jueves, 27 de enero de 2011

Ordinary World

¿Cuántas pastas de neosaldina podré tomarme sin arriesgarme a sufrir una intoxicación? ¿Cuánto será suficiente para acabar con este dolor de cabeza? Ha llovido mucho y ya tengo plan para esta noche de jueves: Llegar a empacar los libros y los discos que me faltan para continuar mi peregrinación. Ojalá esté solo en el apartamento para poner una y otra vez ese CD con exitazos noventeros sin tener que explicar nada a nadie. Cuando la casa está desocupada se escucha mejor el espacio, la reverberación infinita de la guitarra en Ordinary World. Ya no lloro por el pasado porque puedo recuperarlo en cualquier momento sólo con aumentar la potencia de mi equipo de sonido y esta noche voy a transportarme a 1993. Allá afuera hay un mundo corriente, una vida normal, un poco de tranquilidad que me espera cuando logre desapegarme del orgullo, del ego, de los planes no realizados, de los recuerdos más dulces. Voy a empezar a buscar ese mundo activamente desde esta misma noche.
Adoro el sonido de esa guitarra, la distorsión al máximo, el delay eterno. No es enero de 2011, es abril de 1993 y estoy en la terraza de esa casona grande de Chipre mirando las estrellas.

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