martes, 22 de marzo de 2011

Lo Dudo

Operas, operetas, zarzuelas, obras épicas de rock and roll, baladas de las que canta tu mamá en la cocina al borde de la disfonía, tangos de esos que te enseñó a escuchar tu papá y mucha pero mucha salsa. A veces siento, Juan, que nos faltó mucha música por escuchar juntos, muchas películas por ver en mitad de la semana, muchas temporadas de teatro por criticar. Hoy pasé de nuevo por Aires Argentinos y le pregunté al otro Juan si habías vuelto y me dijo que la carne y el vino se están cansando de esperarte. Tú me enseñaste que suponer es el peor error de todos, me decías una y otra vez que si quería saber algo te lo preguntara de forma franca y directa, que nunca ibas a ocultarme nada y que a cambio esperabas lo mismo. Como levantaste un muro de silencio entre nosotros dos no tengo otra opción distinta a la suposición, preferiría que respondieras cualquiera de mis señales, cualquiera de mis mensajes - uno trivial como "enséñame a hacer crispetas dulces" o uno de los dolorosos como "te extraño" - cualquiera de los puentes colgantes que no puedo sostener de un solo lado.
Hoy me aproveché de la amistad que conservo con Omar, el portero, y entré diciendo que traía la arena para tu gato. Abrí la puerta y vi que Funes estaba muriendo de hambre, así que limpié su plato y su arenera y le dejé agua fresca. Golpeé varias veces la puerta de tu habitación, lo hice con furia, con decisión; te grité desde el otro lado del pasillo que tenías razón, que nada de lo que conozco sería comparable contigo, con verte sonreír, con escuchar las historias que inventabas cuando yo tenía miedo o estaba aburrida. Supongo que supones que no la paso bien, que no fui feliz, que mi gran escape fue sólo un paso en falso. Supongo que sabías que iba a regresar y que estás tratando de darme una lección. Odio cuando te encierras a escuchar una canción una y otra vez. Era José José, supongo que estabas pensando en tu mamá, que estabas acostado boca arriba descubriendo figuras en el techo, que algún día pensabas mostrarme esa versión a la que diste vueltas toda la tarde.
Parece como si de verdad te hubieras decidido a olvidarme, pero como no estoy segura, como no me lo has contado, tengo todo el derecho a dudarlo. Por un momento pensé que habías muerto, que el disco estaba dando una vuelta infinita desde varios días atrás. Si no me respondes a mí deberás decirle a la policía que estás bien, que estás vivo, que no has desaparecido. Si me estás leyendo, perdóname, estoy harta de dudar. Necesito certezas.

5 comentarios:

  1. Suponer es la p%$& c%$&#@ pero al final del cuento, cuando ya no quedan para qués, lo único que queda es suponer. Hay un momento en el que no caben más preguntas así uno necesite respuestas.

    Me hiciste acordar de lo que me dijo Nelson, el director del Taller de Ópera, hace años cuando llegó por primera vez un profesor de canto, el maestro Rengifo, a Bellas Artes. Nelson escogió a algunos del taller para que recibiéramos clase con él. Yo quedé entre las elegidas, pero Nelson, que me conoce, me llamó a decirme: Anita, puede que tu voz le guste o no a Rengifo, puede que tengas días en los que cantes bien y días en los que cantes mal, puede ser que la a no quiera salir como es y que esas cosas te hagan sentir miserable... en esos momentos tienes que recordar lo que 'sabes' de ti, no lo que 'sientes' sobre ti.

    Creo que estos casos son parecidos... casos en donde las inseguridades se apoderan de las emociones y entonces uno tiene que hacer un ejercicio racional y decirse... sé que de todas maneras ahí está todo ese cariño intacto.

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  2. La a es un cuento. Si por mí fuera llenaría las canciones de eles, me encanta tomar una ele y hacerla resonar en l-a punta de l-a l-engua. Llevo lo corrido de esta mañana tratando de acordarme cómo se llamaba la mesera/cajera/profesora-de-baile de Aires Argentinos y no lo recuerdo. Dudar es jarto, pero la suposición es el error máximo. Cuando se trata de sentimientos ajenos que lo involucran a uno siempre es mejor preguntar.

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  3. O contestarse lo más difícil que podría contestar el otro... lo insalvable es insalvable, hay que dejarlo morir. No tengo ganas de preguntar nada. Para qué...

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  4. Ah, y yo llenaría las canciones de íes y siríi filiz.

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