martes, 10 de abril de 2012

Sweet the Sting (otra historia de Jack y Molly)

Nunca se había dejado fotografiar desnuda. Molly era una celebridad (una celebridad radial, pero alguien reconocido al fin y al cabo) y sabía que en cualquier momento las imágenes de su cuerpo podrían terminar en manos de la persona equivocada. Ni siquiera su esposo guardaba más que instantáneas mentales del cuerpo de Molly, pero había algo en Jack que la hacía confiar.
Esa noche no deambularon por Nueva York como solían hacerlo. Esa noche se dedicaron a pedir champaña al cuarto del hotel y a sorprenderse mutuamente con música que esperaban que el otro desconociera y disfrutara después.
Ya conocía a Jack de años atrás, ya sabía como reaccionaba ante la adversidad y cómo respondía a sus ataques de rabia. Sabía que los años de más habían hecho de Jack un hombre comprensivo que era su amante y la acariciaba a veces con la ternura de un padre. 
Molly estaba desnuda boca abajo cuando Jack sacó la cámara y empezó a disparar sin pedir autorización. Lo aprobó con su sonrisa, dejó que le indicara qué hacer y luego posó con libertad a su antojo.
No habrán sido más de diez las imágenes tomadas ni más de cinco las que fueron conservadas. Los retoques digitales ayudaron a magnificar la belleza de Molly, la belleza a punto de una mujer que vive la segunda mitad de sus veintes, la belleza de una mujer tácitamente enamorada y tácitamente correspondida.
Habían pasado ya los años y el cuerpo de Molly McMillan no era el mismo. Pensó en esas imágenes mientras la ambulancia se movía en un esfuerzo inutil y desesperado por las siempre atascadas calles de Manhattan. Recordó la canción de Tori Amos que Jack repitió mil veces esa noche. Sabía que esas fotos eran un tesoro únicamente compartido por los dos. 
Tomó su mano izquierda aún sin dejar caer la primera lágrima; susurró al oído lo que Jack Baker había estado esperando oír durante años. La ambulancia se detuvo, la espera se hacía eterna.

2 comentarios:

  1. Nunca pensé que Jack y Molly hubieran empezado tan chiquitos, pensé que se habían conocido cuando ella tenía por ahí 35

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