viernes, 10 de junio de 2011

Las canas de mi mamá

Los Beatles eran unos chicos que entretenían a los visitantes del Cavern, la Unión Soviética y la Americana se disputaban todos los premios en las competencias deportivas, armamentistas y espaciales, Spacewar se convertía en el primer videojuego de la historia y las juventudes colombianas emprendían esfuerzos similares a los de la guerrilla que llevó a Cuba a lograr su revolución, hoy atávica.
Así era el mundo cuando nació mi mamá, que fue educada como una buena niña católica en Manizales, de esas que llegaban vírgenes al matrimonio y se casaban para siempre. Las fotos de su infancia y adolescencia revelan una morenita hermosa de dientes grandes y ojos profundos, de esas que uno quisiera abrazar y cantarle canciones y jurarle amor eterno. No sé si en aquel entonces mi mamá imaginaba cómo sería el mundo hoy o si alguna vez pensó que disfrutaría el mechón de canas que le sale al lado derecho de la cabeza. No sé si ella estaba preparada para ser mamá a los 20, para educar dos niños en la comodidad de su casa y dos niñas desde su oficina. No sé si ella nació lista para responder las preguntas que le hacemos o para mostrarnos acertadamente las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto, si alguna vez soñó con cantar o con irse del país o - al menos - de Manizales. 
Así como el mundo ha cambiado durante los últimos 50 años mi mamá ha tenido que adaptarse a las condiciones que la vida le ha ido presentando, ha tenido que mutar, ha tenido que ser muchas mujeres sucesivas y simultáneas. Mi mamá es una mujer fuerte que aguantó las burlas de sus compañeros de clase cuando empezó a estudiar un pregrado a los 37, que se mostró tranquila cuando nos vio por primera vez a Manuel y a mí montados en una tarima, que fue a visitarme dos veces por semana durante todo mi año de servicio militar, que supo llevarnos de urgencia a los hospitales cada vez que fue necesario, que tuvo la fuerza para decirle adiós en calma a mi papá, recordando que las niñas buenas se casan vírgenes pero que esos amores de la vida no duran para siempre.
Abrazo a mi mamá. La aprieto fuertemente por esa cintura que ya no es tan estrecha como en las fotos de su luna de miel. Empezamos a bailar al compás de Fiesta de Negritos frente a la familia y amigos que han venido a celebrar su cumpleaños número 50, le digo en ese abrazo que le debo todo, que estoy agradecido con ella por dedicarme los mejores años de su vida, por enseñarme a cantar y a leer, por enviar sonrisas al escenario desde el público, por decirme en silencio y con discreción "ella no te conviene". Todo lo que sé sobre el amor y sobre el perdón lo he aprendido de ella, mi forma de llorar y de querer es suya, junté las primeras letras gracias a su dedicación y las primeras palabras las escribí guiado por su mano.
Esas canas que le adornan el pelo ahora son algo así como su recompensa y por eso - dice - nunca va a pintarlas.
Yo nunca voy a encontrar las palabras que le hagan justicia, nunca encontraré la forma adecuada de decirle gracias.

3 comentarios:

  1. ¿50 años? Tu mamá es muy muy jóven y por las fotos te pareces muchísimo a ella. De ella heredaste lo buen mozo.

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