martes, 1 de junio de 2010

Autobiografía Paranoica en Diez Episodios

El rescate de textos continúa. Encontré que en mi blog de MySpace había cosas que salvar. Al parecer, abrí mi primer blog motivado por un deseo de narrar, derivado de una sensación extraña de que iba a morir pronto.

Diciembre 27 de 2006 - Miércoles - 3:19 am

No sé por qué hoy me levanté pensando que me voy a morir en cualquier momento. Y es cierto. No es que crea que voy a morir pronto, pero voy a morir en cualquier momento. Vamos todos a morir en cualquier momento. Así que decidí que no me acostaría hasta escribir una autobiografía. Pero ese ejercicio no es nada fácil. Es más… es un ejercicio estúpido y ególatra. Así que antes de que me venza el sueño quiero escribir una autobiografía reducida a su mínima expresión; para minimizar así también mi estupidez y mi egolatría.
Y es uno de mis propósitos para el 2007 organizar un testamento. Eso sí es un ejercicio menos imbécil. Por ahora les dejo mi breve historia por si nunca puedo contárselas personalmente y les deseo de todo corazón que pasen un feliz año nuevo y que tengan una buena vida. Esta es mi forma de presentarme ante ustedes.

Autobiografía Paranóica en Diez Episodios

I
Nací en algún cuarto de la Clínica de la Presentación, en la ciudad de Manizales el sábado 22 de agosto de 1981. Eran casi las 5:00 p.m. y mi mamá, como toda madre primeriza, se tomó un buen rato en terminar su trabajo de parto. Ella dice constantemente que soy el bebé más horrible que ha visto en toda su vida; que nací hinchado y con un tono violáceo en mi piel, como si me hubieran apaleado los subordinados de un gángster. Eso sí, con las manos y los ojos bien abiertos. Con el tiempo me fui arreglando y me convertí en un niño más o menos bonito; pero en la adolescencia volví a dañarme. No soy decididamente feo, pero tampoco un modelo que enamoraría a Leonardo Da Vinci. Da igual, al fin y al cabo el empaque es lo de menos y el contenido, a mi juicio, es medianamente bueno.

Y fui bautizado, como casi todos los niños en este país, por la iglesia católica. Sin embargo muy pocas personas me llaman por mi nombre. He tenido un montón de sobrenombres a lo largo de toda mi vida. Sobrenombres que no vale la pena mencionar. En el colegio, en el ejército, en la universidad, en la banda… todos me llaman de un modo distinto. Pero el cura y mis papás decidieron llamarme Juan Sebastián Naranjo Ramírez. No importa… "Cosmo", está más que bien.

II
Mi infancia fue feliz. Excesivamente feliz. Ni una cantidad exorbitante de dinero, ni la mujer más maravillosa del mundo, ni todos los vicios, ni todo el conocimiento me van a hacer tan feliz como lo fui de niño. No teníamos dinero (ni lo tenemos ahora) pero éramos felices. Muy seguramente cuando muera se me van a venir a la cabeza un montón de imágenes, y la más cálida, la más placentera será la de estar caminando por Chipre con mi papá y mi mamá que por esos días contaban con veintitantos años y tenían toda la energía y la dedicación para enseñarme cosas.

III
Como me cansé de jugar con mi sombra y mi amigo imaginario, antes de cumplir tres años tuve una conversación determinante con mis padres, en la cual les solicitaba que me dieran un hermanito para jugar fútbol. El 11 de enero de 1985, en plena Feria de Manizales nació Manuel y entonces entendí lo que es el milagro de la vida. Él ha sido desde siempre mi mejor amigo; y como fuimos tan malos para el fútbol y en mi casa la música nunca faltaba, terminamos convertidos en artesanos del sonido. Cada uno empezó a experimentar con distintos instrumentos. En 1999, junto a Sebastián García formamos una banda que años después se llamó Gatoblanco (así como lo ven… dos palabras pegadas convertidas en un solo nombre, como cuando la gente dice Fernandolópez o Natibotero).

IV
Antes de entrar al jardín infantil, en 1986, ya sabía leer. Mi mamá era un ama de casa muy joven y yo era su juguete. Así que aprendí a leer antes que todos mis amigos. La literatura, la escritura, la palabra; me lo han dado casi todo. Las revelaciones más grandes, las mejores experiencias a solas, los argumentos que he defendido. Será tal vez por eso que estudié Comunicación Social y no Música. Porque creía que la palabra escrita sería mi sustento. La prosa me ha servido para conquistar mujeres (no muchas), ser nominado a un premio de periodismo (que no incluía dinero en efectivo) y convertirme en un estudiante destacado de mi facultad. Pero cuando me di cuenta que iba a ser bueno para la prensa ya era demasiado tarde: La música era más importante que cualquier otra cosa en mi vida.

