jueves, 23 de junio de 2011

Propiedad y sociedad

Me senté a almorzar con mi amigo S después de mucho tiempo sin hablar, después de una pelea que puso nuestra amistad en riesgo, después de casi un año de su sorpresivo matrimonio y de pasar la mañana sin muchas ganas de escribir nada de nada. Mi amigo S es administrador de empresas con énfasis en finanzas y siempre nos hemos enriquecido mutuamente con nuestras conversaciones porque tenemos visiones esquemáticas muy distintas del mundo y del manejo de las relaciones interpersonales pero visiones muy similares acerca de la cosntrucción de una carrera profesional y del manejo del dinero. Si pudiera definir con dos verbos nuestra diferencia le asignaría a él el verbo conseguir y a mí el verbo hacer. 
Él fue educado para entrar a una organización, trabajar en ella, ascender, buscar una nueva y repetir el ciclo hasta que un día llegue a su casa feliz sabiendo que es el Gerente General de una organización tan grande como el Grupo Bancolombia (o algo así) y sienta que ya consiguió lo que quería. 
Yo por mi parte fui educado para leer, interpretar y construir cosas nuevas y mi ideal es vivir bien pero no a toda costa sino construyendo desde el conocimiento y la interpretación de las artes y la cultura. 
Ambos sabemos que tanto el capital como la autoría intelectual son buenos negocios siempre y cuando vayan de la mano de un desarrollo bien planificado y nos hemos dado cuenta de que el manejo ideal de la construcción de una fortuna personal requiere de habilidades administrativas y habilidades creativas, es decir, algo de lo que él sabe y algo de lo que yo sé. 
De no haber prestado servicio militar, mi amigo S y yo hubiéramos entrado juntos a estudiar administración de empresas y tal vez ahora - en la víspera de mis 30 años - yo andaría encorbatado, hipertenso y casado como él.
Después de discutir nuestros proyectos personales y lo que estamos haciendo para lograr nuestras metas, llegamos al tema del postre: la mujer.
Mi amigo S me contó que había regresado al país, abandonando tal vez una carrera de éxito en lo que siempre había soñado, porque no quería anular las aspiraciones profesionales de su esposa. La esposa de mi amigo S se cansó de llevar la vida perfecta de un ama de casa sin hijos en pleno siglo XXI, de madrugar al gimnasio y preocuparse apenas por cuál sería el almuerzo para su esposo y qué labores encomendaría a la empleada, de sentir que su tema de conversación se agotaba. 
Le dije a mi amigo (que conozco hace muchos años y de quien conocí muchas otras relaciones de pareja) que se había casado con la mujer indicada, que por fin había encontrado una socia y no - como en el pasado - una propiedad. Ambos nos reímos mientras nos tomábamos el último trago de Nestea de durazno y luego él me miró a los ojos diciéndo:  - Sí, Juan. Tiene razón.

¿A qué lugar quiero llegar con toda esta reflexión?  A que almuerzo tras almuerzo, conversación tras conversación e intento fallido tras intento fallido se me hace más difícil pero menos angustiante encontrar una mujer con las condiciones o la voluntad para ser mi socia, para entender lo que espero de una relación de pareja, de la conservación de la autonomía y la identidad individual, para compartir o al menos aceptar de buena gana mis opiniones sobre la fidelidad y los celos, sobre la posibilidad de tener hijos y construir en pareja.
Otro de mis amigos (mi querido amigo M) se casará con su novia el próximo sábado y yo voy a estar ahí para celebrarlo. Anoche mi amigo M y yo conversábamos sobre la tendencia que tienen algunas personas a ver a sus parejas o ex-parejas como propiedades y a creerse propiedad del otro y sólo de esa manera sentirse verdaderamente amados y respetados. Nos despedimos con algo así como un abrazo telefónico y sonreí porque me alegró la fortuna de mi amigo S y de mi amigo M. Ambos dieron con mujeres que se sienten socias de sus esposos y no propiedades ni propietarias de ellos. 


Volví a pasarme la hora del almuerzo de hoy oyendo a George Harrison, repasando canciones como Cloud 9 y This Is Love y me sentí tranquilo. Es cierto que a veces me hace falta tener alguien a quien querer o a quien abrazar por las noches pero sé que mi socia anda por ahí, buscando armar sociedad con un tipo como yo o aprendiendo la lección a la manera difícil: creyéndose la propiedad o la propietaria de alguien más para luego -  a mi lado - sonreír recordando lo equivocada que estaba.

6 comentarios:

  1. Me gustó mucho esta entrada, estos temas de amor en igualdad de condiciones me alborotan en romanticismo siempre

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  2. UNA TRAGA AMISTOSAMENTE ENAMORADA

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  3. Je ne sais pas si tu te rappelles de moi. On a travaillé tous ensemble il y a quelques années. Moi, j'enseignais le francais. Toi, tu enseignais l'anglais. Quand je t'ai lu, j'ai pu voir qu'on se resemble beaucoup. La maniêre de penser, de vivre, de concevoir la vie, la musique , les arts, l'amour... Bientôt tu rencontreras un belle filles des yeux claires como l'aube et cheveaux bruns. Elle sera ton âme soeur, elle te donnera tout ce que tu cherches, Enfin tu connaîtras la joie de la vie en couple. Je t'embrasse mon p'tit chat blanc. J.O.

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  4. Obviously I remember you and and our free time talking about life, love and music, and why you got your name, and other stories that come right now like sparkling flashes to my mind.
    I love social networks because they allow us to get in touch again with lovely people that we thought were lost in time forever.
    Hugs. JS.

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  5. Me gusta el término socia, para referirse a esa mujer que busca. Yo la llamo compañera de la vida, es lo mismo. Es esa persona que se pone de tu lado y mira en la misma dirección, teniendo claro que la única propiedad que tienen, es el camino que van a hacer juntos. Suerte que como sumercé mismo dice, por ahí anda caminando en su dirección.

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