miércoles, 1 de junio de 2011

Feca con chele

Pensarían tal vez que yo era un tipo libertino, que me pasaba las noches de bar en bar tocando, bebiendo y llevándome una mujer distinta a mi cama cada semana. Creerían que había probado todas las drogas posibles, cuando a duras penas las sustancias probadas me cabían en los dedos de una mano y en vez de drogarnos éramos los ancianitos del café con leche.
El sol no se asomaba mucho en Bogotá por esos días así que era perfectamente posible estar muriendo de frío a medio día. Yo tenía una cobija sobre mis piernas y ella tenía otra sobre las suyas. Casi siempre estaba ella en el sofá y yo en la mesita de computación. Ella escribiría algo y yo traduciría otra cosa, mientras escuchábamos juntos algún disco recién comprado o recién descargado ilegalmente de Internet. Cualquiera de los dos podría levantarse e ir a la cocina - envuelto en su cobija - a preparar algo caliente para tomar. Ella casi siempre café con leche y mi menú incluía también café negro y té. En ocasiones había un beso y un abrazo corto de por medio y yo trataba de recordar en qué texto era que Borges hablaba del "feca con chele". En las noches dormíamos abrazados porque el frío se hacía insoportable después de ver películas o el show de Graham Norton.
Ya no soy un ancianito de los que toman café con leche. Hoy soy un adolescente desorientado que está a punto de cumplir 30 años, un libertino que se la pasa de bar en bar tocando, bebiendo y llevándose a la mujer que pueda a su casa. Y no escribo esto porque lo añore, sino porque quiero recordarlo y los adolescentes olvidamos las cosas fácilmente.

3 comentarios:

  1. ¡Esta entrada me antojo de un cafecito con leche!

    Sortier

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  2. Me pusiste a pensar en eso que tanto dice la gente: es que no queman las etapas en orden... y ese es un orden inventado por nosotros mismos, como si la vida tuviera que tener un orden. Un psiquiatra, que no ha tenido un día de orden, me decía que sí, que crecer era también ir cumpliendo unas etapas: ser cuidado en un nido, abandonar el nido, armar nido propio con algún pájaro de buenos genes, engendrar algunos polluelos, mandarlos a la universidad...
    Yo no creo mucho en eso o me consuelo diciéndome eso para poder seguir de adolescente a los 36.

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  3. ¡Bah! Yo sí creo en los ciclos pero no creo que tengan un orden establecido. Vivamos la vida como una película de Tarantino y seamos felices.

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