miércoles, 11 de agosto de 2010

He Visto a Lucy (Una historia de Jack y Molly)

Los taxis se atascaban en Manhattan. Jack empezaba a impacientarse en esa habitación del piso 11 en el Roosevelt mientras recibía los mensajes de Molly, que hablaban de un tráfico pesadísimo y de un taxista torpe. Cuando advirtió que iba a bajarse y seguir caminando, Jack estaba encerrado en el ascensor y había decidido salir a buscarla por Madison Avenue. Se encontraron en el lobby del hotel y no sabían si darse la mano, si abrazarse, si besarse las mejillas a la usanza francesa o acudir al beso de comedia romántica frente al bell boy y la recepcionista. 

Molly McMillan, nacida en Boston, hija de un irlandés y una argentina; acababa de guardar en su cartera unos audífonos gigantes y dijo emocionada a Jack Baker: Tengo algo increíble que mostrarte. Jack le preguntó si quería comer algo, si quería tomar un poco de té, mientras Molly lo tomaba de la mano y se metía al ascensor sin responderle nada.

Molly sacó una bolsa de chocolates y los tiró sobre la cama, cerró las cortinas, prendió una lámpara que pintó la habitación de rojo, destapó una botella de té helado que había en el minibar, pidió a Jack que probara los chocolates mientras conectaba su iPod al sistema de sonido.

Jack se lamentó un poco por ser un periodista de rock. Todo el mundo (y eso ahora incluía a Molly) le decía en algún momento de la vida "Tienes que escuchar esto" y ahora Molly, ahora Molly lo decía ("Jack, tienes que escuchar esto"), mientras se deshacía del suéter y las zapatillas para acostarse boca abajo en la cama. "Tienes que escuchar esto". ¿Era rojo su vestido o simplemente lucía rojo por la lámpara? Qué lástima no hablar español. Jack envidió un poco a Molly por ser tan all american/american dream/latino/irish mientras él era uno de esos ingleses que sólo hablaban inglés del más puro y refinado. "Tienes que escuchar esto". Empezó a sentir que la habitación se llenaba de curvas y que la voz de Molly estaba repleta de chorus y delay, qué maldición saber tanto de música y no ser bueno tocando algún instrumento, qué perdición dominar las palabras sólo para adorar o destruir el trabajo de otros, escuchar tantas veces en la vida "Jack, tienes que escuchar esto", y las curvas de la habitación se hacían cada vez más pronunciadas y todo era ácido, hippie, delicioso.


¿Qué demonios había en esos chocolates? Era imposible no reconocer el sonido de un bajo Hoffner y ahora todo era Sergeant Pepper's, la recién fallecida Lucy Vodden, su pelo amarillo, un tipo cantando en español, Lucy, Lucy, Lucy Vodden, un bajo Hoffner, ¿es McCartney?, tienes que escuchar esto Jack, los gemidos de Molly trepada sobre él, el vestido rojo en el piso, la gravedad cero, "yo alucino y lo haré mil veces más", qué delicia el brillo de los saxofones, las piernas suaves de Molly, todo estaba ahora conectado, todo tenía sentido, los golpes de la cama contra la pared, el forcejeo violento, un martillo de bombo golpéandole el pecho, el bajo Hoffner, Lucy Vodden, su pelo amarillo, la tarde alargada del verano en Manhattan, el verano inglés de 1967, Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band, el tipo cantando en español, la cadencia interminable del cuerpo de Molly sobre el suyo, su respiración haciéndole cosquillas en los oídos, la gran coda de metales, ¿qué tenían esos chocolates?, "tienes que escuchar esto, Jack, tienes que escuchar esto".


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