lunes, 16 de mayo de 2011

Fuerza Natural

1. Había comprado No Line On the Horizon en marzo y desde eso no me acercaba a una discotienda. La experiencia de comprar un disco compacto se había vuelto una tontería, un antojo al que no podía acceder en días de escasez y que no valía la pena al encontrar en las grandes discotiendas personas que bien podrían trabajar como recepcionistas en un hotel o como conserjes en un hospital con la misma pericia con la que respondían preguntas sobre música. La transacción fue sencilla: Entrar a Tower Records del Andino, llevarme mi copia de Fuerza Natural, mirar el folleto del disco, digitalizarlo y cargarlo en el iPod. ¿Por qué no descargarlo de Internet? Bueno, porque era Fuerza Natural de Cerati y los discos de Cerati se compran, así como los de U2; los discos de ellos no se descargan.
2. Llegamos al auditorio de la Gilberto Alzate. Alejo Marín nos había dejado las entradas con alguien en la portería y una vez adentro vi mucho sodero, mucho cerático feliz. Me senté junto a Mónica Sanín, saludé de lejos a Paulo Zapata. Alejo presentó a Gustavo diciendo que durante años había encarnado en nuestro continente a "La Perfecta Estrella de Rock". Y tenía razón: Fuerza Natural era una cosa increíble que llevaba aún más alto lo que se había propuesto con Ahí Vamos. La carrera de Gustavo valía ya la pena sin Soda Stereo, había lanzado una línea de ropa (con la cual se había vestido ese día) y fumaba sin quitarse los guantes. Fue uno de esos momentos en los que mi fe en la música de la que me he apropiado se encumbraba a niveles insospechados. Creía en el rock, en el pop, en el idioma. Salí revitalizado, lleno de fuerza natural.
3. Manuel me había dicho que el disco no lo había enganchado, que no lo convencía. Yo veía una y otra vez en YouTube videos de aquella gira y trataba de arrastrarlo (sin éxito) al concierto. Vinieron Misael, David, Charlyz y Laura. El viaje y el recital fueron una excusa para refrendar unos votos de amistad que se estaban oxidando. Mayo de 2010 fue uno de los meses de más altibajos en mi vida. Sólo el paso de Cerati por Colombia habría de darme luz. Estaba seguro de la necesidad de esa experiencia y del beneficio que dejaría en mí. Con esa imagen en mi cabeza y con una sonrisa de oreja a oreja salí para el coliseo.
4. Íbamos caminando por el Parkway y una amiga de Laura le contó que algo le había pasado en Caracas. Recuerdo que nos reímos. Nunca pensamos que fuera algo grave porque para nosotros Gustavo era inmortal, intocable, imperturbable, duradero, perfecto. "La perfecta estrella de rock", en palabras de Alejo.
5. El martes siguiente fue un día insoportable. Todos nos enviábamos mensajes por el celular, por Twitter, por Facebook, todos estábamos consternados. Era un coma y estaba en peligro de morir. Me senté en una banca del Parkway cuando caía la tarde a tratar de distraerme con El Arte de la Guerra de Sun-Tzú. Mi mamá me llamó al escuchar las noticias. Cristina - conocedora de la gravedad del cuadro clínico y de mi cuadro emotivo - también llamó para saber cómo estaba. Les dije que estaba bien, pero sabían ambas que estaba devastado.
6. Hoy es jueves. Jueves 12 de mayo de 2011. Tantos años de cercanía al sector de la salud y al sector editorial de la salud disminuyen al máximo mi fe en un milagro. Oigo Fuerza Natural como lo quiso Gustavo: con la intención de un viaje, de un road trip que me hace olvidar que estoy tristemente sentado frente a la pantalla de un computador. Si somos plenamente racionales sabremos que el viaje de Gustavo Cerati - al menos el musical - ha concluido. No quiero imaginarlo en la habitación de un hospital, conectado a un dispositivo de respiración artificial, suspendido en un mundo que no es el suyo (el de sus logros y sus ambiciones imparables). Quiero recordarlo vestido de negro con un antifaz plateado, con una guitarra Gretsh colgada del hombro izquierdo - con un transportador en el séptimo traste - tocando el arpegio inicial de Fuerza Natural o encerrado en el estudio de grabación armando la pinkfloydiana Numeral (#). Ahí, en ese recuerdo, está más vivo que nunca y estará vivo - para mí - por siempre.

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