lunes, 19 de mayo de 2014

La gente indicada

Tengo dos sobrinos. Penélope cumplió dos años en diciembre y Antonio cumplirá uno en agosto. Son dos monitos divinos que por cuestiones de la genética sacaron los ojos azules de mi papá. 
Penélope y Antonio son dos montañeritos, hijos de gente del Eje Cafetero, de Antioquia, de Bogotá, de Boyacá, del Huila. Ellos no lo saben, pero son colombianos. 
Ser colombiano es un accidente, una mera decisión de la probabilidad como lo son los ojos azules de mis sobrinos. Ellos todavía no saben que son colombianos, no comprenden en qué sociedad nacieron aunque Penélope ya canta fragmentos del Himno Nacional, al que se refiere como "oh gloria".
A veces me da un poquito de tristeza que mis sobrinos sean colombianos. Veo en ellos todo el potencial de grandeza que tienen todos los seres humanos pero siento que, bajo las circunstancias actuales, ser colombiano es un accidente de esos que juegan en contra de uno.
En un abrir y cerrar de ojos Penélope y Antonio habrán superado la barrera de los 30 años y entonces serán colombianos desencantados como yo, que a estas alturas de la vida prefiero mirar mi país desde lejos y pasar todo el tiempo que pueda por fuera de él. 
Las noticias de los días recientes me entristecen y no me entristecen por mí, sino por Penélope y Antonio. A veces desearía que mis mayores hubieran tomado mejores decisiones, que hubieran escogido a los líderes indicados en algún momento de estos 200 años de democracia por los cuales sacamos pecho ante el mundo. 
¿Pero es en realidad Colombia una democracia? ¿Podemos llamar democracia a ese ejercicio nefasto de abuso del poder que ocupa los titulares de las noticias por estos días? ¿Es en realidad una democracia ese monstruo electoral que nos está ofreciendo como opciones viables la mafia del gobierno de turno y la mafia del gobierno pasado? ¿Es en realidad una democracia esta sinsalida en la que los medios tratan de convencernos de que las únicas opciones son dos frentes de criminales que en el fondo hacen parte de la misma ralea de hampones que una vez nos impusieron el Frente Nacional?
No creo que eso sea una democracia, eso no fue lo que me enseñaron en el colegio cuando me hablaban de la hermosa democracia que nos garantizaría la constitución del 91.
No creo, tampoco, que todo esté perdido. No creo que esas sean nuestras únicas opciones, aunque la probabilidad indica que la suerte del país, por lo menos durante los cuatro años que vienen, está echada.
Ojalá en algún momento, más temprano que tarde, hagamos lo que nuestros mayores no hicieron y empecemos a escoger a la gente indicada, a ver si esa democracia funciona, a ver si esa colombianidad accidental nos da motivos para sacar pecho ante el mundo. 
Ojalá cuando Penélope y Antonio superen la barrera de los 30 no sean colombianos desencantados, como yo. Para bien o para mal, el futuro de mis sobrinos no está del todo en sus manos, sino en las manos de nosotros, los colombianos de hoy, que somos los que tenemos que decidir entre las dos caras de la misma moneda criminal o aprender la lección y corregir el rumbo.

1 comentario:

  1. A veces es duro ser tío (Uno se la piensa muy en serio para ser papá) porque al parecer nada que uno haga ayudará a enderezar la vida de esos sobrinos y más cuando se trata de algo tan macro como el país.
    Será como dice la película "ser colombiano es un acto de fe"?
    Sé que cuando algún amigo o familiar sale del país, lo mejor que se me ocurre desearle es que no vuelva, que acá la cosa está grave y no le veo pinta de mejorar, porque aunque los buenos somos más, no tenemos la maquinaria para ponernos de acuerdo y hacer de éste un país mejor.

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