miércoles, 10 de agosto de 2011

Britain on Fire

Muchas veces he dicho en conversaciones, tertulias, textos y tweets que la nación es un invento; que uno debería poder escoger dónde vivir y a qué nación pertenecer sin ser reprochado por los demás y que eso del orgullo patrio es un atavismo, una tontería, una burrada bien maquillada que nos venden los estados. En muchas ocasiones he dicho también, sin miedo y sin el más mínimo asomo de vergüenza, que a mí no me gusta Colombia. Y no me refiero al territorio, sino al estado colombiano y a la nación colombiana. También he citado en conversaciones a Leonel Orozco (un personaje de El Álbum de Mónica Pont de Octavio Escobar Giraldo que recomiendo a toda hora), quien una vez en España dijo que de ser colombiano hay que avergonzarse y que solo en el momento en que empecemos a avergonzarnos del país podremos empezar a transformarlo. Si a eso vamos (si la nación es un invento) tanto el orgullo patrio como la vergüenza patria serían comportamientos extremos injustificados y la nacionalidad debería ser, simplemente, algo anecdótico.
Sin embargo, así tan aparentemente apático con las nacionalidades, siempre he admirado - por razones tal vez irrelevantes - dos países y sus respectivas naciones: Inglaterra y Argentina.
¿Por qué admiro esos países y esas naciones? Bueno, por lo que han hecho. Admiro al reino Unido por la historia del pueblo anglosajón, por la forma en que tomó distancia de la iglesia católica, por el idioma, por sus aportes al rock y a la música popular, por su fama de ser puntuales y bien educados, por su papel en la Segunda Guerra Mundial. A Argentina la admiro por su literatura, por su música (el tango y el rock particularmente), por sus futbolistas habilidosos y un poco canallas, por su publicidad y porque en la década de 1990 llegaron a un punto de desarrollo en el que el 50% de la población (ojo, el 50% de la población) era considerada de clase media.
Con los disturbios que se están presentando en algunas ciudades del Reino Unido me pasa algo muy similar a lo que me sucedió hace 10 años con la crisis económica argentina y es que me duele algo, me generan una compasión y una empatía que pocas veces he sentido cuando situaciones similares se presentan en otras latitudes del mundo.
Ahora bien, me asalta la duda: ¿No debería sentir lo mismo por el país jodido en el que estoy viviendo mi vida? Supongo que sí, supongo que también me duele todo lo que pasa en el día a día colombiano, pero no se siente igual porque tengo idealizadas las calles de Londres y de Buenos Aires, el aire del puerto de Liverpool, los paisajes urbanos de Manchester, el viento de la pampa y los paisajes del Chaco; cosas conocidas a través de la lectura, del cine, de la música pero nunca presenciadas directamente. Ahora más que nunca quiero ir. No quedarme con la duda, aunque ello implique desinflar la ilusión, enfrentarse al trago amargo que uno siente cuando se sienta en su mesa esa mujer que le encantaba y que después de media hora de conversación resulta ser un fiasco.

2 comentarios:

  1. Lee esto:

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/He/visto/lado/oculto/Reino/Unido/elpepiint/20110811elpepiint_4/Tes

    ResponderEliminar
  2. Ten cuidado, Argentina es una chica bastante psicópata.

    ResponderEliminar