jueves, 5 de agosto de 2010

Oh! Darling...

Oh! Darling... siempre ha sido difícil despertarte en las mañanas. Repetir tu nombre suavemente mientras te beso es un método poco efectivo, pero al menos a veces te despiertas con una sonrisa en los labios. Hoy es todo más complicado y sólo estiras la mano sin siquiera pronunciar tu frase favorita: "Cinco minutos más". 
A pesar de que el sol ya empieza a asomarse por el costado oriental de Chapinero nada parece funcionar en mi intento por despertarte y decido levantarme y meterme a la ducha sin ti. Aprovecho que estoy solo y me baño con agua fría, pero dejo la puerta desasegurada por si un milagro sucede y decides entrar al agua conmigo. Al salir el café ya está listo y pongo unos panes en el horno tostador. Sigues profundamente dormida y la belleza de la mañana es la tira de tu soutien aguamarina atravesando la superficie bronceada de tu hombro izquierdo. ¡Lamento tanto tener que despertarte! ¡Lamento tanto que me hayas encomendado la tarea de sacarte del sueño profundo en el que eres feliz y luces hermosa! Pero hay que trabajar, Corazón, por ahora tenemos que trabajar los dos para pagar los servicios, la cuota del carro y del apartamento, la comida de los gatos.
Regreso a la cocina, ya vestido, para servirte el desayuno y decido que en vez de prender el televisor para que te despierte la molestísma voz de Jota Mario Valencia acudiré a la música y te hablaré fuerte: "Corazón, despierta que ya es tarde".
Pero al entrar al cuarto, con café negro y panes tostados,  escucho el ruido de la aguja sobre el acetato del Abbey Road que compré la semana pasada en el mercado de las pulgas. Adoro tener de nuevo en mi casa un tornamesa. Me encanta que ya estés de pie y que cantes con esa voz que nunca va a darnos de comer: "Oh! Darling, please believe me..."
Siento que la felicidad es esto. Sé que podría ser así todos los días.


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