miércoles, 19 de mayo de 2010

Gus


Era 1987. Mi tía Francia estaba terminando su bachillerato y yo me pasaba la vida haciendo las ocho planas que nos dejaba el profesor Jairo Colorado al medio centenar de niños que aprendimos a escribir con él en Primero B. Fue precisamente en la casa de mi abuela y gracias a los cassettes de mi tía que yo tuve un primer contacto con el rock en español. En casa mi mamá escuchaba baladistas de los 60’s y mi papá oía tangos, boleros y valses. Pero mi tía era de otra generación, a pesar de ser apenas unos pocos años menor que mi mamá.
Era 1989. En el colegio organizaron un concurso de fonomímicas y los niños estaban enloquecidos montando canciones de Los Toreros Muertos, de Los Hombres G, de Los Prisioneros, de Soda Stereo. Creo que fue en aquella izada de bandera cuando por primera vez escuché Cuando Pase el Temblor. Me gustó el asunto. Un par de años más tarde Soda era un monstruo y las demás bandas se habían separado. De Música Ligera sonaba por todas partes y Gustavo Cerati se convertía en el héroe generacional, el heredero de tipos como Luis Alberto Spinetta y Charly García, el gran ídolo de la Argentina post-dictadura.
Era 1995. Sueño Stereo anunciaba el regreso de unos rockeros maduros que llevaban el pop latino a latitudes antes inexploradas. Yo había estudiado flauta dulce, tiple, aporreaba un tecladito Casio que teníamos en la casa y estaba a punto de entrar en la Beatlemanía de los noventa y a poner finalmente los dedos sobre una guitarra. Por primera vez me interesé en Soda como músico y compré mis primeros discos. El trío fue a Manizales en el 96 y yo – como todos los manizaleños que se empeñaron en ignorarlos – no asistí. Culpé a la terrible gripa que padecía. Pensé que volverían al año siguiente porque en aquel entonces los artistas internacionales llenaban la plaza de toros cada jueves.
Era mayo de 1997. Soda Stereo anunció su separación y en su gira de despedida ni siquiera iban a pasar por Bogotá. Recuerdo estar tirado en el piso del garaje de nuestra casa en Campo Hermoso, escuchando un álbum de grandes éxitos con las luces apagadas. La mejor banda que había escuchado en mis 15 años de vida se iba a separar para siempre y yo no podría verlos nunca. Yo estaba obsesionado con conseguir una guitarra eléctrica y cuando a fines de ese año terminé el colegio, mi mamá me regaló $150.000 para comprar la guitarra marca Gig que estaba vendiendo Leonardo Arbeláez. En aquel entonces Leo y Santiago Mejía eran mis dos compañeros soderos. Hablábamos a toda hora de las letras y Leo me dijo una vez en el Renault 9 de su hermana una frase que nunca voy a olvidar: La gente piensa que las letras de Soda son tontas. Lo que pasa es que no son obvias.
Era mayo de 1998. Junto a tipos como Bruno Toro y Sebastián García armamos en el Batallón Ayacucho un grupo de rock. Yo me pasaba los turnos de guardia escuchando mis dos cassettes de El Último Concierto y pensaba: Al salir de aquí quiero armar una banda como ésta.
En 1999, en la Universidad de Manizales, conocí al otro gran socio sodero: Carlos Eduardo García y por intermedio suyo a tipos como Misael Peralta y David Ansermot que profesábamos ya el Ceratismo y la Sodería como si fuesen una religión.
El amor llegó en múltiples formas y empecé a asociar a Soda y a Cerati con las mujeres de mi vida. Besé clandestinamente escuchando Trátame Suavemente, me despedí traicionado escuchando Verbo Carne, me ilusioné otra vez con El Rito, recorrí con mi boca una piel escuchando Planeador, deposité mi esperanza en ella con Nací para Esto.
Cuando Manuel Naranjo, Sebastián García y yo volvimos a estar juntos en Bogotá, Siempre es Hoy se convirtió en un referente sonoro que ingenua y bienintencionadamente tomamos como modelo a la hora de componer las canciones de Empezar de Cero. La vida me dio el gusto de ver la reunión d Soda Stereo en 2007 y lloré de felicidad, lloré de felicidad varias veces. Contando el concierto de Soda, he visto a Cerati tocando cinco veces y cada uno de esos conciertos marcó un momento preciso y me recuerda a un compañero de vida inolvidable: Charlyz (Bocanada – 2000), Sebastián (Siempre es Hoy – 2003), Manuel (Ahí Vamos – 2006), Cristina (Me Verás volver – Soda Stereo – 2007) y Natalia (Fuerza Natural – 2010).
Gustavo Cerati me impulsó a hacer música, le ha puesto una banda sonora a mi vida, me ha enseñado a hacer poesía cantable, me ha llevado a partirme la cabeza y abrir los dedos para lograr acordes increíblemente difíciles.
Gustavo Cerati, a sus 50 años, sufrió esta semana un evento cerebrovascular y tiene en su contra todo el rigor de la estadística. Ayer me iba a matar la angustia, ayer tuve que salir a caminar y meterme a cine para olvidar que ese tipo que sin conocerme me ha cambiado la vida está postrado en una cama en Caracas sin poder hacer nada por sí mismo.
Y nosotros, los que profesamos el Ceratismo y la Sodería como si fuesen religiones, tampoco podemos hacer nada. Yo sólo puedo escribir y sólo tengo una palabra: Gracias. Mil gracias por todo Gus. Este tipo de 28 años radicado en Bogotá, Colombia, te debe mucho. Este tipo de 28 años puede volver a ser un niño gracias a vos, cerrando los ojos para estar sentado en el aula máxima del LANS escuchando Cuando Pase el Temblor.

2 comentarios:

  1. Huy...... me dio un vacio con la perte de "Era mayo de 1997. Soda Stereo anunció su separación y en su gira de despedida ni siquiera iban a pasar por Bogotá. Recuerdo estar tirado en el piso del garaje de nuestra casa en Campo Hermoso, escuchando un álbum de grandes éxitos con las luces apagadas." que buena letura, me transporto a una epoca delicis de i vida!

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  2. Siempre me gusta lo que escribes… me encarreta tanto que me atraso en mi trabajo :) abrazos chiqui!!

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