lunes, 28 de marzo de 2011

Esperando el Apocalipsis

Fumábamos mucho, como si eso nos diera la habilidad de redactar mejor, de diagramar la página de forma más creativa o de sacar un chiste más ingenioso para reducir el espacio de "Yuly la muy Buenona". Cuando nos cansábamos íbamos por agua al baño y cargábamos de nuevo la cafetera o pasábamos al cubículo de enseguida a charlar con Adri.
   - Podri - me decía Laverde - camine hagámosle visita a la estrogenuda de Adriana - y con semejante invitación tan cariñosa y respetuosa era imposible decir que no.
El Observatorio de Medios de Comunicación era el templo de lo desconocido. El estudiante que hiciera su prepráctica allí sería, sin duda, recordado para siempre como el ñoño máximo de su generación. Adriana parecía estar predestinada al observatorio de medios desde el primer semestre, cuando todos notamos que las teorías de comunicación entraban por sus ojos o sus oídos como piezas de un rompecabezas y salían de su boca como un cuento ameno y sencillo.
A Adriana la aterraba la idea de salir de Manizales. Los tres sabíamos que eran nuestros últimos días allí, que era el momento de empezar a cortar ese cordón umbilical invisible que aún manteníamos a los 21 años. Adriana a veces lloraba y por eso Laverde la llamaba estrogenuda. Yo funcionaba como un punto medio de diálogo aún cuando la relación entre ellos siempre fue la más estrecha. Ellos asistieron a los primeros conciertos de Señor Naranja y Adriana me decía que todos teníamos que salir a perseguir el sueño, que un día yo iba a ser un artista, que un día Laverde iba a ser un periodista reconocido, que ella estaba segura de eso. Cuando nos vimos por primera vez en Bogotá Adriana me dijo que estaba harta, que le sabía a mierda tener que tomar dos buses para ir desde la Colina Campestre hasta la Universidad Nacional (en aquel entonces no había Transmilenio por la 30), que estaba desperdiciando su vida en el transporte público, que extrañaba su casa Vernos y salir a recorrer los bares universitarios de Chapinero era nuestra forma de recuperar esa sensación de hogar, los tres éramos familia.
Crecimos y los encuentros se hicieron cada vez más esporádicos. Adriana regresó a la facultad y empezó a hacer ese proceso de deglución y regurgitación de teorías, como una máquina de moler, como un ave alimentando a sus crías en el salón de clase. Unos dicen que es maravillosa y otros que no le entienden nada. La semana pasada publicó su primer libro y a mí se me estaba reventando algo por dentro, se me estaba derramando el orgullo por un triunfo que - sin ser mío - he presenciado desde el inicio.
Ahora que ella está en Athens, Ohio, haciendo un doctorado en comunicación y que Laverde está en Madrid expandiendo sus fronteras como periodista sé que cuando volvamos a vernos todo será igual, como cuando recorríamos bares en Chapinero, como cuando fuimos a un concierto de Cold Turkey y luego a bailar salsa, como cuando nos sentábamos en el Observatorio de Medios a contarnos historias, a imaginar que si Umberto Eco nos conociera diría que somos unos Apocalípticos irremediables, que nunca nos integraremos con un mundo con el que no estamos de acuerdo. Los tengo a dos pulgares de distancia. Puedo tomar el celular y decirles que los quiero, que los extraño y que los admiro cada vez más. ¿Es eso acaso ser un apocalíptico?

6 comentarios:

  1. Yo quiero ese libro! Felicitaciones a Adri.

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  2. Yo también lo quiero.Y quisiera ver el final de "Yuly la muy buenona".

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  3. Juan David Laverde29 de marzo de 2011, 10:09

    Lo recuerdo todo como usted lo describe, Adriana, sencilla, sus libros bajo el brazo, la antítesis de Juana; usted, con sus pantalones cada vez menos apretados, barba elocuente, casi dejada, guitarra y música; yo, leyendo menos basura, siendo más selecto con todo lo que nos queda ahí para leer, escogiendo mejor mi tiempo y literatura. Los tres podris, reunidos para imaginar al compás de la risa. En una relación equilateral, como un puente con tres orillas. Y fumábamos, y leíamos y la pasábamos muy bien. Lamento mucho la distancia, vaya uno a saber por qué, pero, sí, el fondo redondo de las cosas es que seguimos siendo los mismos, que la admiración permanece intacta y cuando la reunificación llegue -y llegará- habrá música, literatura y academia.

    Juan David

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  4. Sebas, me encanta este escrito. Nunca habían escrito algo en que yo estuviera así incluida. Y, sobre todo, algo bien escrito. Me encanta. Qué recuerdos tan lindos. Es increible cómo se forman lazos que son tan duraderos y que van más allá de todo. Tal vez porque son honestos, desinteresados y auténticos. Seguimos siempre siendo los apocalípticos...

    Jajaja y sí, por eso no enviamos el mensaje en el chat de la bb.

    Lo quiero mucho. GRACIAS

    Lave ya lo leyó?
    Adriana

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  5. Sí Agri, Laverdito ya lo leyó. Al paso que vamos más fácil nos veremos en Athens o en Madrid. Un abrazo, yo también los quiero mucho y ya llegué a mi límite de cursilería en sano juicio.

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  6. Yo también los recuerdo, tal cual como los describe Sebastián. Me da muchísima alegría saber qué van cumpliendo sus sueños, que cada uno ha construido su destino... su deseo... su proyecto de vida... un abrazo para los tres... ojalá venga el reencuentro...
    Eliana

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