domingo, 10 de enero de 2010

Por favor no sonrías



Rapto from Gustavo Cerati on Vimeo.

Soñé que te raptaba (o me raptabas, no lo sé bien, no sabría decir si era tu casa o la mía) y también era el amanecer de un domingo. Y nos abrazábamos y hablábamos de trivialidades, porque a veces uno se cansa de tantas cosas serias lanzadas al aire, y nos acariciábamos con toda la parsimonia y la serenidad de aquellos que están de vacaciones, que tienen los teléfonos apagados, que hasta se olvidan de desconectar la cafetera o de servir el agua y la comida para gatos.
No recuerdo qué me decías, pero no había tristeza, corazón, estoy harto de las expresiones tristes en el mundo real. Sonreías y yo estaba a punto de caer, a punto de despertar, a punto de empezar a hacerme preguntas innecesarias para un momento tan bello. Podría cerrar los ojos y recrear sin equivocación la temperatura de tu piel, el sabor a dientes recién lavados, el olor del aire frío, el sonido del viento golpeando el vidrio, la presión justa del cuerpo del uno contra el cuerpo del otro, la ubicación exacta de ese lunar en tu espalda.
Sabía que llevábamos días ahí (tal vez meses, tal vez años), encadenados a esa cama, a ese precioso ritual de ocio y contemplación; que nada iba a apartarme de ese mundo, de ese rapto mutuo, de esa deliciosa experiencia.
Ni siquiera la vibración entre mi pantalón en el suelo, ni siquiera el teléfono despertándome con tus malas noticias. Antes de contestar sonreíste. Finalmente caí. Caí como un gato desde el octavo piso. No había otro desenlace posible.

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