lunes, 8 de agosto de 2011

Fearless

Resulta que me metí a un club de lectura, al cual debo hacer aportes después de terminar cada libro. Resulta también que últimamente mis lecturas están orientadas hacia cualquier parte menos hacia la literatura perseguida por nuestro club. Estoy leyendo un libro de cuentos maravilloso titulado Alto Voltaje, pero su lectura se me ha hecho eterna debido a que hay otros dos libros que empecé a leer y quiero terminar antes de mi próximo cumpleaños: Budismo para Dummies y Mis Finanzas Personales. No es la primera vez que hago el ejercicio de leer al tiempo dos libros con percepciones relativamente distantes de la vida y el mundo, ya que hace un año leía al tiempo a Srila Prabhupada y a Robert Kiyosaki (pulse aquí para más información).
Desde hace tiempo me llaman la atención las enseñanzas budistas, pero este fin de semana llegué a un tema que me ha estado dando vueltas en la cabeza y ha permeado las conversaciones nocturnas con mi compañera de apartamento: La ausencia de miedo.
Cuando Elsa y yo hablamos de cualquiera de nuestros planes siempre aparece la duda, el riesgo evaluado, la necesidad de organizar la vida para conseguir las cosas que queremos y casi de forma inmediata (cuando uno se pone a planear o a imaginar) aparece el miedo.
Así como es difícil eliminar los apegos, es igualmente complicado pero también supremamente necesario eliminar el miedo. ¿El miedo a qué? Al cambio, al dolor, al sufrimiento, a perderlo todo. Cuando uno desarrolla la ecuanimidad -entendida dentro de las doctrinas budistas como la conciencia de que todo en el universo es impermanente y cambia de forma constante - debe aparecer también la aceptación de que todas las cosas que queremos y tenemos o creemos tener, probablemente están cambiando y un día dejarán de ser nuestras. Esa falta de miedo, representada en las imágenes tranquilas de Buda sonriente, hace contrapeso a las imágenes de ausencia de miedo que vemos todos en los superhéroes que están dispuestos a morir por alguna causa en la que creen, aquellos que están dispuestos a perder su vida sin remordimientos porque saben que (en el fondo) esa vida no les pertenece.
Pienso en Leonidas enfrentando los ejércitos de Xerxes sin miedo a dejar su cuerpo en el campo de batalla, pienso en un boddhisattva sonriente y meditabundo que no teme perder nada porque sabe que cualquier resultado de lo que haga será positivo a la larga y contribuirá al logro de su propia iluminación. Todas estas imágenes llegan a mi cabeza cuando el mundo teme por la caída de las bolsas de valores y al desplome de una economía que está cimentada sobre ilusiones gaseosas y especulaciones financieras.
Estoy tranquilo. Nada tengo. Nada puedo perder.

3 comentarios:

  1. Piensa en tu hermano diciendo me voy de este trabajo y en una semana apareciendo otro mejor remunerado. Es que eso de la falta de miedo trae sus ventajas.

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  2. Me encantò esta entrada. Creo que de esto tambièn habíamos hablado.

    Mi miedo más grande es perder el respeto por uno mismo, acostumbrarse a la degradaciòn y no tener después fuerza de voluntad para salir del hueco.

    Creo que uno debe encargarse de hacer las cosas bien, de manera que pueda defenderlas ante uno mismo. Lo demás es accidental, viene y va

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  3. Qué bonita y qué buena entrada esta. Nada como la libertad que se siente al abandonar todos los temores.

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