miércoles, 31 de julio de 2013

Montadores

Twitter es una tribuna muy divertida, una herramienta muy útil para compartir con los demás lo que uno está pensando, una forma sencilla de entrar en contacto con personas que comparten con uno sus intereses o un generador de lecturas de la sociedad que a veces me preocupan.
La gran mayoría de las cuentas que sigo en Twitter son de colombianos y no sé si sea nuestra colombianidad o simplemente parte de la naturaleza humana esta facilidad de salir en manada, en grupo, en gavilla a montársela a alguien, en molestar a quien se equivoca, en despacharnos en reclamos ante quienes consideramos que son injustamente más exitosos que nosotros.
Hace más de tres décadas los colombianos inventaban chistes y se mofaban de la aparente estupidez del entonces presidente Julio César Turbay Ayala. Esos chistes me dieron a mí, años después, la idea de que Colombia había tenido una vez un presidente estúpido y como niño me parecía increíble que el cargo más importante de la nación hubiera sido ocupado alguna vez por un tonto. 
Lo mismo pasa ahora con personajes como Natalia París y como Vicky Dávila que son el blanco constante de las burlas de quienes las catalogan de tontas. Hace unos días Vicky Dávila se hartó del matoneo y le respondió de forma poco diplomática a un usuario de Twitter y varias personas salieron a reprocharle el comportamiento, afirmando que no era así como debería comportarse una periodista de su talla. Me hicieron pensar en los niños montadores que en la primaria se dedican a molestar a quienes consideran más débiles y cuando los matoneados tratan de ponerlos en su lugar, corren a quejarse ante los padres y los maestros. 

Siempre he considerado que la infancia no es solamente el momento de mayor lucidez sino también el de mayor crueldad, ya que nadie es tan desconsiderado con la burla y con el señalamiento como un niño. A veces me pongo a leer lo que corre por el time line de Twitter y me parece estar viendo un grupo de niños que van cambiando por temporadas el objeto de matoneo, el mocoso débil al que hay que montársela porque las circunstancias así lo ameritan. Y pareciera como si cada quien buscara parecer más ingenioso frente a los demás en esta práctica de matoneo adulto, pero la diferencia es que no solo conservamos la crueldad de la infancia sino que para colmo y tristeza perdimos la lucidez.
En muchos campos, como el modelaje o el periodismo, la fama (deseada o no) puede ser una consecuencia del trabajo bien hecho o un requisito para dedicar la vida cómodamente a lo que se desea hacer. Natalia París es considerablemente más exitosa que muchos de nosotros, Vicky Dávila también. 
Afortunado Julio César Turbay que fue presidente de Colombia, que nos vio la cara de tontos mientras nos burlábamos de él y se salió con la suya después de coartar muchas de nuestras libertades constitucionales durante cuatro años. Afortunadas Vicky Dávila y Natalia París que están allá al otro lado, donde llegan las pedradas, donde de verdad saben que la tontería se está cociendo día tras día de este lado, en el que actuamos como primates que arrojan objetos para llamar la atención del otro, como niños que conservan la crueldad pero perdieron hace rato la lucidez.
No sé si Natalia París sea una gran modelo, si es buena DJ o si es una empresaria tan exitosa como parece; no me gusta tampoco la forma en que Vicky Dávila hace periodismo, pero qué carajo... están en su derecho de perder la paciencia y devolvernos una pedrada en forma de madrazo de vez en cuando. Y nosotros, los montadores, saldremos corriendo a quejarnos ante padres y maestros porque no hemos cambiado nada desde la primaria.

2 comentarios:

  1. Solo dos comentarios. Encuentro dos errores en este post.
    1. Tu no mantuviste la crueldad
    2. Este post demuestra que a ti si te queda lucidez.

    Este tipo de reflexiones son muestra de que no todo pasa tan superfluo y vano, y que si nos interesan los cambios actitudinales en las nuevas generaciones.

    Gracias por ver la vida con otro lente y compartirlo.

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  2. Qué pereza esa voliadera de antorcha, con lo maluco que se siente después de que uno se dejó montar en la histeria colectiva. A veces esa histeria es buena y ayuda a hacer contrapeso a otras presiones nocivas, pero no deja de ser histeria, no deja de ser usar el tiempo en concentrarse en cosas que lo hacen sentir a uno infeliz.
    Cada vez que critico al procurador, y me parece muy importante y necesario criticar al procurador, me siento años más amargada. No sé por qué me parece que la medida adecuada para esa amargura son años, es como si lo secara a uno por dentro.

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