miércoles, 21 de octubre de 2015

Marcelo

"Plumbig", dijo Marcelo cuando le abrí la puerta del apartamento. Entró a mi casa y traté de explicarle (con las palabras que encontré) que había un olor molesto que salía de la tubería. Cuando me preguntó si había algún tipo de taponamiento noté que tenía problemas organizando el discurso en su cabeza, así que le hice la pregunta que ayuda a destrabar conversaciones en todo el sur de la Florida: "¿Habla español?"
No sé cuántos años tendrá Marcelo, pero aparentaba acercarse a los 40. No tuve tanto tiempo para hablar con él como sí lo tuve para hablar con Jeremy. Yo estaba concentrado en tratar de terminar un demo para un jingle y él estaba ocupadísimo sacando años y años de mugre de la tubería del lavamanos. 
Me dijo que la cosa siempre era igual con estos apartamentos viejos, que las tuberías empiezan a deteriorarse y que los gases producidos al interior del desagüe empiezan a regresar a la superficie. 
"Lo que hay que esperar - dijo - es que tumben este edificio y construyan un nuevo."
Me molesta mucho que me interrumpan cuando estoy trabajando. Odio contestar llamadas cuando estoy escribiendo y me cuesta mucho retomar el rumbo cuando estoy haciendo música. Tal vez por eso traté de concentrarme en el trabajo una y otra vez pero Marcelo seguía pidiéndome cosas: una trapo, un gancho, una ponchera para recoger el reguero.
Cuando terminó su labor me pidió un vaso con agua y yo me sentí sumamente avergonzado porque es lo mínimo que ofrezco a alguien cuando entra a mi casa. Jeremy no quiso tomar nada aquel día, Marcelo - en cambio - estaba sediento y no le avergonzaba pedir algo de beber.
Viendo mis equipos en la sala me preguntó si era músico. Le dije que sí. Me contestó que él tocaba percusión de todo tipo: timbales, congas, tumbadora.
Lamenté no haber hablado más con Marcelo.
Al despedirnos me dio la mano. Una mano fuerte, negra y sudorosa. Una mano de plomero, de percusionista; una mano muy distinta a la mía.
Le pregunté su nombre, le agradecí y me dijo: "Estamos para ayudarnos. Viva Colombia."
"Viva Cuba", contesté yo con más cortesía que convicción cuando cerraba la puerta.

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