miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vete Tranquilo


Hablábamos de ti. Justo en ese momento hablábamos del poder de la palabra, del día en que ella había dicho “yo quiero ese gato para mí”, de lo difícil que había sido este año y de lo mucho que queremos que se acabe ya. Entonces ella te vio saltar a la ventana y pararte en la cornisa. Me dijo: “El gato se va a caer” y yo dije: “No te pares, que él vuelve a entrar solo”.
Yo no vi nada. Simplemente escuché la caída. Me puse los zapatos y bajé por el ascensor. Ella, que había corrido por las escaleras, estaba arrodillada llorando junto a ti en el césped. Tenías las pupilas dilatadísimas y no respirabas. En segundos estábamos en el carro de Jose que nos llevaba a toda velocidad por la autopista hacia la clínica veterinaria donde meses atrás salvaron a Úrsula después de una caída similar. Respirabas con mucha dificultad y te prendías fuertemente de mis brazos, como lo hiciste un par de horas antes cuando bailamos vallenato. Te apreté contra mí y te dije suavemente: “Gordito, no te vayas”.
Justo después de dar el giro por la calle 100 sentí tus estertores mortales. Tenías miedo y me pusiste un par de uñas en la cara. La vida se te escapaba de esos ojos grandes y amarillos, perdiste la fuerza y ahora eras sólo un peluche de ocho kilogramos. Dejaste de apretarme el brazo. Te aprisioné y te dije suavemente: “Gordito, vete tranquilo”.
De nada sirvió llorar, entrar de afán a la clínica. Ya no estabas con nosotros.
En el camino de regreso a casa me hice las preguntas inútiles de siempre: “¿Y si me hubiera parado?, ¿Y si te hubiera enviado a Medellín? ¿Y si hubiera cerrado la ventana? ¿Y si no nos hubiéramos quedado prendiendo velitas en casa?”
Esta mañana pensé en John Lennon. Pensé en John y en la muerte de dos de sus gatos meses antes de ese fatídico ocho de diciembre. Pensé en John abrazando a Misha hasta que ella exhalara su último aliento. A veces la tragedia de la muerte nos hace olvidar de las cosas bonitas que tiene la vida. Necesito olvidar la imagen de tus pupilas dilatadas y tu esfuerzo inútil por respirar. Quiero quedarme con tu abrazo, quiero quedarme con la imagen de nosotros dos a la madrugada de un ocho de diciembre bailando vallenato.

8 comentarios:

  1. Ayyyy Dios... Sebas, lo siento muchísimo. Fuerza!!

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  2. Juliana Serna Gallego8 de diciembre de 2010, 13:49

    Lo siento mi Cosmo... Lo siento mucho... Abrazos y fuerza. Te quiero.

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  3. Parcero, ése tipo de cosas no deberían pasar. Es muy duro yo se lo que es perder una mascota amada. Fuerza

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  4. Cosmo, parcero se me encharcaron los ojos. Lo acompaño en su dolor! La NeNa.

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  5. Yo a ti quedé relacionándote con varias palabras..una de ellas "casualidad". Es impresionante.
    En fin.
    Siento mucho, muchísimo lo de tu gato. A mí personalmente ese tipo de pérdida y de dolor me parte en 2. Las mascotas son seres maravillosos que no nos dan sino cosas buenas de principio a fin. Fuerza y ánimo, Juan.

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  6. Definitivamente la octava vida de un gato está en nuestra capacidad de recordarlo y de inmortalizarlo. Este texto hace de ese gato inolvidable. Por mi parte lo recuerdo como un gato grande en todo el sentido de la palabra: su pose de sabio gris, su tranquilidad, sus movimientos mesuradamente felinos... Para mí es otro de la familia, que se va.

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  7. Esa responsabilidad que uno siente por la vida de un animal que vive con uno me sobrecoge... esas preguntas inútiles me atormentan, porque se supone que uno sabe mejor que ellos... pero lo que más me afecta es que en esos momentos es uno el que sabe que se están muriendo, ellos (me pareció cuando se murió Zeus, un schnauzer con una personalidad hermosa) pasan por ese momento llenos de preguntas que uno no puede contestarles y miran como diciendo "qué me pasa"... eso me mata...

    La muerte de mis familiares no me ha dolido tanto como la muerte de Zeus... no lo supero.

    Lo siento mucho, de verdad...

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  8. Es cierto Ana. No lo había visto así. Goliat en realidad me miraba desesperado como diciendo: ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa?

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