viernes, 17 de diciembre de 2010

Since 1986


No entré temeroso. Sólo se me hacía raro que todos los niños tuvieran su delantal blanco y amarillo y que mi mamá me hubiera puesto ese chaleco horrible. Ahí estaba Anita (mi tía) y con ella me sentía respaldado. La profesora se hacía llamar tía, así que tenía dos tías en el salón: La tía Anita de cinco años y la tía Lina, de no sé cuántos.
Siempre fui el más pequeño en todas partes, uno de los más cabezones y casi siempre uno de los más inteligentes desde esa tarde en febrero de 1986. Casi todo el año mi lonchera de Snoopy olió a regueros de café con leche, sólo me ausenté de las clases un día y siempre llegaba a casa a ver Plaza Sésamo.
Hoy le escribí a uno de mis amigos de aquel entonces. Vive al otro lado del mundo. Le pedí un favor y le conté cómo estamos todos por aquí. Recordé por qué siento que son mis hermanos, por qué aunque pasen los años siempre volvemos a vernos y es como si no hubiera pasado un solo día, por qué nos conocimos en primer lugar: Si la tía Lina no me hubiera considerado un niño por encima del promedio hubiese entrado a pre-kínder, como era el plan original, me habría graduado con gente de mi edad y mi grupo de amigos (el grupo de hermanos que he ido escogiendo) sería completamente distinto. 
Hoy es un día para pensarlos con cariño. Hoy es un día para estar agradecido con la vida que tengo.

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