo XXI que por cuestiones del azar nació en el siglo XX. El siglo XX es mi referente, mi fuente de trabajo, mi materia prima para hacer cosas a futuro. Nací en los 80 y me dan risa, amé los noventa de principio a fin, durante la década pasada hice mis primeros esfuerzos y ya empezó la década de mostrar resultados iniciales. Soy un hombre del siglo XXI que por cuestiones del azar nació en el siglo XX así como Jorge Luis Borges fue uno de esos grandes hombres del siglo XX que por cuestiones del azar nació en el siglo XIX.
2. De todas maneras Borges conservaba algo de aire decimonónico en su forma de hablar, en la parsimonia de sus palabras, en los párrafos interminables llenos de comas que requerían de la concentración de los lectores juiciosos que escasean en este siglo XXI. Han pasado 25 años desde el fallecimiento de Jorge Luis Borges y temo que su inmortalidad se haga efímera. Los hombres del siglo XXI sabemos que en estos tiempos la gente olvida rápidamente.
3. Borges ya venía moldeando su inmortalidad desde hace mucho tiempo, desde casi un siglo atrás cuando empezó a escribir y cuando publicó Fervor de Buenos Aires. Su obra completa -  que empecé a leer en 2002 cuando abandonaba Manizales - me dio palabras e imágenes para escribir algunas de las letras de Empezar de Cero (el primer disco de Gatoblanco), ayudándome así a emplazar las primeras piedras de mi propia inmortalidad. La vida es un montón de genealogías inimaginables y en esta vida - créanlo o no - estoy emparentado con Borges.
4. La forma en que Milan Kundera se refiere en La Inmortalidad a la creación en vida de los personajes póstumos que algún día seremos me ha dejado un poco trastorcado. ¿Se nota?
5. No nos digamos mentiras. Todos soñamos aún - gracias a la influencia familiar y de los medios de comunicación - con un amor de la vida, con una mujer o un hombre que hagan que valga la pena oír canciones de Tito Gómez o Felipe Pirela, una persona que genere envidia entre los invitados a cada evento social al que asistamos, un confidente que nos ayude a ver la luz al final de los túneles problemáticos cada noche y que nos salude con amor cada mañana. Yo soy escéptico; no creo en el para siempre pero creo en la entrega sucesiva a personas realmente valiosas. Gente inolvidable, diría yo. En el fondo - en silencio y con un pequeño ápice de vergüenza - deseo encontrar una mujer que llore cuando yo no esté y que pueda afirmar junto a mi tumba que me conoció como nadie, que me ayudó en la construcción de mi propia inmortalidad; esa inmortalidad efímera que nos depara el destino a los hombres del siglo XXI.

lunes, 13 de junio de 2011

The Wind Cries Mary

Yo sé que su nombre no es Mary, pero podría serlo. Podría ella ser perfectamente una morenita dulce, pequeña y buena - hija de inmigrantes latinos - que broncea su cuerpo delgado en alguna de las playas de la Florida en una tarde de junio. Me paro sobre la cama y la miro desde arriba - sin playa, sin sol, sin un vestido de baño - y le digo que su cadera es maravillosa, le acaricio las crestas ilíacas y le digo que mi lengua la adora, que ahí - justo en ese espacio - cabrían sin incomodarse uno o dos de mis hijos y ambos nos reímos como antes.
Me pide que la abrace mientras nos arropamos con las cobijas desordenadas. Sé que vamos a quedarnos dormidos así y que es una tontería que siga murmurando entredormida que tiene que regresar a casa.
Minutos, horas o vidas más tarde abro los ojos y me pregunto si su nombre es Mary, si es sólo un recuerdo del pasado o si es una de las amantes - reales o ficticias - sobre las que escribo desde que ella no está. Lamento dejar de ser su almohada y es doloroso su gemido cuando me levanto de la cama a apagar el computador, pero es que no podemos quedarnos toda la noche oyendo lo que suena en Ledjam Radio (así no descansa nadie). Es el viento, a través de Jimi Hendrix, el que me da las respuestas que busco. And the wind cries: Mary.

