Quiromancia, astrología, numerología, tarot, baraja
de los ángeles, lectura del tabaco; durante la adolescencia me interesé en toda
clase de suertes adivinatorias pero ninguna fue tan descabellada, irracional y
llena de sorpresas y calorías como el oráculo de las Chocolatinas Jet.
Me sentaba en la cafetería con los amigos de la
universidad después de la primera clase (que casi siempre se acababa a las
nueve o diez de la mañana) y solíamos hablar de cualquier cosa, estudiar para
la clase siguiente o apostar algunas monedas a la baraja francesa. Mi
combinación de media mañana solía incluir café negro, una chocolatina Jet y –
dependiendo del ánimo – un Derby que me fumaba sin afán y sin preocupaciones
cuando todavía se podía echar humo en un espacio cerrado.
La lámina, la figurita, la mona, el cromo (o como
decidamos llamar a la imagen impresa que acompañaba cada chocolatina) servía
para pegarse en un álbum de Historia Natural que casi ninguno de nosotros pudo
llenar pese a los esfuerzos. A Octavio Escobar le sirvió para hacer
literatura, a mí para crear mi propio oráculo y leer a mitad de cada mañana
cómo iba a ser mi día dependiendo de la descripción del animal, la planta, el
planeta o la era geológica que viniera con cada chocolatina.
Guardé muchas de las figuritas con especial esmero,
particularmente cuando su descripción solía predecir de forma acertada lo que
me depararía el día; así que por ahí quedaron recuerdos de un día tigre, un día pleistoceno, un día dodo, un día helecho o un día Venus. Varios años más tarde
mi hermano Manuel tomó muchas de esas figuras para forrar las tapas de un
cuaderno donde describió la pena de un amor maltrecho y tomó también las notas
de lo que haríamos para producir nuestro segundo disco.
Esta es una mañana soleada y escribo desde la
cafetería de una universidad en el centro de Tennessee. No hay chocolatinas
Jet, el café que se consigue aquí es peor que malo y ya no fumo (y aunque lo
hiciera no podría echar humo en un espacio público). Vaya uno a saber qué me
depararía hoy el oráculo de las chocolatinas. Podría este ser un martes pavo
real, un martes australopiteco, un martes sapo de Surinam o un martes catleya; un martes afortunado a un martes negro como el café que quiero tomarme y como
los que temen los norteamericanos cuando despiertan sus recuerdos de
septiembre.
En este comentario solo diré que usted está escribiendo muy bien. No deje de hacerlo.
ResponderEliminarSaludos.
Las chocolatinas de verdad son las chocolatinas Jet. Las otras son cosas de chocolate, pero no chocolatinas.
ResponderEliminarjajajajajajaj No seas fino pues...voy a adoptar esa modalidad tan interesante de predecir mi futuro cercano basada en las laminitas (que ya no son las de antes...ahora son casi que en tercera dimensión y autoadhesivas....eran mejores las viejitas). Hace rato no pasaba por acá. Debo hacerlo más seguido.
ResponderEliminarjajajaja qué cosa más rayada, pero encantadora.
ResponderEliminarY me encanta tu fiorma de escribir XOXO