miércoles, 5 de enero de 2011

Appaloosa


Son los últimos rayos de sol. Winged muere de sed así que nos aproximamos al río y bebe un poco de agua. Yo me enjuago las manos y la cara porque la jornada ha sido larga. Tal vez nos movamos una millas más hacia el norte, siguiendo el curso del río, buscando un destino que nos ha sido esquivo desde hace tiempo. Winged sacude el cuello, relincha un poco. Decido caminar a su lado en vez de torturarle el lomo con mis 160 libras de peso. ¿No crees que el sonido de río es bueno para calmarse, Winged? ¿Qué más da no saber a donde vamos? Un día salimos de Colville sin despedirnos de nadie, vagamos por las montañas hasta encontrar a Nora Blackwood y allí sentí yo que tenía un hogar. Pero no era un hogar verdadero, Winged, era la ilusión de un hogar, la promesa de un hogar. ¿Cuándo pensé que Nora querría ser vista por la calle con un indio? ¿Cuándo cimenté mi casa sobre columnas gaseosas?
Acampemos esta noche aquí, Winged. Encendamos el fuego.
Mañana emprenderemos de nuevo el camino y vas a llevarme a una casa que aún no sé dónde queda.

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