viernes, 10 de junio de 2011

Las canas de mi mamá

Los Beatles eran unos chicos que entretenían a los visitantes del Cavern, la Unión Soviética y la Americana se disputaban todos los premios en las competencias deportivas, armamentistas y espaciales, Spacewar se convertía en el primer videojuego de la historia y las juventudes colombianas emprendían esfuerzos similares a los de la guerrilla que llevó a Cuba a lograr su revolución, hoy atávica.
Así era el mundo cuando nació mi mamá, que fue educada como una buena niña católica en Manizales, de esas que llegaban vírgenes al matrimonio y se casaban para siempre. Las fotos de su infancia y adolescencia revelan una morenita hermosa de dientes grandes y ojos profundos, de esas que uno quisiera abrazar y cantarle canciones y jurarle amor eterno. No sé si en aquel entonces mi mamá imaginaba cómo sería el mundo hoy o si alguna vez pensó que disfrutaría el mechón de canas que le sale al lado derecho de la cabeza. No sé si ella estaba preparada para ser mamá a los 20, para educar dos niños en la comodidad de su casa y dos niñas desde su oficina. No sé si ella nació lista para responder las preguntas que le hacemos o para mostrarnos acertadamente las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto, si alguna vez soñó con cantar o con irse del país o - al menos - de Manizales. 
Así como el mundo ha cambiado durante los últimos 50 años mi mamá ha tenido que adaptarse a las condiciones que la vida le ha ido presentando, ha tenido que mutar, ha tenido que ser muchas mujeres sucesivas y simultáneas. Mi mamá es una mujer fuerte que aguantó las burlas de sus compañeros de clase cuando empezó a estudiar un pregrado a los 37, que se mostró tranquila cuando nos vio por primera vez a Manuel y a mí montados en una tarima, que fue a visitarme dos veces por semana durante todo mi año de servicio militar, que supo llevarnos de urgencia a los hospitales cada vez que fue necesario, que tuvo la fuerza para decirle adiós en calma a mi papá, recordando que las niñas buenas se casan vírgenes pero que esos amores de la vida no duran para siempre.
Abrazo a mi mamá. La aprieto fuertemente por esa cintura que ya no es tan estrecha como en las fotos de su luna de miel. Empezamos a bailar al compás de Fiesta de Negritos frente a la familia y amigos que han venido a celebrar su cumpleaños número 50, le digo en ese abrazo que le debo todo, que estoy agradecido con ella por dedicarme los mejores años de su vida, por enseñarme a cantar y a leer, por enviar sonrisas al escenario desde el público, por decirme en silencio y con discreción "ella no te conviene". Todo lo que sé sobre el amor y sobre el perdón lo he aprendido de ella, mi forma de llorar y de querer es suya, junté las primeras letras gracias a su dedicación y las primeras palabras las escribí guiado por su mano.
Esas canas que le adornan el pelo ahora son algo así como su recompensa y por eso - dice - nunca va a pintarlas.
Yo nunca voy a encontrar las palabras que le hagan justicia, nunca encontraré la forma adecuada de decirle gracias.

martes, 7 de junio de 2011

Tubthumping

1. Interior Día - Martes - Noviembre de 1997

Santiago y yo estamos tirados en su cama viendo videoclips. En todas las radios juveniles del mundo suena hasta la saciedad Tubthumping de un grupo inglés llamado Chumbawamba. Santiago me cuenta que llevan más de 15 años tocando juntos y que éste es apenas su primer éxito masivo internacional. La canción aún no suena en las radios manizaleñas. Santiago tiene una ventaja competitiva y es que vive en el último piso de un edificio estratégicamente ubicado en Villa Pilar donde llega la señal de emisoras de Bogotá, de Pereira y de Medellín. A mí me toca conformarme con La Mega. Pasan el videoclip y Santiago me dice que esa es la canción de la que me había hablado unos días atrás. 
- Oh, Danny Boy, Danny Boy, Danny Boy!

2. Interior Noche - Viernes - Noviembre de 1997

Salimos de la comida que nos ofrece el padre Jorge Luján a los bachilleres del Liceo Arquidiocesano. Los graduandos de Semenor tienen un mejor promedio en el Icfes y el mejor bachiller de Caldas es egresado de San Luis Gonzaga. Aunque los profesores dicen que somos especiales la estadística dirá que somos una generación olvidable. Tomamos taxis para ir a rematar en una fiesta que ofrecen unas estudiantes del Rosario en Atlantis. Antes de que alguna de ellas me riegue un trago doble de aguardiente - sobre el vestido que tengo que ponerme mañana para asistir a mi grado - empieza a sonar en la discoteca el coro de Tubthumping. Algunos ya la conocen, pero sólo Santiago y yo nos la sabemos casi toda de memoria. 
- We'll be singing when we're winning, we'll be singing!

