domingo, 15 de julio de 2012

Una Panadería

Pusieron una panadería nueva detrás del Parkway. Mi hermano y yo nos dirigíamos a Carulla a comprar un par de cosas y nos sorprendió el nuevo local. Entramos, nos comimos un par de galletas, nos ofrecieron café de cortesía y él llevó cosas para su casa.
Una vez sentado a la mesa miré alrededor. Me gustó el olor, me gustaron los estantes y las mesas, me sorprendió gratamente la amabilidad de la propietaria y la decoración me pareció sobria y agradable. 
La dueña de la panadería se disculpó por no poder encender el televisor para que viéramos la final del fútbol profesional colombiano. Noté que debajo del televisor nuevo había una máquina tajadora y me invadieron de repente unas ganas casi incontenibles de llorar.
Las panaderías me regresan a la infancia. Pensé en mi papá rondando sus 30 años con el pelo rizado cayéndole sobre la frente, recordé el olor de las bolsas de tostadas cuando pasaban por la selladora, de la parte trasera de los hornos, de los cartones de mantequilla y de los bultos de harina; recordé el sonido de esa máquina - precisamente esa máquina que estaba viendo - que convertía un bloque de pan en 28 piezas de pan tajado. Pensé en mi papá a mi edad y pensé en mí mismo caminando por entre las vitrinas y las latas antes de que me llegara la edad de ir al colegio.
Supongo que a pesar de que pasen los años y uno se haga grande y pague facturas, sigue teniendo algo de niño adentro; sigue esperando de forma inconsciente que sus padres le conviertan cualquier tontería en una aventura maravillosa. Es por eso que a veces mi amiga C llora cuando se acuerda de su mamá y mi amiga P llora cuando habla de su papá. A mí me pasan cosas así. La culpa será tal vez del domingo que me hace pensar en mi papá que se está haciendo viejo y eso me hace dar ganas de llorar viendo una máquina tajadora en la panadería nueva del barrio.

2 comentarios:

  1. Es terrible ver que el papá se está haciendo viejo. Mi papá a mi edad había hecho muchas más cosas de las que yo he hecho.
    Qué gente tan berraca son los papás.

    Saludos.

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  2. Hace dos años comprendí la edad de mi papá mientras luchaba por su vida en la UCI.

    Ahora que vivo en otra ciudad, sólo pido que nos alcancen los días para volverlo a abrazar, observarlo mientras le da cuerda al reloj de péndulo (ese que me molestó tantas veces)y prepararle el desayuno.

    Quizás la nostalgia no sólo es un síntoma dominical...

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