martes, 3 de mayo de 2011

Egocripta (Un cuento musical)

El psiquiatra dice que es un desbalance en los neurotransmisores, algún tipo de desorden que se puede curar con antisicóticos y reposo. A veces funciona y a veces no, a veces siento que él toma posesión de mí, que habla por mi boca, que me susurra cosas al oído hasta que un día soy yo quien grita desde el interior de su cráneo y pelea por tomar las decisiones cuando él controla el cuerpo. Es la misma historia de Jekyll y Hyde con la que yo enseñaba inglés a mis estudiantes hace años, antes de que él apareciera y se adueñara de mi voz, de mi cara, de mis manos, de las palabras que escribo a las mujeres que me gustan - o que le gustan a él, más bien porque es a él al que le gustan tantas -. La astróloga dice que no es mi culpa, que es mi condena por haber nacido con la luna en Géminis y que toda la vida voy a pelear con él y a veces ganará uno y otras veces ganará otro.
Todo el tiempo pienso - simplemente - que soy Jano el Bifronte, que soy Cástor y Pólux, Cosme y Damián, Rómulo y Remo peleando por el control de un sólo cuerpo golpeado por él, que quiere vivir de noche, y por mí que necesito trabajar de día.
Hoy cuando me harté de ver su cara tomé el viejo fusil que usó mi bisabuelo en la guerra civil y salí a su encuentro, dispuesto a darle un tiro o a sacarle las tripas con la bayoneta. Parecía ser mi reflejo en el espejo pero era él; él y sus dientes amarillos, su pelo desarreglado, su risa de imbécil sus cejas levantadas, la expresión en su rostro de tipo cool. Disparé sin parpadear y el impulso de la explosión me empujó hacia atrás, hacia la ventana. Los vidrios rotos y el vértigo de la caída. Un piso tras otro: 2, 4, 8, 16, 32. Parece que no voy a dejar de caer nunca pero estoy tranquilo. Nunca más tendré que volver a verlo.

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