3. Exterior Día - Domingo - Diciembre de 1997

Pienso en mi papá parado junto a un árbol, llorando como lo hacía Kiko contra las paredes de la vecindad. Estaba convencido de que sus amigos políticos le ayudarían a evitarme la penuria de ir a prestar servicio militar con 16 años de edad recién cumplidos, pero se había equivocado. Imagino que mi papá debe estar en su casa almorzando y mi mamá debe estar llorando en la suya, tratando de disimular la tristeza y de hacer una noche de las velitas normal junto a mis hermanos. El examen médico se convierte en la última esperanza de salir exonerado. Nos paramos todos desnudos, formados en U y dando la espalda al médico que pasa en busca de casos de hemorroides, varicocele o escoliosis. Trato de arquear la espalda pero no logro engañar al doctor, la palpación de testículos no arroja ninguna anomalía y cuando me inclino dándole al médico la espalda empieza a sonar de nuevo esa canción en el televisor del dispensario, que tiene apenas un par de soldados deshidratados. El médico retira la linterna y se acerca al soldado de mi derecha. No tengo ninguna razón física para evadir el servicio militar. 
Yo soy chiquito y tengo mucha cara de niño, pero no estoy asustado. Yo soy chiquito y tengo mucha cara de niño pero estos militares risueños - que en su gran mayoría no han terminado el bachillerato y poco saben de los conocimientos, habilidades o historias que tenemos aquellos que estamos desnudos y les enseñamos el culo - no lograrán amargarme la vida. Yo me caigo, pero me paro. Siempre que me caigo me vuelvo a parar.
- I get knocked out but I get up again, you're never gonna keep me down!

viernes, 3 de junio de 2011

Timing (Un cuento musical)

Boogie boogie. La cabeza de Efraín daba vueltas mientras miraba a María que sonreía de forma casi inocente prendida del volante y él - con la lentitud propia del copiloto, de quien no lleva el control porque además ha bebido - se preparó a decir las palabras mágicas y zigzagueantes que iban a salir de su boca con el mismo brillo y la misma rimbombancia con las que estaban sonando en ese momento en su cabeza:

- Me voy a despedir de ti con un beso.

Boogie boogie. La sonrisa de María perdió todo rastro de inocencia y se hizo aún más amplia cuando él se acercó a besarla. ¿Cómo no hacer de ese momento una discontinuidad en el tiempo, cómo no darle la duración de un solsticio de verano, cómo no recorrer sus labios con la curiosidad y la paciencia que casi nunca se tiene en estos días extraños en lo que se predice el Apocalipsis cada semana, cómo no acariciar con ternura su rostro como si fuera ella la más perfecta de las criaturas, la portada de un libro leído en quinto grado de básica primaria? ¿Cómo no?

Al abrir los ojos ella metía el pie a fondo en el acelerador diciendo "me voy" sin dejar de sonreir. Efraín despegó lentamente sus labios de la mejilla derecha de María, dando así fin al beso que sucedía en otra dimensión. Se bajó del carro y recordó que su nombre era otro, que no era un héroe de ficción. Miró con tristeza a aquella que ya no era María mientras se alejaba a toda velocidad por la noche de la calle 110. Miró luego de reojo hacia el Centro Colombo-Americano y recordó la canción que habría de enseñar a sus estudiantes al día siguiente. Subió las escaleras cantando mientras Efraín sonreía victorioso: "Do it now! Timing is the answer to success".

miércoles, 1 de junio de 2011

Feca con chele

Pensarían tal vez que yo era un tipo libertino, que me pasaba las noches de bar en bar tocando, bebiendo y llevándome una mujer distinta a mi cama cada semana. Creerían que había probado todas las drogas posibles, cuando a duras penas las sustancias probadas me cabían en los dedos de una mano y en vez de drogarnos éramos los ancianitos del café con leche.
El sol no se asomaba mucho en Bogotá por esos días así que era perfectamente posible estar muriendo de frío a medio día. Yo tenía una cobija sobre mis piernas y ella tenía otra sobre las suyas. Casi siempre estaba ella en el sofá y yo en la mesita de computación. Ella escribiría algo y yo traduciría otra cosa, mientras escuchábamos juntos algún disco recién comprado o recién descargado ilegalmente de Internet. Cualquiera de los dos podría levantarse e ir a la cocina - envuelto en su cobija - a preparar algo caliente para tomar. Ella casi siempre café con leche y mi menú incluía también café negro y té. En ocasiones había un beso y un abrazo corto de por medio y yo trataba de recordar en qué texto era que Borges hablaba del "feca con chele". En las noches dormíamos abrazados porque el frío se hacía insoportable después de ver películas o el show de Graham Norton.
Ya no soy un ancianito de los que toman café con leche. Hoy soy un adolescente desorientado que está a punto de cumplir 30 años, un libertino que se la pasa de bar en bar tocando, bebiendo y llevándose a la mujer que pueda a su casa. Y no escribo esto porque lo añore, sino porque quiero recordarlo y los adolescentes olvidamos las cosas fácilmente.