lunes, 5 de noviembre de 2012

Vecinos

Llegué con una bolsa (pesada) de arena para mis gatos. Supuse que el portero estaría abriendo el garaje porque la luz del piso bajo estaba encendida y porque dos señoras estaban paradas frente a la recepción en la que se ubican los porteros la mayor parte del tiempo. Después de un minuto de espera timbré dos veces. Fueron timbres cortos precisamente para que el portero notara que había gente esperando arriba sin irritar a las señoras paradas frente a la recepción. Deduje que el portero de turno era don Nicacio, por la demora, mientras veía llegar a una mujer mayor que - deduje también - era vecina del edificio.
A mi "buenas noches" la señora respondió con un "¿y el portero?" rápido y seco. Le dije que yo suponía que estaría abriendo la puerta del garaje para alguien a lo que literalmente respondió "Sí será idiota, ¿no? Los que tenemos prioridad somos los que estamos aquí, no los que están parqueando un carro", mientras dejaba el índice de su mano derecha pegado al timbre de la recepción.
Cuando don Nicacio abrió la puerta la vecina del cuarto piso entró de afán sin saludar, apoderándose del ascensor mientras yo saludaba a las señoras que pacientemente habían esperado para salir y a pesar de la demora le dejé al portero su "gracias" y su "buenas noches".
La sociedad funciona en tanto que unos prestamos servicios a otros. Por ende dependemos de lo que los demás hacen, incluso aunque no logremos sospechar cómo pueden estarnos sirviendo un Senador de la República, un broker de bolsa o un técnico de la empresa de teléfonos. El dinero es el valor de cambio utilizado para compensar los servicios que nos prestamos unos a otros y me molestan sobre manera las personas - como esta vecina del cuarto piso - que consideran que el servicio prestado por otros y el dinero que utilizan para retribuirlo les dan autoridad para pasar por encima de los demás. Subí pacientemente con mi bolsa (pesada) de arena para los gatos hasta el apartamento y oí cómo la vecina del 204 le gritaba toda suerte de improperios a su hijo al atardecer de un lunes festivo. Pensé en escribir una entrada en mi blog sobre los vecinos y en ese momento parecía que iba a ser mucho mejor de lo que finalmente resultó.

2 comentarios:

  1. A ese tipo de personas, tan falto de educación, hay que agregar los que tratan mal a los meseros.
    Si algo me emberraca en la vida es ver que traten mal a un mesero.

    Saludos.

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  2. Una amiga atendía un almacén musical en Bogotá. A toda persona que no contestaba su cordial "buenas tardes" si no que, por ejemplo, respondía "guitarras...", le repetía el buenas tardes. Si lo que venía de esa persona ahora no era un "buenas tardes", se volteaba y le dejaba buscando guitarras sin compañía, esperando otro vendedor. El jefe nunca le pudo decir nada.

    Esa técnica es valiosa, pedagógicamente hablando: le da oportunidad de enmienda al distraído y succionado por los afanes bogotanos, le da un castigo preciso al hdpta grosero que necesita repetirse el Manual de Carreño. Con los años comprendí que la enseñanza de ese libro o uno similar es más universal y fundamental que enseñar, digamos, la Biblia.

    Ps. Hace rato no lo leía, me gustó.

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