domingo, 15 de mayo de 2011

Precious

Gérberas Flotantes - Julio de 2007
Llevábamos el amor entre el equipaje de mano, sin un signo de advertencia sobre su delicadeza, sin asegurarlo como hacen las compañías transportadoras. Lo llevábamos con la naturalidad con la que se carga un libro o una gafas en lo cotidiano. Lo pasabas de un bolso a otro antes de dormir y yo tenía que buscarlo entre mis morrales y mochilas como cuando no encuentro un lapicero que quiero usar y no recuerdo haber visto por última vez.
Supongo que algún día se golpeó contra una columna de concreto, o contra el mango de la sombrilla de otro transeunte. No vimos las pequeñas fisuras en el cambio rutinario de bolsos, de zapatos y de ropa. No recordábamos su existencia al lavarnos los dientes antes de dormir. Estábamos tan cómodos con el amor que nos teníamos que pensábamos que iba a durarnos toda la vida, que no tenía una fecha de vencimiento o unas precauciones impresas en el empaque original.
Cuando alguien me pregunta qué pasó la respuesta es fácil: No lo sé. Supongo que se dañó de tanto usarlo.

3 comentarios:

  1. ¿Qué es peor el mal uso o el tedio por el uso?
    ¿Qué es peor el usarlo mal o el ignorarlo?
    El amor es frágil de una fragilidad única (Redundando sí)

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  2. No recuerdo si había leído esta entrada antes o si tal vez la pasé por encima sin prestar mucha atención. Corta pero sustanciosa y sobretodo real. En todo caso, me despierta una nostalgia brutal y me deja los ojos un poco aguados.

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