martes, 4 de octubre de 2011

Ka

Ka tenía los ojos grandes y azules, los labios gruesos y la piel pálida. Era como una especie de Fiona Apple con el pelo negro, pero yo no lo sabía porque era 1994 y no teníamos idea - el mundo y yo - de quién era Fiona Apple.
Ella vivía frente a mi casa y recuerdo haberle regalado una chocolatina el día que cumplió 12 años. Ka era la novia de mi amigo y vecino Jota, quien parecía más interesado en coquetear con A, que vivía a seis o siete casas de distancia de Ka.
A veces yo me sentaba en la pequeña terraza que había en el segundo piso y tocaba un par de canciones acompañado por el tiple. No tenía guitarra, pero además de los bambucos y los pasillos podía tocar un par de baladas que sonaban bonito. Ka se paraba junto a la ventana de la habitación de su madre - detrás de las cortinas blancas - y me miraba tocar. No sé si sonreía, pero sabía que me estaba mirando. Cuando yo me quedaba mirándola fijamente se retiraba despacio hacia el interior de la casa.
Como Eme, Jota y yo éramos los únicos hombres en el grupo de amigos, teníamos que jugar fútbol con las seis o siete niñas de la cuadra. Ka tenía una sudadera rosada que resaltaba el brillo en sus mejillas, el color encendido de sus labios y la palidez de la poca piel que le quedaba al descubierto. Casi siempre era ella la portera del equipo contrario al mío y era ese el único momento en que - sin saberlo - representábamos los papeles de una conquista nunca intentada. Yo remataba durísimo y ella ponía sus manos desnudas al frente para detener el balón. Cuando marcaba un gol (casi siempre anotaba al menos uno) salía gritando con las manos en alto en señal de victoria, cuando en realidad lo que quería era besar las manos golpeadas de Ka, ayudarla a levantarse del piso y consolarla de alguna manera.
Cuando nos fuimos del barrio y regresamos a Chipre, prometí a Jota volver a visitarlo. Para ese momento su relación con Ka ya se había terminado porque ella decidió contarle que yo le gustaba muchísimo.
Hoy me pregunté cómo lucirán los ojos enormes y azules de Ka a los 29 años. Hace un tiempo me contaron que tenía dos hijos y que el padre de los chicos había sido asesinado. Sentí ganas de besar sus mejillas, de ayudarla a levantarse del piso en vez de andar por ahí paseando con las manos en alto en señal de victoria.

1 comentario:

  1. "Casi siempre era ella la portera del equipo contrario al mío y era ese el único momento en que - sin saberlo - representábamos los papeles de una conquista nunca intentada."

    Muy chévere ;)

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