domingo, 25 de julio de 2010

Magnificent



Sigo creyendo que no era necesario llegar hasta este punto, que no necesitábamos involucrar a tantas personas en algo que podría haber sido simplemente el amor bonito y doméstico de un hombre y una mujer. Ahora la confianza está rota y tratar de recuperar ese vínculo, corazón, va a tomarnos más que salidas a comer, promesas de cariño, regalos y viajes juntos. Ahora estoy mirando hacia el techo, pensando en flores, en serenatas, en chocolates, pensando en luces rojas, en besos, en palabras, en canciones, en el acelerador a fondo, en vasos y botellas de té negro y té verde, pensando en escribir más cosas en papeles de colores, pensando en regalos, en genialidades cinematográficas, en la belleza de la mujer longilinea, en cerrar la boca para siempre y no volver a hablar nunca de este asunto, en guardarme los secretos, en escribirlos en papel y enterrarlos en alguna parte, en acelerar hasta estrellarme o desacelerar, bajarme del carro y mirarlo todo claramente. Pensando ser como ese amigo que se asemeja a Dios, que todo lo sabe pero no opina, pensando en ir a la alta y a la baja, en enamorarte o en salir corriendo y echarte al olvido para siempre. Este maldito ciclado rápido va a matarnos a todos. Estoy cansado ya de los ires y venires, de esta banda de Moebius en la que todo es cíclico, los papeles se invierten y nos damos amor y sufrimiento de forma alternativa. Quisiera detenerme ya, hacer lo necesario para no enloquecer. 
Yo conocí el amor, el amor del que hablan todos y ese en el que tú dices ya no creer. Yo una vez supe lo que era mirar a una mujer a los ojos y saber que 20 años después la miraría y sentiría lo mismo, que no íbamos a defraudarnos nunca, que nadie sobre la faz de la tierra la enloquecería como yo a ella y ella a mí. Como todas las cosas buenas del mundo se acabó un día, pero fue hermoso mientras duró. Fue magnífico. 
Pero ahora estoy muy perdido, corazón, estoy en un estado lamentable en el que no sé a qué estrategia recurrir para hacerte saber que sí es posible, que el amor eterno puede durar ocho días, ocho años u ocho vidas y aún así seguir siendo eterno, brillante, magnífico. Que nos lo merecemos.
Que a pesar de todos los errores cometidos, nos lo merecemos.


2 comentarios:

  1. Paciencia, paciencia, paciencia.

    Los detalles son muy importantes en ese punto en el que uno se siente tan inseguro y no sabe si puede confiar otra vez en alguien, pero al final es la paciencia mutua lo que deja que el tiempo vaya pasando y reconstruya a punta de momentos compartidos lo que se había roto.

    Un día, llega la prueba de fuego: un problema o un momento en el que esa confianza recién ganada se valida y todo vuelve a ser fuerte.

    ResponderEliminar
  2. Qué tal que Dios tuviera un Sancho... una ayuda distinta a la de los ángeles, uno que de vez en cuando metiera la pata y se le fuera la mano hablando y nos contara por qué son todas estas cosas del amor tan difíciles y nos diera el truquito "divino" para solucionarlas...

    ResponderEliminar