martes, 10 de noviembre de 2009

En Camino



Cierro los ojos y lo recuerdo todo claramente. Bajamos a toda velocidad desde Termales del Otoño, la noche de enero en Manizales está clara y la carretera está desocupada. Vamos dejando atrás las montañas, el frío, las vaquitas. Estamos en camino y es una revelación hermosa: Las canciones, al igual que los libros y las personas, te llegan en el momento indicado. Charlyz requiere una dosis de optimismo y le sube todo el volumen al equipo viejo del Mazda 323: “Quiero sentir tu cuerpo acercándose, quiero encontrar un paraíso y no volver”.
Abro los ojos: Qué más da si tu dinero se demora, si tu canción no llega al número uno, si tu disco se queda en los estantes, si los que dicen ser tus socios entorpecen tu trabajo, si esa chica te enseña cómo funciona el freno de mano cuando tú metiste el pie derecho a fondo en el acelerador, qué más da si otros van más rápido, si otros se ganan los premios que tú mereces, si ese amor que soñaste se desvaneció con el tiempo, si un hampón te metió la mano al bolsillo y se llevó en un segundo tu objeto más preciado, qué más da si todos los días hay que pelear con la vocecita interior, qué más da si no vas tan rápido como quisieras.
Estamos en camino. Lo importante es estar en camino. Hacer algo todos los días con el fin de lograrlo. Verás como en un solo instante el universo conspira, y te ganas los premios que mereces, y el dinero llega hasta la puerta de tu casa, y la chica suelta el freno y vas tan rápido como quieres y es una noche de enero en Manizales, y vas dejando atrás las montañas, el frío y las vaquitas, y cantas a todo pulmón con tu gran amigo: “No me asustan los desvíos, los puentes, sólo quiero seguir acercándome, quiero encontrar ese paraíso, acercándome, acercándome”.

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