V
Aunque ningún deporte me apasiona, fue también en 1986 que supe que siempre iba a preferir a la selección Argentina por encima de la colombiana y al América de Cali antes que al Once Caldas. Así es el amor, si es que uno ama cosas tan triviales como un equipo de fútbol; es diferente el amor filial que uno siente por la mamá al apasionamiento inevitable que despierta una amante.

VI
Desde 1987 hasta 1997 estudié en el Liceo Arquidicesano de Nuestra Señora, un colegio masculino que por aquel entonces era el mejor de la ciudad. Un colegio estricto donde lo importante era rendir y donde los estudiantes se medían por su puntaje en las pruebas del Icfes. Por eso, cuando recibí los resultados que nadie esperaba (373 puntos sobre 400) los profesores estaban seguros que de mí iba a salir un médico o un ingeniero. Pero mis compañeros, mis amigos de toda la vida (mis otros hermanos) siempre supieron que lo mío era otro rollo.

VII
En 1989, en una izada de bandera en el colegio, descubrí el rock en español cuando compañeros de otros grados hicieron una serie de fonomímicas (prefiero la palabra doblaje) de algunos temas de moda. Y eso cambió mi vida. Empecé a interesarme por lo que sonaba en la radio, por la música que escuchaban mi tía y mis primas que eran adolescentes. Ahí supe de Soda Stereo, Los Toreros Muertos, Los Prisioneros y tantos otros grupos que las enloquecían a ellas. Por primera vez me interesé en la vieja guitarra que tenía mi papá (que aún conservo) y supuse que hacer música era muy divertido.
Me subí por primera vez a una tarima en 1991. El colegio había organizado un concurso de fonomímica (prefiero la palabra doblaje) y yo me animé a participar. Vestido de mariachi, con un bigote postizo y una pistola de juguete interpreté "Ay, Chabela" (de Antonio Aguilar) y me gané $3.000 pesos, pues tuve que compartir el primer lugar con otro concursante. Mi profesor de música me llevó a repetir el acto para los estudiantes de bachillerato y luego al colegio del Rosario y a Los Ángeles. Ahí también aprendí que el público femenino es infinitamente más agradecido que el masculino.

VIII
El bachillerato fue una interminable sucesión de fracasos amorosos. Todas las niñas me querían como su mejor amigo y nada más. Fue por eso que empecé a escribir y a hacer música. Bueno, por eso y porque mis papás se separaron justo después de que mis hermanas (las gemelas Paula Andrea y Luisa María) nacieran en enero de 1993. Mis poesías (debo decir popoesías) fueron publicadas en el periódico del colegio y mi gusto por los idiomas, las ciencias sociales y las artes iba creciendo en un sentido inversamente proporcional al de la matemática y sus derivados. Años después la matemática y yo hicimos las paces, cuando empecé a entender que ella es la clave de todo lo que es bello en la música.
Hacia 1995 ya era un comprador de discos consumado. Los Beatles fueron mi mejor compañía durante esos fracasos sentimentales e hicieron que la salsa pasara a un segundo plano en mis intereses musicales. Me picó el bicho del Rock and Roll y aún estoy intoxicado. También en 1995 cometí el peor error de mi vida: No fui a ver a Soda Stereo que estuvo en la plaza de toros de Manizales, simplemente porque estaba resfriado. Cada día lo lamento. Debí haber ido, que aunque hubiera sufrido una pulmonía bien habría valido la pena.

IX
1997 ha sido hasta ahora el año más intenso de mi vida. Fue mi último año de colegio, conocí de cerca el dolor a través de la muerte de uno de mis mejores amigos y mi primera novia, conocí a la mujer con la que planeo tener hijos algún día y a mi otro socio creativo (Sebastián García) en el lugar más inverosímil e inimaginable: El ejército nacional.

X
De ahí para adelante mi vida ha estado marcada por el ejercicio musical. En 1998 formamos el GEOS (Grupo Especial de Operaciones Sicológicas) que no era más que un grupo de rock formado por algunos soldados del sexto contingente de mil novecientos noventa y siete del Batallón de Infantería Nº 22 "Ayacucho" que iban a tocar a todos los pueblos de Caldas con tal de escapar, aunque fuera por un rato, de los rigores del frío y la soledad que habitaban en los puestos de guardia. Al año siguiente empecé a tocar con Sebas y con Manuel. En 2001 escribí por primera vez una canción… y era horrible. Pero supe que si continuaba como iba, mi grupo se haría más importante que mi carrera en la universidad. En 2003 decidí mudarme a Bogotá (mi otro amor, una ciudad increíble) y poner la carne en el asador con Gatoblanco. Llegué sin nada, sin conocer a nadie, sin haber escrito nada bueno y sin tener un rumbo claro. Sólo tenía a mis dos socios y las ganas de "lograrlo o morir en el intento".
Aposté mi vida.
Y la apuesta continúa.

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